NOTA: En esta entrada se encuentran unidas, en una sola, las tres partes (aquí, aquí y aquí) que saqué en su momento sobre el carácter no católico del ecumenismo (Se refiere al discurso de Francisco en Ginebra, el 21 de junio)
La tarde del 21 junio de 2018, a las 15,35, tuvo lugar el Encuentro Ecuménico en el Visser 't Hooft Hall del Centro Ecuménico de Ginebra (...)
A continuación la traducción al español de lo más relevante de este discurso [incluye comentarios personales]
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Queridos hermanos y hermanas:
Me es grato encontrarme con vosotros y os agradezco vuestra amable acogida. En particular, doy las gracias al Secretario General, Reverendo Dr. Olav Fykse Tveit, y a la Moderadora, Dra. Agnes Abuom, por sus palabras y por haberme invitado con ocasión del 70º aniversario de la institución del Consejo Ecuménico de las Iglesias. (...)
Somos los depositarios de la fe, de la caridad, de la esperanza de tantos que, con la fuerza inerme del Evangelio, han tenido la valentía de cambiar la dirección de la historia, esa historia que nos había llevado a desconfiar los unos de los otros y a distanciarnos recíprocamente, cediendo a la diabólica espiral de continuas fragmentaciones. Gracias al Espíritu Santo, inspirador y guía del ecumenismo, la dirección ha cambiado y se ha trazado de manera indeleble un camino nuevo y antiguo a la vez: el camino de la comunión reconciliada, hacia la manifestación visible de esa fraternidad que ya une a los creyentes. (...)
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¿Quién ha dicho alguna vez que el Espíritu Santo haya inspirado el Ecumenismo y que, además, éste se guíe por el Espíritu Santo? ¿Cómo es posible que el Espíritu Santo trace un camino de comunión reconciliada? ¿Qué tipo de comunión? El Espíritu Santo es el "Espíritu de Verdad que guiará (a los discípulos de Jesús) hacia la verdad completa" (Jn 16, 13). El Espíritu Santo comienza a habitar en una persona cuando ésta es bautizada. En ese momento, el sujeto que se bautiza, pasa a formar parte de la familia de Dios, es hecho "realmente" hijo de Dios y "participa" de la Naturaleza Divina. Esto es pura gracia, inmerecida para quien la recibe. Pero es lo cierto que "quien crea y sea bautizado se salvará; pero quien no crea se condenará" (Mc 16, 16). Estas palabras son de Jesucristo. Y el Espíritu Santo es el Espíritu de Jesucristo (Espíritu que lo es conjuntamente del Padre y del Hijo, espirado por ambos) quien dijo de Sí mismo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí" (Jn 14, 6).
Existe una Verdad absoluta (la Persona de Jesucristo) y ésta debe de ser predicada por todo el mundo: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15). Se trata de un mandato explícito. No hay muchas verdades ni hay muchas iglesias. Sólo una es la Verdad y ésta se encuentra en la Iglesia Católica. Ése es el Mensaje de Jesús. ¿Mezcla de "iglesias" y de religiones, en donde cada uno cree una cosa diferente? Eso no es posible; el mero sentido común lo repudia. Pero es que, además, decir que el Espíritu Santo es quien ha inspirado y quien guía el movimiento ecuménico (batiburrillo de ideas contradictorias) es algo que raya en la blasfemia. Y aún diría más: ¡es una blasfemia contra el Espíritu! ... "Y la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada" (Mt 12, 31)].
Existe una Verdad absoluta (la Persona de Jesucristo) y ésta debe de ser predicada por todo el mundo: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15). Se trata de un mandato explícito. No hay muchas verdades ni hay muchas iglesias. Sólo una es la Verdad y ésta se encuentra en la Iglesia Católica. Ése es el Mensaje de Jesús. ¿Mezcla de "iglesias" y de religiones, en donde cada uno cree una cosa diferente? Eso no es posible; el mero sentido común lo repudia. Pero es que, además, decir que el Espíritu Santo es quien ha inspirado y quien guía el movimiento ecuménico (batiburrillo de ideas contradictorias) es algo que raya en la blasfemia. Y aún diría más: ¡es una blasfemia contra el Espíritu! ... "Y la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada" (Mt 12, 31)].
