Hace varios días y con una sonrisa de ironía y de cierta perplejidad ante lo que leíamos, el vaticanista Sandro Magister intentaba justificar el desastre de la liturgia postconciliar y presentar a Pablo VI como una víctima inocente de asesores y demás (protagonista indiscutible el gran Annibale Bugnini).
Es una lógica que vemos últimamente en los nuevos conservadores, ante los desmanes perpetrados por los papas postconciliares.
Lo bueno es decisión de ellos, inspirados por el Espíritu Santo y lo malo o digamos (para que no se escandalicen los oídos débiles de los pápólatras) lo menos acertado es fruto de los malos consejos de sus colaboradores. Nadie habla de resistencia a la gracia o de resistencia al Espíritu Santo.
A estas alturas sería muy ingenuo negar las inclinaciones progresistas de Pablo VI, sería muy largo explicar sus debilidades durante el concilio y el postconcilio. No decimos que no se daba cuenta de lo que ocurría; claro que se daba cuenta y prueba de ello es que la frase archiconocida de “el humo de Satánas se ha colado en la Iglesia” es suya y muy suya , pero parece que muy poco hizo para tapar las rendijas por las que se colaba el malvado Satanás. Una de las rendijas más gruesas, quizás incluso agujero y al que él (Pablo VI), contribuyó de forma manifiesta, por mucho que Sandro Magister nos quiera convencer, fue el tema de la liturgia. Sólo Dios conocerá la ruptura que supuso y la contribución a la pérdida de la fe de tantos y tantos creyentes. Negar a estas alturas que el abandono de la liturgia tradicional no sea una de las causas de la apostasía que padecemos ya no se lo cree nadie.
Es algo que ni Francisco se hubiera atrevido, porque no lo olvidemos; todo lo que hace Francisco o “casi todo” es hermenéutica de la continuidad postconciliar porque la nueva Iglesia, para “ellos”, nació con el CVII.
Una prueba de la resistencia a la Nueva Misa fue un examen crítico que el cardenal Ottaviani y el cardenal Bacci escribieron al papa, alertando de la ruptura que suponía la nueva liturgia. Dicho examen fue precedido de una carta:
Carta a Pablo VI de los cardenales Ottaviani y Bacci
Santidad,
Después de haber examinado y hecho examinar el nuevo Ordo Missae preparado por los expertos de la Comisión para la aplicación de la Constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia, y después de haber reflexionado y rezado durante largo tiempo, sentimos la obligación ante Dios y ante Vuestra Santidad de expresar las siguientes consideraciones:
Como suficientemente prueba el examen crítico anexo, por muy breve que sea, obra de un grupo selecto de teólogos, liturgistas y pastores de almas, el nuevo Ordo Missae –si se consideran los elementos nuevos susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen en él sobreentendidas o implícitas– se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada por la 20ª sesión del Concilio de Trento que, al fijar definitivamente los «cánones» del rito, levantó una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera atentar a la integridad del Misterio.
Las razones pastorales atribuidas para justificar una ruptura tan grave, aunque pudieran tener valor ante las razones doctrinales, no parecen suficientes. En el nuevo Ordo Missae aparecen tantas novedades y, a su vez, tantas cosas eternas se ven relegadas a un lugar inferior o distinto –si es que siguen ocupando alguno– que podría reforzarse o cambiarse en certeza la duda, que por desgracia se insinúa en muchos ámbitos, según la cual las verdades que siempre ha creído el pueblo cristiano podrían cambiar o silenciarse sin que esto suponga infidelidad al depósito sagrado de la doctrina, al cual está vinculado para siempre la fe católica. Las recientes reformas han demostrado suficientemente que los nuevos cambios en la liturgia no podrán realizarse sin desembocar en un completo desconcierto de los fieles, que ya manifiestan que les resultan insoportables y que disminuyen incontestablemente su fe. En la mejor parte del clero esto se manifiesta por una crisis de conciencia torturante, de la que tenemos testimonios innumerables y diarios.
Estamos seguros de que estas consideraciones, directamente inspiradas en lo que escuchamos por la voz vibrante de los pastores y del rebaño, deberán encontrar un eco en el corazón paterno de Vuestra Santidad, siempre tan profundamente preocupado por las necesidades espirituales de los hijos de la Iglesia. Los súbditos, para cuyo bien se hace la ley, siempre tienen derecho y, más que derecho, deber –en el caso en que la ley se revele nociva– de pedir con filial confianza su abrogación al legislador.
Por ese motivo suplicamos instantemente a Vuestra Santidad que no permita, –en un momento en que la pureza de la fe y la unidad de la Iglesia sufren tan crueles laceraciones y peligros cada vez mayores, que encuentran cada día un eco afligido en las palabras del Padre común–, que no se nos suprima la posibilidad de seguir recurriendo al íntegro y fecundo Misal romano de San Pío V, tan alabado por Vuestra Santidad y tan profundamente venerado y amado por el mundo católico entero.
Cardenal Ottaviani, prefecto de la Congregación para la doctrina de la Fe.
Cardenal Bacci.
Por ese motivo suplicamos instantemente a Vuestra Santidad que no permita, –en un momento en que la pureza de la fe y la unidad de la Iglesia sufren tan crueles laceraciones y peligros cada vez mayores, que encuentran cada día un eco afligido en las palabras del Padre común–, que no se nos suprima la posibilidad de seguir recurriendo al íntegro y fecundo Misal romano de San Pío V, tan alabado por Vuestra Santidad y tan profundamente venerado y amado por el mundo católico entero.
Cardenal Ottaviani, prefecto de la Congregación para la doctrina de la Fe.
Cardenal Bacci.