Escribo con gran dolor por lo que ha sucedido en Irlanda. Ya sé que la desoladora historia de las últimas décadas nos ha acostumbrado a este tipo de cosas. Uno a uno, los países han ido dando cabida a las mayores inmoralidades, que resultaban inimaginables hace unos pocos años. Incluso estamos acostumbrados a la tibieza de las más altas jerarquías católicas en estos asuntos. En ese sentido, podría mirarse con resignación el caso de Irlanda como uno más entre muchos, nada que no hayamos visto antes, especialmente en los países tradicionalmente católicos. Horrible, sí, pero una horripilancia casi rutinaria ya.
Hay varios factores, sin embargo, que hacen de la caída irlandesa un caso especialmente doloroso. En primer lugar, esta vez ni siquiera existe la excusa de que haya sido obra de políticos sinvergüenzas y amorales, como en tantos otros países. Por una “aplastante” mayoría, han sido los irlandeses de a pie los que han querido dar su sello de aprobación a una abominación como el aborto provocado. Caiga su sangre sobre nosotros y nuestros hijos, parecen haber proclamado orgullosamente con su voto.
También resulta terrible que esa mayoría haya sido mucho mayor aún entre los más jóvenes, entre los que casi hay unanimidad a favor del aborto. Irónicamente, si el aborto hubiera sido legal en las últimas décadas, cientos de miles de esos jóvenes no habrían nacido. Por otro lado, eso también significa que, si Dios no lo remedia, el futuro se anuncia aún más negro.
Por último, me resulta particularmente doloroso el carácter blasfemo del asunto, al tratarse de una constitución que comienza así: En nombre de la Santísima Trinidad, de quien procede toda autoridad y a quien, como nuestro fin, deben referirse todas las acciones de los hombres y los Estados… Desde hoy, los irlandeses consideran que pueden afirmar que actúan en nombre de Dios y a la vez acabar violentamente con la vida de sus hijos inocentes. Al pecado se une la hipocresía, para eliminar cualquier posible resto de inocencia.
¿Qué pensará San Patricio, el gran patrono de Irlanda, que dedicó su vida a evangelizar a los paganos irlandeses? ¿Qué pensarán los demás santos de Irlanda, que son numerosísimos y que cristianizaron media Europa? Si en el cielo se pudiera sufrir, sufrirían inmensamente al ver en qué ha quedado todo aquello por lo que trabajaron.
¿Cuál será el efecto de todo esto? El inevitable, me temo: la destrucción del país. Cuando se vulneran pública, gravísima y orgullosamente las más básicas leyes morales, la disolución de la sociedad está cercana. No hay vuelta de hoja. ¿De verdad se cree alguien que uno puede asesinar a niños inocentes y seguir después con su vida, como si nada? ¿Alguien cree que es una casualidad que Occidente en pleno lleve décadas y décadas en un camino que, obviamente, lleva hacia el suicidio colectivo? Todo eso aun reconociendo la fe y la labor de los buenos católicos que se han opuesto a la barbarie del aborto, pero que claramente se ven impotentes para detener la caída de su país hacia el abismo.
Nuestros países, incluida mi pobre España, han destruido casi por completo los cimientos sobre los que está construida nuestra civilización y los han sustituido por el espejismo de lo políticamente correcto, que cambia cada vez más deprisa y sobre el que no podría construirse ni un chiringuito de playa. No hace falta ser un genio para saber qué va a ocurrir: caerá la lluvia, crecerán los ríos, soplarán los vientos y golpearán contra la casa. Y la casa se derrumbará, porque está construida sobre arena.
Quizá surja una nueva cristiandad en África o en Asia, cuando Occidente esté muerto y enterrado. Si es que el Señor no viene antes. Miserere nobis, Domine, miserere nobis.
Irlanda desdichada
¿Qué te ha pasado, pobre Irlanda desdichada,
isla hermosa de sabios y de santos?
Cuando abrazaste, infiel, estos espantos
tanta belleza al fin se quedó en nada.
isla hermosa de sabios y de santos?
Cuando abrazaste, infiel, estos espantos
tanta belleza al fin se quedó en nada.
Retorna la serpiente desterrada
y sucumbes de nuevo a sus encantos.
¿No quiebran tus entrañas tantos llantos?
¿Quieres muerte? Tendrás muerte colmada.
y sucumbes de nuevo a sus encantos.
¿No quiebran tus entrañas tantos llantos?
¿Quieres muerte? Tendrás muerte colmada.
Pronto cosecharás lo que has sembrado,
pues si a tus mismos hijos asesinas,
ellos te pagarán del mismo grado.
pues si a tus mismos hijos asesinas,
ellos te pagarán del mismo grado.
Tus campos cubrirán cardos y espinas,
tu nombre con desdén será olvidado,
tus casas nada más que viejas ruinas.
tu nombre con desdén será olvidado,
tus casas nada más que viejas ruinas.
Bruno Moreno