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El Consejo Ecuménico de las Iglesias ha nacido como un instrumento de aquel movimiento ecuménico suscitado por una fuerte llamada a la misión [¿?]: ¿cómo pueden los cristianos evangelizar si están divididos entre ellos? Esta apremiante pregunta es la que dirige también hoy nuestro caminar y traduce la oración del Señor a estar unidos «para que el mundo crea» (Jn 17,21).
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Citemos el versículo completo de lo que dijo el Señor en la oración sacerdotal de la Última Cena, hablando con su Padre, y refiriéndose sólo a sus discípulos y a quienes crean en Jesús por su palabra: "Que todos sean UNO: como Tú, Padre, en Mí y Yo en Tí, que también ellos sean uno en nosotros, para QUE EL MUNDO CREA que Tú me has enviado" (Jn 17, 21).
Está claro que para que los cristianos puedan evangelizar es preciso que haya UNIDAD entre ellos, como dice Francisco: "no deben de estar divididos" ... pero esta unidad debe comenzar por la UNIDAD DE DOGMA: si cada uno tiene una idea diferente de Jesucristo, lo que prediquen no será a Jesucristo sino sus propias ideas, que pueden ser -y lo serán- completamente distintas a las de los demás "discípulos". Esa UNIDAD, que es necesaria (por supuesto) tiene que serlo de verdad, o sea, ha de serlo en el Espíritu de Jesucristo. Y no tratarse de otra palabra más, sin significado, al estilo modernista, en donde cada uno entiende lo que quiere y lo que le conviene ... lo cual es proceder con mentira y no es propio del Espíritu Santo, que es Espíritu de Verdad ... y ésta se encuentra sólo en la Iglesia Católica, en la Tradición de la Iglesia, para ser exactos (no en lo que diga cualquier Papa, por muy Papa que sea). El Depósito Revelado y fielmente transmitido, eso es lo definitivo. Sin embargo, en eso no hay acuerdo, por lo que todo este movimiento ecuménico es una auténtica farsa y un montaje.
Está claro que para que los cristianos puedan evangelizar es preciso que haya UNIDAD entre ellos, como dice Francisco: "no deben de estar divididos" ... pero esta unidad debe comenzar por la UNIDAD DE DOGMA: si cada uno tiene una idea diferente de Jesucristo, lo que prediquen no será a Jesucristo sino sus propias ideas, que pueden ser -y lo serán- completamente distintas a las de los demás "discípulos". Esa UNIDAD, que es necesaria (por supuesto) tiene que serlo de verdad, o sea, ha de serlo en el Espíritu de Jesucristo. Y no tratarse de otra palabra más, sin significado, al estilo modernista, en donde cada uno entiende lo que quiere y lo que le conviene ... lo cual es proceder con mentira y no es propio del Espíritu Santo, que es Espíritu de Verdad ... y ésta se encuentra sólo en la Iglesia Católica, en la Tradición de la Iglesia, para ser exactos (no en lo que diga cualquier Papa, por muy Papa que sea). El Depósito Revelado y fielmente transmitido, eso es lo definitivo. Sin embargo, en eso no hay acuerdo, por lo que todo este movimiento ecuménico es una auténtica farsa y un montaje.
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Permitidme, queridos hermanos y hermanas, manifestaros también, además del vivo agradecimiento por el esfuerzo que realizáis en favor de la unidad, una preocupación. Esta nace de la impresión de que el ecumenismo y la misión no están tan estrechamente unidos como al principio.
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Y, sin embargo, el mandato misionero, que es más que la diakonia y que la promoción del desarrollo humano, no puede ser olvidado ni vaciado. Se trata de nuestra identidad. El anuncio del Evangelio hasta el último confín es connatural a nuestro ser cristianos. Ciertamente, el modo como se realiza la misión cambia según los tiempos y los lugares y, frente a la tentación ―lamentablemente frecuente―, de imponerse siguiendo lógicas mundanas, conviene recordar que la Iglesia de Cristo crece por atracción.
