Anuncia la página oficial de la Santa Sede que el Papa Francisco ha aceptado la dimisión del Cardenal McCarrick, acusado de abusos sexuales a menores hace décadas, de la dignidad de cardenal.
Además, ha ordenado Su Santidad su suspensión de cualquier ministerio público, junto con la obligación de permanecer en una casa a determinar, para dedicarse a una vida de oración y penitencia hasta que un juicio canónico regular determine su responsabilidad frente a las acusaciones.
El nonagenario McCarrick, arzobispo emérito de Washington, llevó una larga carrera en la que compatibilizó una vida de depredador homosexual, ampliamente conocida, con una enorme influencia en los círculos de la jerarquía católica americana, siendo determinante en el nombramiento de varios obispos.
Al fin. Pero un fin que solo puede ser un principio. Pensamos, por ejemplo, en el Cardenal Kevin Farrell, amigo personal de McCarrick, con quien convivió seis años en los que, misteriosamente, no advirtió nada de lo que era un secreto a voces entre sus colegas. Nos planteamos si es el hombre adecuado para presidir un dicastario tan sensible como el de los Laicos, la Familia y la Vida.
Y nos contestamos: No, ni de broma
Carlos Esteban