CARDENAL EIJK |
Queridos amigos:
La Conferencia Episcopal Alemana ha votado por una amplia mayoría a favor de unas pautas según las cuales un protestante casado con un católico pueda recibir la Eucaristía, acercarse a la Comunión, si cumple una serie de condiciones: tiene que haber hecho examen de conciencia con un sacerdote o cualquier otra persona con responsabilidad pastoral; haber afirmado la fe de la Iglesia Católica además de haber deseado poner fin a graves desórdenes espirituales, y tener el deseo de satisfacer la sed de la Eucaristía.
Siete miembros de la Conferencia Episcopal Alemana han votado en contra de las pautas mencionadas, y han solicitado la opinión de algunos dicasterios de la Curia romana. A consecuencia de ello, una delegación de dicha conferencia episcopal a Roma, donde se ha reunido con unos representantes de la Curia, entre los que se encontraba el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En dicho encuentro intervino el cardenal arzobispo de Utrecht, el holandés Willem Jakobus Eijk. Les voy a leer su carta, su intervención, porque es muy significativa, muy notable, y nos interpela a la conciencia:
Es inexplicable la respuesta del Santo Padre a la Conferencia Episcopal Alemana, a través del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, informando que la Conferencia debería discutir nuevamente el borrador para alcanzar de ser posible un resultado unánime. La doctrina y práctica de la Iglesia respecto a la administración del sacramento de la eucaristía a los protestantes es muy clara. Y el Código de Derecho Canónico dice lo siguiente:
Aquí tenemos la cita el artículo 844 del Código que se refiere al Catecismo de la Iglesia Católica. Esto es lo que dice:
«Si hay peligro de muerte o, a juicio del Obispo diocesano o de la Conferencia Episcopal, urge otra necesidad grave, los ministros católicos pueden administrar lícitamente esos mismos sacramentos también a los demás cristianos que no están en comunión plena con la Iglesia católica, cuando éstos no puedan acudir a un ministro de su propia comunidad y lo pidan espontáneamente, con tal de que profesen la fe católica respecto a esos sacramentos y estén bien dispuestos.»
Hasta aquí el Código.
Ante todo, está claro que se refiere sólo a emergencias, y a cuando se está en peligro de muerte. Pero la intercomunión, esto es, la posibilidad de administrar la Comunión a un no católico, en principio, sólo es posible en el caso de los cristianos ortodoxos, y esto porque las iglesias ortodoxas orientales, a pesar de no estar en plena comunión con la Iglesia Católica, tienen sin embargo sacramentos verdaderos. Y sobre todo, porque en virtud de la sucesión apostólica, poseen un sacerdocio y una Eucaristía válidos. Por tanto, podemos decir que su fe en el sacerdocio, en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia es igual a la de la Iglesia Católica, a pesar de diferencias en algunos puntos importantes, como por ejemplo el reconocimiento de la autoridad del Vicario de Cristo.
Por el contrario, los protestantes –porque no olvidemos que en el documento de la Conferencia Episcopal Alemana se habla de protestantes, de administrar la Comunión a protestantes–, a diferencia de los ortodoxos, no comparten la fe en el sacerdocio ni la fe en la Eucaristía, ya que la mayoría de los protestantes alemanes son luteranos, y los protestantes no creen en la transustanciación sino en la consustanciación, que supone la convicción de que además del Cuerpo y la Sangre de Cristo también están presentes en el altar el pan y el vino. Y si alguno recibe el pan y el vino sin creer esto, no están presentes el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Por consiguiente, esta de la consustanciación es una doctrina que admite la presencia simultánea del pan y el vino con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, negando el dogma de la Iglesia según el cual el pan y el vino se transforman sustancialmente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta doctrina luterana difiere de la católica porque la doctrina católica de la transustanciación supone la fe en que lo que se recibe bajo las apariencias o especies de pan y vino, en la Hostia y el vino, sigue siendo el Cuerpo y la Sangre de Cristo porque ya no están ahí las sustancias del pan y del vino. A causa de esta diferencia esencial no se debe administrar la Comunión a un protestante, aunque sea cónyuge de una persona católica. Porque el protestante, al no compartir este dogma fundamental de la Iglesia Católica, no vive en plena comunión con la Iglesia, y ante todo, no comparte expresamente la misma fe en la Eucaristía
Y la diferencia entre la consustanciación y la transustanciación es hasta tal punto enorme que es preciso exigir que todo el que desee recibir la Sagrada Comunión entre expresa y formalmente en plena comunión con la Iglesia Católica, y confirme de esta forma tan explícita que acepta la fe de la Iglesia Católica en la Eucaristía. Por lo tanto, un examen de conciencia con una sacerdote o cualquier otra persona con autoridad pastoral, como piden los obispos alemanes, no es suficiente garantía de que la persona en cuestión acepte plenamente la doctrina de la Iglesia. El borrador de las pautas de la Conferencia Episcopal Alemana, sugiere que se trata solamente del caso de algunos protestantes casados con católicos que quisieran recibir la Comunión. La experiencia enseña que en la práctica es inevitable que estos pocos, estos casos reducidos, vayan siempre en aumento, porque los protestantes, aunque estén casados con católicos, al ver como otros protestantes casados con católicos reciben la Comunión, pensarán que pueden hacer lo mismo. Entonces todos los protestantes casados con católicos se considerarán autorizados a comulgar, y al final, también los protestantes que estén casados no con católicos sino con otros protestantes querrán hacerlo. Porque la experiencia demuestra que con unas reglas tan vagas, tan imprecisas, es inevitable que esos criterios se propaguen con rapidez.