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¿En qué consiste esta fuerza de atracción? Evidentemente, no en nuestras ideas, estrategias o programas. No se cree en Jesucristo mediante un acuerdo de voluntades y el Pueblo de Dios no es reductible al rango de una organización no gubernamental. No, la fuerza de atracción radica en aquel don sublime que conquistó al apóstol Pablo: «conocerlo a él [Cristo] y la fuerza de su resurrección y la comunión con sus padecimientos» (Flp 3,10). Sólo de esto podemos presumir: del «conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo» (2 Cor 4,6), que nos da el Espíritu vivificador. Éste es el tesoro que nosotros, frágiles vasijas de barro (cf. v. 7), debemos ofrecer a nuestro amado y atormentado mundo.
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Bueno, eso es verdad: el conocimiento de Jesús, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos, todo esto atrae ... en la misma medida en la que estemos enamorados de Jesucristo, como le ocurrió a san Pablo. Su Espíritu nos da la fortaleza necesaria para poder hacerlo, pues el tesoro que debemos ofrecer al mundo lo llevamos encerrado en vasijas de barro.
No obstante, lo considero incompleto, pues me vienen a la mente aquellas palabras que pronunció Jesús en la parábola de las bodas del Gran Banquete al que fueron invitados muchos, inicialmente, pero todos se excusaron porque, en el fondo, no querían saber nada con Aquél que los invitó. Y aquí es donde aparece una reacción del Dueño, que tal vez nos pueda parecer extraña ... y es que se irritó contra aquéllos que pusieron tantas trabas y MANDÓ que trajeran al banquete a toda clase de personas: pobres, tullidos, ciegos, cojos, etc... Más todavía: como aún no se había llenado la casa de gente, dijo a su criado: "Sal a los caminos y a los cercados y OBLIGA A ENTRAR para que se llene mi casa" (Lc 14, 23). ¿Siguió Jesús aquí una lógica mundana? ¿Dónde aparece en este pasaje evangélico esa idea de que la Iglesia de Cristo crece por atracción? Tal vez sería bueno reflexionar sobre ello un poco más. Tal vez el "proselitismo" no sea ninguna tontería.
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No seríamos fieles a la misión que se nos ha confiado si redujéramos este tesoro al valor de un humanismo puramente inmanente, adaptable a las modas del momento. Y seríamos malos custodios si quisiéramos sólo preservarlo, enterrándolo por miedo a los desafíos del mundo (cf. Mt 25,25).
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(...) Estoy convencido de que, si aumenta la fuerza misionera, crecerá también la unidad entre nosotros. Así como en los orígenes el anuncio marcó la primavera de la Iglesia, la evangelización marcará el florecimiento de una nueva primavera ecuménica [¿?] (...)
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De las trescientas cincuenta "iglesias" que se reunieron en el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), ¿qué mensaje misionero es el que hay que transmitir? Si se transmiten mensajes diferentes, ¿cómo va a crecer la unidad entre las "iglesias"? Dice el Santo Padre que en los orígenes, el anuncio marcó la primavera de la Iglesia. Será así o no (no lo sé), pero aun cuando lo fuera, ¿qué sentido tiene afirmar que la evangelización marcará el florecimiento de una nueva primavera ecuménica ... si se tiene en cuenta que cada cual entiende por evangelización cosas completamente diferentes?. Si hay primavera en la Iglesia algún día, desde luego no será ecuménica, sino plenamente católica. Y de no ser así, no tiene sentido hablar de primavera de ninguna de las maneras. El Ecumenismo, como he dicho en entradas anteriores, es anticatólico.
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Queridos hermanos y hermanas: He deseado estar presente en las celebraciones de este aniversario del Consejo también para reafirmar el compromiso de la Iglesia Católica en la causa ecuménica y para animar la cooperación con las Iglesias miembros y con los interlocutores ecuménicos.
