Con frecuencia me preguntan cómo se puede reconocer qué música es buena para la liturgia y cuál no.
Para responder esta pregunta, es suficiente con conocer lo que la Iglesia enseña a este respecto. Esta enseñanza está contenida en el Motu Proprio Sobre la Música Sagrada, de san Pío X (noviembre de 1903).
1) Pío X lo puso de este modo: Cuanto más se asemeje la música al canto gregoriano, tanto más apropiada es para la liturgia. Ésta es la regla fundamental.
2) La música sagrada debe ser excelente. Ésta es la razón por la cual los que la evalúan deben ser músicos. Esto no es “elitismo”, sino el hecho que la bondad de la forma, que es parte de la belleza, tiende a la Belleza suprema de Dios. Dios se merece lo mejor que tenemos.
3) La música debe inspirar la santidad, no un vago sentimiento emocional. Pío X pone en guardia en su carta encíclica Pascendi (de setiembre de 1907) sobre la tentación de reducir la religión a sentimentalismo. La música sagrada es elevación a Dios, no darse un baño en el yo pecaminoso de uno mismo.
4) La verdadera música sagrada es sagrada en todas partes, porque el catolicismo es universal. En consecuencia, una pieza musical elaborada por un compositor africano, americano, asiático, australiano o europeo puede tener un acento particular que proviene de sus fundamentos históricos-culturales, pero sin embargo debe ser parte de una cultura más amplia: la católica.
Aurelio Porfiri