Con efecto inmediato y para dar novedades en primer tiempo de saludo, Zapatero vuelve a España desde Caracas, pasando por el Vaticano. Una reunión informal, piadosa y de extrema cortesía, puesto que ya se sabe que a Zapatero siempre le ha encantado visitar la Santa Sede y se pirra por estar junto al Santo Padre, besar su anillo y rendirle pleitesía.
Francisco le ha recibido con la misma devoción. No es noticia para los católicos el que Bergoglio se reúna con la flor y nata de los que han aportado al catolicismo sus mejores contribuciones. Y hay que reconocer que Zapatero ha proporcionado al catolicismo español los mejores momentos de éxtasis de nuestro siglo XXI y pasará a la historia como el Gobernante que más colaboró a que la España Católica desplegara todas sus potencialidades, a base de su generosa ayuda y visión profética.
Desde luego que hay que reconocer que Zapatero tuvo visión profética, ya que puso en marcha la máquina trituradora del catolicismo casi diez años antes de la llegada de Francisco al Solio Pontificio. La carga destructora, -de la misma especie-, aplicada a España y a la Santa Madre Iglesia por uno y otro, son conmovedoras. Y con ayudas episcopales valiosas, por cierto. Todo igualito que Francisco. Él abrió el camino a los bodorrios gays en la España de principios del siglo, sin tener siquiera que decir ¿quién soy yo?…
Es sabido que Zapatero anda por ahí zascandileando, como esbirro de la bendita democracia de Maduro, como estadista mitrado, ungido observador internacional, para observar justamente lo que los otros no observan. Está dejando en mantillas a Jimmy Carter.
En Venezuela las cosas van muy bien y gracias a Maduro, -vigilado de cerca por el ojo zapateril-, el pueblo venezolano está encantado de su actual situación. No sabemos el precio que costarán estas jugosas conclusiones de Zapatero, pero merece la pena, dada la elevada estatura moral del Ideólogo.
Lo malo de toda esta historia es que a Bergoglio se le ve el pelo de la dehesa, como decía mi abuela. Sus simpatías por los regímenes comunistas y afines es algo conocido del uno al otro confín. Llama mucho la atención el hecho de que Francisco, tan apresurado para condenar como pecado mortal cualquiera de las vicisitudes del mundo capitalista, sea tan escasamente locuaz para condenar la pobreza originada por el régimen comunista de Nicolás Maduro. Si alguien tiene todavía fuerzas físicas y psíquicas para leer lo que dijo en Santa Marta sobre las riquezas, que lo lea y verá. Qué bonito meterse con los ricos italianos que recortan salarios y no decir ni pío sobre la destrucción del trabajo y organización del hambre en el país sudamericano.
Admira comprobar que sea tan extremadamente exigente respecto a las inmigraciones de musulmanes a Europa, exigiendo a los países su inmediata acogida –menos en el Vaticano-, y no diga una palabra de más (ni de menos), sobre los refugiados que han huido del hambre de Venezuela.
La referencia que Bergoglio dedicó el domingo al régimen de Caracas, es de una tibieza y una sequedad que asustan. Ni una sola palabra concreta para condenar. Ni un segundo para exigir. Según él es un problema de paz y de unidad que todos deben encontrar. Pues vaya cosa. Para ese viaje no se necesitaban alforjas.
“Deseo dedicar nuevamente un recuerdo especial a mi querida Venezuela. Pido que el Espíritu Santo dé a todo el pueblo venezolano – a todos, gobernantes, pueblo- la sabiduría para encontrar la vía de la paz y la unidad”.
Pero los católicos nos quedamos tranquilos, porque el gran intelectual Zapatágoras le habrá puesto al día.
–Papa Francisco: objetivo cumplido. Maduro seguirá madurando hasta 2025 y estoy convencido de que las cosas van bien.
-Muy bien, siervo bueno y fiel, Zapaterito de mi alma. Dios te pagará todo lo que has hecho por España y lo que has hecho por Venezuela. Dile a Maduro que cuenta con mis oraciones para que sepa encontrar la sabiduría y meta en cintura al pueblo venezolano.
–Tiene muchos opositores que lo critican, Santo Padre.
–Dile a Nicolás que haga como yo. El otro día dije a los sacerdotes de la diócesis de Roma que no es pecado criticar al Papa. Los muy ingenuos se lo han creído. Ahora, el que se atreva a decirme algo, lo pongo en la calle inmediatamente. Para eso he nombrado cardenal al limosnero de las pizzas, que es el que me elabora las listas de criticones. Y el que se mueva, no sale en la foto.
Fray Gerundio