(...) Asimismo, agradezco la importante labor del Instituto Ecuménico de Bossey en la formación ecuménica de las jóvenes generaciones de responsables pastorales y académicos de tantas Iglesias y Confesiones cristianas de todo el mundo. Desde hace muchos años, la Iglesia Católica colabora en esta obra educativa con la presencia de un profesor católico en la Facultad; y cada año tengo la alegría de saludar al grupo de estudiantes que realiza el viaje de estudios a Roma. Quisiera mencionar también, como signo positivo de “armonía ecuménica”, la creciente adhesión a la Jornada de oración por el cuidado de la creación.
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Si el ecumenismo se opone a la Verdad, pues es dogma de fe que sólo dentro de la Iglesia Católica es posible la salvación, ¿cómo explicar ese reafirmarse de la Iglesia Católica en la causa ecuménica y animar a la cooperación con los miembros de otras "iglesias"? Para más INRI pone como ejemplo la "importante" labor del Instituto Ecuménico de Bossey, con el que colabora mediante la presencia allí de un profesor católico. Difícil de entender.
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(...) La credibilidad del Evangelio se ve afectada por el modo cómo los cristianos responden al clamor de todos aquellos que, en cualquier rincón de la tierra, son injustamente víctimas del trágico aumento de una exclusión que, generando pobreza, fomenta los conflictos. Mientras los débiles son cada vez más marginados, sin pan, trabajo ni futuro, los ricos son cada vez menos y más ricos.
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(...) Miremos también a tantos hermanos y hermanas nuestros que en diversas partes del mundo, especialmente en Oriente Medio, sufren porque son cristianos. Estemos cerca de ellos. Y recordemos que nuestro camino ecuménico está precedido y acompañado por un ecumenismo ya realizado, [¿?] el ecumenismo de la sangre, que nos exhorta a seguir adelante.
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Este "ecumenismo de la sangre" es algo nuevo. Según Francisco, uniría católicos, ortodoxos, coptos y luteranos que sufren persecución e, incluso a musulmanes o ministros de otras religiones. Pero no es eso lo que aparece en la Tradición de la Iglesia. En el Concilio de Florencia, por ejemplo, se dice que "nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia Católica". (Denzinger-Hünermann 1351. Concilio de Florencia, Decreto para los Jacobitas, 4 de febrero de 1442)
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Animémonos a superar la tentación de absolutizar determinados paradigmas culturales y dejarnos absorber por intereses personales.
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Y, sin embargo, con todo mi respeto, Santidad, hay un paradigma que usted y otros antes que usted, han absolutizado ... y es el Ecumenismo, un engendro modernista y una especie de mezcolanza que nadie sabe ya lo que es. Éste es su mensaje (el de usted, Santidad): "Vivir y dejar vivir", "no importa la religión que tengas; lo importante es estar en paz con todos", etc ... ¡Pero, Santidad ,..., hay un problema: ése no es el mensaje de Jesucristo! Es un insulto a la inteligencia pretender que pueden convivir en armonía personas extrañas: ¿Cómo puede llamarse hermanos en la fe a aquellos que no tienen la misma fe? Porque no es la misma fe, no nos engañemos. No es igual creer que Jesucristo es Hijo de Dios y verdadero Dios, hecho hombre, que no creerlo. No es igual creer que resucitó realmente, con su cuerpo glorioso, que pensar que eso es un mito que no hay que tomárselo al pie de la letra; no es lo mismo aceptar las verdades de la fe católica, que profesamos en el Credo, que no aceptarlas. No es igual creer, sin ninguna duda, que Jesucristo está presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Eucaristía, que considerar que se trata de un simple recuerdo; no es igual aceptar la Tradición de la Iglesia de siempre que pensar que la Iglesia comienza a partir del Concilio Vaticano II ... Y así podríamos seguir.
Esto lo entiende hasta un niño. Además, la Verdad Revelada no es ningún paradigma ni es algo que pertenezca a la cultura propia de la época en la que vivió Jesús. Dice su Santidad que no hay que absolutizar determinados paradigmas culturales ... pero eso es, precisamente, lo que está usted haciendo con el ecumenismo que es, además, un falso paradigma, que nada tiene de católico. Sus mismas palabras le contradicen.
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Ayudemos a los hombres de buena voluntad a dar mayor relieve a situaciones y acontecimientos que afectan a una parte importante de la humanidad, pero que ocupan un lugar muy marginal en el ámbito de la información a gran escala. No podemos desinteresarnos, y es preocupante cuando algunos cristianos se muestran indiferentes frente al necesitado.
