En lo que quizá sea la entrevista más torpe e inconscientemente reveladora de los últimos días, el Cardenal Blase Cupich, Arzobispo de Chicago, ha desdeñado el demoledor testimonio del Arzobispo Carlo María Viganò -en el que se le critica- alegando que el Papa tiene “una agenda más amplia”.
El Cardenal Cupich ha calificado las revelaciones del Informe Viganò -descrito en otras informaciones como una ‘bomba nuclear’- como una ‘madriguera de conejo’, es decir, una compleja distracción conspiranoica, añadiendo que el Papa tiene “una agenda más amplia”, como el medio ambiente o la inmigración.
Para acabar de arreglarlo, Cupich insinuó que quienes insisten en que el Papa debe responder a las acusaciones vertidas por Viganò actúan por ceguera ideológica y porque “francamente, no les gusta porque es latino”. Es lo que en el argot del debate político se llama “sacar la carta racial”.
Es difícil acumular tanta torpeza -y tan alarmante- en tan pocas palabras. Políticamente, por ir primero al aspecto menor desde un punto de vista cristiano, es un verdadero prodigio de insensibilidad irresponsable despreciar como “un asunto menor” el abuso sexual de miles de menores o la amenaza judicial que pende sobre toda la Iglesia americana tras la lectura del informe del gran jurado de Pensilvania y la creciente probabilidad de que otros estados emprendan acciones similares.
Por lo demás, Cupich, además de ser citado en el informe como uno de los obispos que fue elegido a dedo por el depredador McCarrick, junto a Tobin, Farrell y Wuerl, y definido como “arrogante”, preside una archidiócesis, Chicago, que será en el futuro investigada por la oficina de la Fiscal General de Illinois. Va a entrar en esa ‘madriguera’, le guste o no.
Como en las declaraciones de todos los obispos americanos afectados que han criticado el documento -Tobin, Weurl, McElroy-, Cupich habla más como un directivo en plena operación de contención de daños que como un pastor de la Iglesia católica, como puede verse por la absoluta ausencia de toda referencia a Dios en su mensaje.
Es solo una palabra, quizá, pero resulta casi deprimente pensar que el Papa tiene, como cualquier líder político o empresarial, una ‘agenda’ en lugar de tener una misión o un ministerio, pero lo devastador es lo que su cardenal, nombrado por él, cite como asuntos más importantes de esa misma ‘agenda’ el medio ambiente y la inmigración, es decir, dos asuntos ajenos por completo a la fe, dos problemas políticos sobre los que el sucesor de Pedro no tiene jurisdicción, ni medios para solucionarlos, ni capacidad.
Es como si Cupich -precisamente Cupich- estuviera confirmando las peores sospechas de quienes recelan de la ‘renovación’ que se prepara, y que por las palabras del cardenal parece una rendición total a los intereses de la opinión política dominante -¿hay un dogma más rígidamente moderno que el Cambio Climático, un asunto tan caro a la opinión progresista mundial que la inmigración masiva?- y un alejamiento de la pretensión sobrenatural de la fe.
Cupich parece, con sus candorosas palabras, confirmar la opinión del Padre Rosica cuando afirmó en un arrebato de adulación que Francisco había llevado a la Iglesia a “una nueva fase” y que sus decisiones no tenían que atenerse a la Tradición o la Escritura.
Carlos Esteban