Se trata de un acuerdo que deja desolados a los fieles chinos leales a Roma, que durante décadas han sufrido persecución, discriminación y martirio por no ceder e integrarse en la falsa iglesia católica creada y controlada por el Partido Comunista, la Iglesia Patriótica China (IPC). Roma, que en su día condenó esta farsa, excomulgando a sus prelados, aceptará ahora como válidas sus ‘órdenes’, forzando a abdicar al menos a siete obispos que se han mantenido fieles.
El Vaticano lleva tiempo gestando este acuerdo, del que hemos hablado en otras ocasiones en estas mismas páginas, bajo la dirección de Parolin y usando con discreción los servicios de altos jerarcas de la Iglesia.
Curiosamente, uno de los mayores entusiastas del acuerdo que está a punto de anunciarse fue el defenestrado Theodore McCarrick, en aquellos tiempos en los que Francisco hacía abundante uso de sus servicios como diplomático, ignorando el retiro al que supuestamente le habría relegado su predecesor, Benedicto XVI.
McCarrick llegó a dar conferencias en Washington una década atrás urgiendo al Vaticano a reconocer la IPC, para asombro de quienes le escuchaban. Parece que ahora el Vaticano ha atendido su sugerencia.
El acuerdo obligaría a Pekín a reconocer al Papa como cabeza de los católicos de China a cambio del reconocimiento del Vaticano de los obispos chinos excomulgados. Siete obispos de la IPC, nombrados por el Partido Comunista al margen de Roma, deberán ser reconocidos como prelados de la Iglesia Católica.
Es un pacto que no solo fuerza a Roma a llamar obispos a cismáticos nombrados a dedos por funcionarios comunistas, sino que se ha alcanzado con no poco dolor. Durante las difíciles negociaciones, el gobierno de Pekín, lejos de suavizar su persecución de católicos, la ha incrementado sensiblemente, así como la demolición de templos católicos y la retirada de símbolos religiosos.
Incluso se ha llegado a la paradoja esta misma semana de que Pekin haya bloqueado para sus súbditos el acceso por Internet a varias publicaciones más o menos directamente dependientes del Vaticano, como Vatican News.
El diario británico The Telegraph ha estado con un grupo de católicos chinos para pulsar su reacción, que ha sido unánimemente de absoluta desolación. “Es posible que Roma nos traicione”, comenta al diario el padre Dong Baolu, rodeado de sus feligreses en Shijiazhuang, en la provincia de Hebei. “Si sucede, renunciaré. No me uniré a una Iglesia controlada por el Partido Comunista”.
Carlos Esteban