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Sí, ciertamente es preocupante. Pero, ¿a qué cristianos se refiere? Porque ocurre - y esto se omite- que los cristianos indiferentes frente al necesitado no son los que van a Misa los domingos, no son los que tienen fe y absoluta seguridad en la divinidad de Jesucristo, no son los que saben que fuera de la Iglesia no hay salvación posible (de la Iglesia que Él fundó, claro está, aquella que se mantiene fiel a la Tradición y transmite el Depósito recibido íntegramente, sin inventos ni añadiduras que desfiguran y falsean su Mensaje). Todo lo contrario. Son precisamente estos cristianos los que se preocupan de verdad por los necesitados ... ¡y lo hacen porque en el necesitado ven a Jesucristo! No aman a los demás porque sí, porque son personas, sin más ... sino por amor a Jesús. Esto es lo que les capacita y les da fortaleza para que la ayuda que ofrecen a los necesitados resulte verdaderamente eficaz, tanto en lo natural como en lo sobrenatural ... No es eso, sin embargo, lo que ocurre con aquellos "cristianos" que se dedican a "armar lío" pero a quienes -en el fondo- no les preocupan demasiado los problemas de la gente que sufre. Por supuesto que habrá excepciones ... en ambos casos. Pero lo que sigue siendo cierto es que la mejor ayuda que se puede dar a los demás es el conocimiento de Jesucristo, el cual es mucho más importante que la comida que, por supuesto, es necesaria.
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Más triste aún es la convicción de quienes consideran los propios bienes como signo de predilección divina, en vez de una llamada a servir con responsabilidad a la familia humana y a custodiar la creación.
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Pienso que no son incompatibles. Ante los bienes que hemos recibido, sin mérito alguno por nuestra parte, ¿cómo no estar agradecidos? El bien mayor y la predilección divina -a la que supongo que usted se refiere, aunque en este contexto no lo diga con toda la claridad que sería deseable- es el hecho de haber sido bautizados y de haber recibido la gracia sobrenatural que nos hace partícipes de la misma naturaleza divina, todo lo cual es una señal cierta de que Dios nos quiere de un modo especial. No es soberbia admitirlo, sino manifestación de agradecimiento por ese don inmerecido. Eso en primer lugar. Y en segundo lugar, un cristiano, si lo es de verdad, debe de tener muy claro que todos los bienes que haya recibido son para ponerlos al servicio de los demás, no son para vanagloriarse de ellos. Por supuesto que sí ... Ahora bien: este servicio no se refiere sólo ni principalmente a servir con responsabilidad y a custodiar la creación. El mejor servicio que podemos proporcionar a los demás es hacer todo lo posible porque conozcan y amen a Jesucristo. Y luego viene lo demás, como consecuencia lógica y necesaria.
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El Señor, Buen Samaritano de la humanidad (cf. Lc 10, 29-37), nos interpelará sobre el amor al prójimo, cualquiera que sea (cf. Mt 25, 31-46). Preguntémonos entonces: ¿Qué podemos hacer juntos?
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Por supuesto que tenemos que servir a los demás, pero no hay que engañarlos: tenemos un deber de caridad para con ellos. Una de las obras de misericordia es, precisamente, "enseñar al que no sabe". ¿Y les enseñaría lo mismo un católico que sea fiel a la Tradición de la Iglesia que un protestante, un anglicano o un judío?. Ciertamente no. Sí, que todos sean uno en Cristo, pero siempre dentro de la Iglesia que Él fundó, que es la Iglesia Católica. Sólo esa conversión a la fe católica haría posible la verdadera unidad, aquella que Jesucristo deseaba y desea para todos los hombres. Pero el espíritu "ecuménico" no es, ni mucho menos, católico. La unidad, si es así entendida, es completamente imposible.
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Si es posible hacer un servicio, ¿por qué no proyectarlo y realizarlo juntos, comenzando por experimentar una fraternidad más intensa en el ejercicio de la caridad concreta?
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José Martí