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Cuando Jorge Mario Bergoglio lo instituyó, seis meses después de su elección como Papa, parecía el inicio de una revolución: un consejo formado por ocho cardenales de cinco continentes, con la tarea de coadyuvar al Papa en la reforma de la curia y, sobre todo, "en el gobierno de la Iglesia universal".
En cambio, después de cinco años y veinticuatro cumbres alrededor de Francisco, la curia está peor que antes, la Iglesia universal está en estado de confusión y este consejo de cardenales se desmorona. Fotografía despiadada del pontificado actual, que merece ser ampliada.
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Mientras tanto, los ocho se han convertido en nueve, con la entrada del secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, que inicialmente era la víctima designada de la presunta reforma curial, mientras que ahora tiene más importancia que todos los otros juntos.
Pero quien sigue ejerciendo de coordinador del "C9", así bautizado por los medios de comunicación, es aquél cardenal de Honduras llamado Andrés Rodríguez Maradiaga, que Francisco se obstina en apoyar a pesar de que su reputación se ha hecho trizas, incluso entre los cardenales que se sientan a su lado.
"L'Espresso" fue el primero en informar, en varias ocasiones además, sobre las imputaciones que penden sobre la cabeza de Maradiaga y que desde hace un año se encuentran en la mesa del Papa, resumidas en el ponderoso informe del visitador apostólico, el obispo argentino Alcides Casaretto, enviado a Honduras para indagar sobre el escándalo.
Pero acusaciones todavía más graves continúan cayendo también sobre su íntimo amigo y obispo auxiliar de Tegucigalpa José Pineda Fasquelle, que muestran un lúgubre cuadro de mal gobierno financiero e inmoralidades sexuales continuas, en el seminario diocesano y no sólo.
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Hay otro cardenal del "C9" que tiene problemas por inmoralidades semejantes: el chileno Francisco Javier Errázuriz Ossa, arzobispo emérito de Santiago.
Se le acusa de haber dado apoyo a un hermano suyo, el obispo de Osorno Juan Barros, a su vez discípulo y cómplice de un carismático y antaño honorable sacerdote, Fernando Karadima, guía espiritual y al mismo tiempo depredador en serie de innumerables jóvenes y adolescentes, juzgado culpable y condenado por las autoridades vaticanas en 2011.
Fue el cardenal Errázuriz quien, en 2014, desaconsejó al Papa Francisco incluir a Juan Carlos Cruz, principal víctima y acusador de Barros, en la recién creada comisión pontificia para la protección de los menores. Y Francisco asintió de buena gana, estando él mismo más que convencido de la inocencia de Barros y de la falsedad de lo que definía "calumnias".
En el reciente viaje del Papa a Chile todo esto ha explotado como una bomba, sobre todo contra él, a tal punto que, de vuelta en Roma, Francisco se ha visto obligado a enviar a aquél país un investigador experto en la materia, el obispo maltés Charles Scicluna, cuyo informe ha convencido finalmente al Papa a reconocer que se ha equivocado y a dar la culpa a quien le había dado "informaciones no verdaderas", es decir "in primis" el cardenal Errázuriz.
A finales de abril, Francisco ha recibido a algunas de las víctimas; y a mediados de mayo ha llamado a dar parte en Roma a todos los obispos de Chile. Después de lo cual, no solamente para Barros, sino también para Errázuriz podría llegar la palabra fin.
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Y esto no es todo. Porque también el cardenal australiano George Pell se encuentra bajo proceso en su patria por acusaciones análogas que se remontan a medio siglo atrás. Hace muchos meses que no se le ve por Roma y que no forma parte del "C9".
Pero en el Vaticano su suerte ya estaba echada desde antes y por otros motivos, a saber: desde cuando se le habían quitado, a él, prefecto de la novísima secretaría para la economía, los poderes de control sobre todas las oficinas administrativas y financieras de la Santa Sede, que han vuelto a actuar de manera individual, tal como hacían antes de la presunta reforma bergogliana, y con la secretaría de Estado más inatacable que nunca.
La secretaría para la economía es ya una cáscara vacía, sin prefecto, sin secretario y sin revisor general de cuentas después de la expulsión el año pasado del primer y último titular de este cargo, Libero Milone, acusado de investigar donde no debía.
No será una sorpresa si también el gran consejo de los nueve cardenales se vacía poco a poco de la misma manera.
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Esta nota ha sido publicada en "L'Espresso" n. 20 del 2018, en los kioscos el 20 de mayo, en la página de opinión titulada "Settimo Cielo" confiada a Sandro Magister.
He aquí el índice de todas las notas precedentes:
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Sobre el caso del cardenal Madariaga, más en detalle:
> El lado oscuro de Maradiaga (5.2.2018)
> Former Seminarians Allege Grave Sexual Misconduct by Honduran Bishop Pineda (4.3.2018)
> Still No Action Taken Against Honduran Bishop Accused of Sexual Abuse (27.4.2018)
> Still No Action Taken Against Honduran Bishop Accused of Sexual Abuse (27.4.2018)
Sobre el caso del cardenal Errázuriz:
> Por qué Francisco casó a dos desconocidos, pero se niega a escuchar testigos incómodos (22.1.2018)
> La doctrina de la tribulación (3.5.2018 – "La Civiltà Cattolica")
> Comunicato della sala stampa della Santa Sede (12.05.2018)
Sobre el caso del cardenal Pell:
> El brazo armado del Papa, en el relato del ex auditor de las cuentas vaticanas (24.9.2017)
> Vaticano sin paz. Dinero, sexo y pesebre LGBT (28.12.2017)
> Historias de curia. El desquite del cardenal secretario de Estado(14.1.2018)
> Vaticano sin paz. Dinero, sexo y pesebre LGBT (28.12.2017)
> Historias de curia. El desquite del cardenal secretario de Estado(14.1.2018)
Sandro Magister