No son muchos los que pueden saber esto, pero en el pasado he participado en muchos sínodos vaticanos.
No, nunca fui un padre sinodal, pero fui el organista que acompañó a los Padres sinodales durante la Hora de Tercia. Nunca tuve la oportunidad de intervenir en estos encuentros, y dado lo que he estado escribiendo desde hace algunos años hasta ahora, supongo que no estaré invitado a hacerlo en el futuro.
Ahora que estoy entrando en la etapa de la madurez, tengo algo que decir respecto al próximo Sínodo de la Juventud, al menos en tres cosas. Y puesto que no puedo expresarme durante el sínodo, lo haré aquí.
(1) Jóvenes, no absoluticen su juventud. Es algo pasajero, un tiempo de maduración hacia la edad adulta. Los que elogian a la juventud por sí misma o bien son cínicos o son viejos. Por eso no puedo soportar las “misas juveniles”. Las Misas son para todos, no sólo para un segmento del Pueblo de Dios.
(2) Jóvenes, recuerden que el Papa les dice que sean protagonistas de su historia. No acepten pasivamente lo que los discursos dominantes les hacen creer, incluyendo algunos discursos presentes en nuestra Santa Madre Iglesia. Pidan a la Iglesia que desafíe al mundo, que le haga preguntas, si es necesario, que no se disuelva en el abrazo mortal del mundo.
(3) Jóvenes, experimenten la Tradición. No digo el “tradicionalismo”, sino la Tradición, los tesoros del arte, de la belleza, de la espiritualidad, de la oración y de la cultura que nuestros padres nos han transmitido. Recuerden que los que abrazan la Tradición ven más lejos. Veo cómo mi vida terrenal se vuelve más breve cada día. Ustedes son mi esperanza, ustedes son las piernas que continuarán lo que ustedes y yo hemos recibido.