Es cansado escribir y vivir contra corriente. El caso es que todos proclamarán y afirmarán con la mejor sonrisa que, por fin, hemos llegado a la libertad, la solidaridad, el nuevo paradigma, la conquista de la liberté, égalité, fraternité. Pobre de aquel que ose afirmar lo contrario. Será tachado por todos los medios, absolutamente todos, por lo civil y por lo eclesiástico, de troglodita, insolidario, fascista, sobre todo facha, y, en lo religioso de ultra conservador, cosa que me trae bastante perplejo, ya que para empezar no sé qué cosa sea lo de progresista, moderado, conservador y ultraconservador, ni los matices que tales adjetivos conllevan.
Aquí la libertad de expresión existe siempre y cuando sea a favor de corriente, es decir, nuevo orden mundial en lo político, new age setentera en lo religioso, mucho espíritu del sesenta y ocho, que hay que jorobarse después de cincuenta años, y una apuesta decidida por la ideología de género.
No me importa poner ejemplos. Total, con sesenta y algunos y párroco rural, si en algo voy creciendo, además de en peso, que no sé si en gracia, es en libertad para decir lo que pienso, aun sabiendo que lo que pienso no es lo que se lleva, pero es lo que pienso y digo yo que si vivimos en libertad, fraternidad, igualdad y respeto, lo mismo hasta se me aplica y acabo llevándome una sorpresa.
Por ejemplo, lo del barco de Valencia. ¿Y si les digo que el espectáculo me ha parecido bochornoso? No me ha gustado el espectáculo, no me ha gustado el muy posible efecto llamada, no me gusta que la gente tras este efecto llamada se lance al mar como sea y tengamos más muertos. No me gustan las televisiones y los medios de propaganda mientras en Andalucía siguen entrando. No me gustan que nuestra Iglesia haga caso omiso de las advertencias de los propios obispos africanos sobre el tema. ¿Sigo? Sigo. No me gusta que mientras clamamos por la acogida a refugiados todos tengamos nuestro coche y nuestra casa bajo llave.
Por supuesto que todos somos solidarios. Otra cosa es cómo serlo.
Hoy el tema del día, además de esto, ha sido lo de sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos. No me gusta. Sacar a Franco es el primer paso para reconvertir la basílica y todo el complejo del Valle en Centro de Memoria Histórica. Ya sabemos que la cruz se considera parcial y ofensiva para algunos. Por tanto, el asunto es sacar a Franco y luego todo lo demás. Una cruz menos. Una basílica menos. Los benedictinos, por supuesto, fuera. Miedo me da.
Me juego el dinero. Pero no me aguanto las ganas de decir que lo de la ideología de género me parece una barbaridad, y que una cosa es que las personas con tendencias homosexuales sean respetadas, que lo son, y otra la tiranía de género, denunciada hasta por el papa Francisco.
No voy a seguir porque no merece la pena. Supongo que si digo que en las cosas de la fe y la moral soy decidido partidario del catecismo sin medias tintas, acabaré de jorobarla. Es más, no hace falta que nadie me dé argumentos. Basta con tacharme de fascista y ultra conservador.
Esto es la libertad de expresión de hoy. O a lo mejor estoy exagerando… Se lo preguntaré a algún buen sacerdote cuyo nombre me está viniendo a la memoria.
Padre Jorge