Debo decir que cuando hace un par de días leí el cambio del punto del catecismo sobre la pena de muerte, tuve la misma sensación de impotencia ante los acontecimientos, que cuando leí hace un par de años el capítulo VIII de AL, que dicho sea de paso supuso para mí el despertar a otra realidad.
Lees que el papa va a cambiar un punto del catecismo, en el momento que más escándalos sexuales entre sacerdotes y seminaristas han salido a la luz y no deja de producirte cierta sensación de tristeza ante el panorama desolador.
Lo primero que pensé fue; debo proteger a mis hijos del papa Francisco. Pero luego ves que el problema no es solo el papa, sino todos sus súbditos que aplauden sus fechorías y los otros súbditos que intentan justificar de la forma más abyecta cualquier dicho y hecho perpetrado por su persona, hasta el cambio de la doctrina de siempre, apoyada en la tradición y en las escrituras.
Como muy bien explica el Padre Aberasturi en su última entrada:
“Bueno: pues ya se ha abierto el melón; y se ha tocado la Doctrina de siempre: de hecho, se ha cambiado algún punto del Catecismo de la Iglesia Católica. El primero. Claro que siempre se empieza por uno: se quita el “tapón” y ya se puede beber y/o verter su contenido. Podrá argumentarse que es un punto de segundo orden, y que además “la sensibilidad” de la cultura actual “lo exigía”, etc., etc. Ya…Nota 1:
Pero esto es como el rascar, que “todo es empezar”. Y ya se ha empezado. Por cierto: a esto se le coge gusto enseguidita; especialmente desde el poder, o desde los contubernios.
Como en las series que están tan de moda hoy, estamos en el cap. 1, de la T1. Habrá más capítulos y más temporadas. Necesariamente. Porque la “pastoral”, especialmente la desnortada, “necesita” credibilidad y honorabilidad para salvar la cara. ¡Por eso precisamente necesita cambiar muchas cosas de la Doctrina y de la Teología! ¡Y las va a cambiar para poder seguir llamando “pastoral” a lo que ya no lo es! Lo otro, cambiar la pastoral sin cambiar la Doctrina ha sido, y es, un tranpantojo y un engañabobos: la gran mentira.”
Uno de los temas que más escalofríos me produce y en el que prefiero no pensar demasiado es que si la Iglesia ha considerado durante dos mil años que, en ciertos casos, es lícita la pena de muerte y para apoyarlo se ha basado en las Escrituras inspiradas por el mismo Dios, una de dos: o Dios estaba equivocado o la Iglesia lleva dos mil años equivocada, interpretando las Escrituras.Y esto nos lleva a la siguiente reflexión: si ha errado en un punto,¿quién nos dice que no ha podido errar en más puntos?
Claramente se ha cometido una tropelía. Como en tiempos del arrianismo surgirán los arrianos y los semiarrianos y quedarán unos pocos fieles que seguirán defendiendo la auténtica doctrina, aun a costa de su vida y de su honra.
Nota 2:
Hoy, en una entrada de blog en el Ministerio New Ways – un grupo de defensa de la “justicia e igualdad para católicos lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT)” – vemos claramente que la compuerta se ha abierto:
Es importante que los defensores católicos de la igualdad LGBT tomen nota de este cambio, porque durante décadas los opositores católicos a la igualdad LGBT argumentaron que es imposible cambiar la enseñanza de la iglesia. A menudo señalaban el hecho de que las condenas de las relaciones entre personas del mismo sexo estaban inscritas en el Catecismo y, por lo tanto, no estaban abiertas a discusión o cambio. Sin embargo, la enseñanza sobre la pena de muerte también está en el Catecismo, y, de hecho, para hacer este cambio en la enseñanza, fue el texto del Catecismo el que Francisco cambió.(https://translate.google.es/translate?hl=es&sl=en&u=https://onepeterfive.com/&prev=search)El tsunami del modernismo ha entrado de lleno en la Iglesia, ¿quien protegerá la buena doctrina?
El Oriente en llamas