Las revelaciones que hemos ido conociendo durante el verano, relativas a diferentes escándalos de abusos sexuales en el seno de la Iglesia, desde el depredador sexual McCarrick, ya excardenal, hasta el caso Maradiaga en Honduras, en cuyo seminario intentó suicidarse un joven, y desde Chile hasta Pennsylvania, evidencian que la lacra de los abusos, a pesar del gran empeño de Benedicto XVI para acabar con ella, sigue emponzoñando el rostro de la Iglesia.
Dejo de lado el tema de la pena de muerte, la censura a San Pablo en la misa de Dublín, o la carta en la que el Papa repartía la culpa de los abusos entre todo el pueblo de Dios.
La bomba que publicamos el pasado domingo en InfoVaticana, la carta en la que el exnuncio en Estados Unidos revela que Francisco conocía de las acusaciones contra McCarrick y le levantó las sanciones impuestas por Benedicto XVI, abre dos posibilidades, y solo dos:
- Nos encontramos ante un arzobispo, Viganó, que está mintiendo para acusar a Francisco de un horrendo crimen, haber encubierto y protegido a un pedófilo, y por tanto debe ser sancionado con las penas que contemple el Código de Derecho Canónico
- Es cierto lo que dice Viganó, y resulta que Su Santidad el Papa encubrió, protegió y promovió al cardenal McCarrick a sabiendas de que era un depredador sexual que asaltaba su seminario para buscar jóvenes seminaristas a los que llevarse a la playa para abusar de ellos.
Cualquier análisis de la carta de Viganó que no trate de dilucidar si nos encontramos ante la primera o la segunda posibilidad, es decir, si lo que dice Viganó es verdad o mentira, no es periodismo, no es búsqueda de la verdad, sino que es ideología.
Tratar de desacreditar a Viganó, como están haciendo algunos medios, llamándole mentiroso, recurriendo a historias familiares o a episodios inciertos, no es búsqueda de la verdad, sino que es matonismo.
Defender a Francisco con adulaciones vacías, o diciendo que le atacan porque es "latino", para desviar la atención (ver aquí un ejemplo) de las gravísimas acusaciones que se han conocido y que necesitan una respuesta clara y contundente, como hacen otros, no es búsqueda de la verdad, sino que es papolatría.
Considerar, como sugieren algunos portavoces oficiosos del Vaticano, que porque "no había denuncias de menores de edad, sino solo testimonios de relaciones sexuales con seminaristas" el tema no tenía relevancia para el Papa, no es búsqueda de la verdad, es complicidad.
Señalar con el dedo acusador al que, harto de la omertá, cuenta lo que sabe, y llegar incluso a acusarle de no haberlo contado antes, no es búsqueda de la verdad, es encubrimiento
Atacar a los medios que publicamos en exclusiva la carta el pasado domingo: Marco Tosatti en La Veritá, InfoVaticana y Edward Pentin en el Register, porque 'estropeamos la misa del Encuentro Mundial de las Familias', como han llegado a afirmar algunos, no es búsqueda de la verdad, es clericalismo.
Llegados a este punto, se trata de determinar en qué lado de la historia queremos estar: En el de la búsqueda de la Verdad o en el del encubrimiento de la ponzoña.
Termino con dos consejos del Papa, que creo que respaldan el trabajo que desde InfoVaticana hemos realizado este verano.
Gabriel Ariza Rossy
A continuación algunos de los artículos y editoriales más clarificadores publicados durante el mes de agosto: