Qui tacet, consentire videtur, Viganò ataca de nuevo y van dos
Iniciamos el día con la nueva sorpresa, o no tanta para quienes conocen bien a Viganò, de una nueva carta, sin moverse un ápice de sus principios y ratificándose en todo con mucha más fuerza que hace un mes. Podemos decir que está crecido.
Son acusaciones tan serias y razonadas que alargarlas en el tiempo sólo puede complicarlo todo. Nos suponemos que no estará en vigor el decreto de Bonifacio VIII (Decretale di Bonifacio VIII, Libro V, Tit. 12, reg. 43) «Qui tacet, consentire videtur», que podemos traducir como «quien calla parece que otorga», indicando que quien no responde a una pregunta que le viene propuesta significa que comparte su contenido: es el viejo principio de silencio = asentimiento.
La historia de la humanidad es sabia y fuente de sabiduría y sin duda ilumina los sucesos que estamos viviendo. El silencio en temas tan serios no hace otra cosa que dar la razón al acusador. Mucho nos tememos que tendremos mucha más información antes del turrón y mucho antes de la reunión de ‘presidentes’ del lejano febrero, casi marzo de 2019. A estas alturas de la película, vistos los nerviosismos y silencios, nadie duda de la veracidad del contenido del testimonio y sólo es cuestión de tiempo que tengamos los documentos en la mano.
Viganò le pide al cardenal Marc Oullet un imposible. Es evidente que Oullet sabe, con precisión, tantas cosas por su delicado cargo. Los informes de los nombramientos de obispos pasan todos por sus manos y él bien sabe que, en estos últimos tiempos, se han dejado de lado demasiadas cosas, porque ha primado la ideología del candidato sobre sus cualidades morales, demasiado conocidas. Se está queriendo imponer al pueblo de Dios, con el que nunca se cuenta para nada, a unos obispos que son nombrados con defecto de fábrica y ya son demasiados los casos de devolución.
La ordenación sacerdotal, no digamos la episcopal, son cosas serias, muy serias; y en la Iglesia actual se ha frivolizado demasiado. Dejando a un lado la teoría de que la culpa es del demonio, el gran acusador, que actúa a través de seres humanos concretos, salvo que se demuestre una infestación o posesión diabólica -que todo es posible- alguna responsabilidad personal queda.
El tambaleante pontificado se quiere salvar echando la culpa a los anteriores pontífices. En Roma hasta las piedras saben que Papa Benedicto era inflexible y analizaba las cosas a fondo. En este caso sí es justo afirmar que era rigorista empedernido y nunca hablaba de ningún gran acusador y alucinaciones similares. Baste recordar el caso Maciel que fue bloqueado y entonces el Papa actuó de forma inmediata (1)
Papa Francisco se ha empeñado en no investigar los casos de cardenales abusadores y hoy sabemos que el pretendido tribunal para abusos de obispos fue bloqueado directamente por él.
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(1) El 19 de mayo de 2006 la Santa Sede confirmó que el papa Benedicto XVI había ordenado al padre Maciel que se abstuviera de ejercer su ministerio públicamente para llevar «una vida de oración y penitencia». De esta manera le prohibió el ejercicio del sacerdocio luego de ser acusado de abuso sexual contra seminaristas. (Wikipedia)