Ahora bien, prosigue el cardenal Eijk, cuya postura estoy presentando:
«El Santo Padre ha hecho saber a la delegación de la Conferencia Episcopal Alemana que debe debatir nuevamente el documento a fin de llegar a un criterio unánime. Pero –se pregunta el cardenal de Utrecht–, ¿unanimidad en qué? Porque suponiendo que todos los miembros de la Conferencia Episcopal Alemana, después de haber vuelto a debatir la cuestión, resuelvan por unanimidad que se puede administrar la Comunión a los protestantes casados con católicos –admitiendo que esto llegara a pasar–, a pesar de que esta postura es contraria a lo que dicen el Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica, si esta postura se volviese la práctica de la Iglesia alemana, se pregunta el cardenal Eijk, y añade: la práctica de la Iglesia Católica, fundada sobre su fe, no es determinada ni se se altera estadísticamente porque en una conferencia episcopal la mayoría vote a favor de ello, ni siquiera si lo hace por unanimidad. Y, continúa el cardenal Eijk, «el Romano Pontífice, que, como sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, así de los obispos como de la multitud de los fieles”, debería haber reaccionado exponiendo lo que dicen el Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica».
El cardenal Eijk agrega que el Santo Padre debería haber dado unas pautas claras a la delegación de la Conferencia Episcopal alemana, basadas en la clara doctrina y práctica de la Iglesia. «Y así debería haber respondido –prosigue el cardenal arzobispo holandés– el Papa a aquella señora luterana que el 15 de noviembre de 2015 le preguntó si ella, que es luterana, podría recibir la Comunión junto con su esposo católico, El Papa debería haber respondido: “Esto no es aceptable”, en vez de sugerir que podía recibirla por estar bautizada, apoyándose en lo que le dijera la conciencia». Destaca el cardenal Eijk que cuando no se aclaran las cosas se genera confusión entre los fieles y se pone en peligro la unidad de la Iglesia, y explica asimismo que lo hacen también los cardenales que proponen públicamente bendecir las relaciones homosexuales, lo cual es diametralmente opuesto a la doctrina de la Iglesia, fundada en las Sagradas Escrituras, es decir que, según el orden de la creación, sólo hay matrimonio entre un hombre y una mujer. Continúa el cardenal con estas palabras: «Al observar que los obispos, y sobre todo el Sucesor de San Pedro no mantienen fielmente la unidad el Depósito de la Fe contenido en la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura –estas palabras son muy fuertes; dice que no mantiene el Depósito de la Fe–, y al observar esto dice: «No puedo menos que pensar en el artículo 675 del Catecismo de la Iglesia Católica, que dice: “Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la Tierra desvelará el misterio de iniquidad bajo la forma de una impostura religiosa qe proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la vedad”». Hasta aquí la carta del cardenal, y qué más se puede añadir a estas palabras tan fuertes sino subrayar una vez más que las dice un cardenal de la Iglesia Católica, un cardenal al que damos las gracias por su valentía: su Eminencia el card. Jakobus Eijk, arzobispo de Utrecht.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe)
Roberto De Mattei