Duración 2:41 minutos
COMENTARIO
¡Sencillamente repugnante, indignante, despreciable, ...! No hay suficientes adjetivos para calificar la abominable atrocidad cometida por esta presentadora contra los niños. Dan ganas de llorar. Y da mucha rabia que se le consientan estas cosas.
Pues que sepa este diablo vestido de mujer que "de Dios nadie se burla" (Gal 6, 7). Es más, en palabras de Jesucristo: "Al que escandalice a uno de estos niños que creen en Mí más le valiera que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueven los asnos y lo hundan en el mar" (Mt 18, 6).
Pues siendo Dios infinitamente rico en Misericordia, es igualmente infinitamente justo. Y estas acciones no quedarán sin castigo.
¡No entiendo cómo los padres de estos niños pueden permitir tal infamia! ...¡ También ellos tendrán que responder ante Dios de este gravísimo pecado que han cometido al permitir la corrupción de sus hijos!
¡No entiendo cómo los padres de estos niños pueden permitir tal infamia! ...¡ También ellos tendrán que responder ante Dios de este gravísimo pecado que han cometido al permitir la corrupción de sus hijos!
Siento una gran pena por estos niños a quienes se les ha hecho perder su inocencia y se les ha hecho creer en la gran mentira del "orgullo" gay. La homosexualidad no es algo de lo que nadie pueda sentirse orgulloso, sino que es un grave pecado contra la Ley de Dios. Es contra natura. No es normal, en absoluto, como esta presentadora les hace creer a estos pobres niños.
Y es que cuando el hombre se separa de Dios, cualquier aberración es posible, hasta el punto de llamar bueno a lo que es malo y viceversa. A todos estos les vendría muy bien leer las palabras del profeta Isaías: "¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, de los que ponen tinieblas por luz y luz por tinieblas, de los que cambian lo amargo en dulce y lo dulce en amargo! (Is 5, 20).
¡Todavía están a tiempo de arrepentirse, mientras viven! Después ya no hay solución: les espera la condenación eterna. Y no porque yo lo diga, sino porque es palabra de Dios:
"¿Es que no sabéis que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los avaros, ni los borrachos, ni los injuriosos, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios" (1 Cor 6, 9-10).
Aquí en España, el gobierno recién estrenado de ultraizquierdas (que sólo anhela el poder, a costa de lo que sea) lo primero que ha hecho, como si ese fuera el problema más importante que tiene esta sociedad, ha sido la implantación de una asignatura, que tendrá carácter obligatorio a partir del próximo curso, denominada valores cívicos, en la que se pretende imponer -sí o sí- la gran mentira de la Ideología de género: un adoctrinamiento en toda regla. Ver aquí
Los padres no deberían de consentirlo, bien manifestándose públicamente, con toda claridad, usando todos los recursos legales que estén en sus manos, comenzando con la Constitución, según la cual es a ellos -y no al Estado- a quienes compete la educación de sus hijos ... o bien, si eso no sirviera para nada, como es de prever ante un gobierno claramente despótico, asistir a las Asociaciones de Padres y Madres (las AMPA), y decidir -a ser posible por unanimidad, aunque esto sea difícil, pues el mal está muy infiltrado-que sus hijos no irán a dicha clase ... ¡aunque los suspendan a todos!
¿Qué vale más? ¿Un aprobado en una falsa asignatura o la defensa de la libertad e integridad de sus hijos? ¿Pueden los padres hacer dejadez de sus derechos y consentir tal atrocidad, porque una "señora" decida que el feminismo es un valor universal? La respuesta es: ¡NO!
Los padres tienen una grave responsabilidad ante Dios y de ellos va a depender el futuro -y también el presente- de sus hijos ¿Qué puede ocurrir? ¿Que suspendan a todos sus hijos en esa asignatura porque no van a acudir a recibir esas clases, por orden de sus padres? ¡Pues que los suspendan! Eso no es grave. Dejar que sus hijos sean adoctrinados en la Ideología de género, en cambio, sí que es grave ... y muy grave.
José Martí
NOTA: Tal y como están las cosas, a nosotros sólo nos queda rezar intensamente -y con lágrimas- para que esta maldad que se está apoderando del mundo desaparezca. Y rezar de un modo muy especial por los padres, para que Dios les dé la fortaleza necesaria para actuar como deben (ahora más que nunca) en lo que concierne a la educación de sus hijos.