La muerte de Jesucristo supone en un primer momento la decepción y la dispersión. Todo parecía acabado y sin embargo todo estaba empezando. A los ojos humanos la Cruz es el mayor fracaso de la historia pero eso no cuenta y los hechos lo demuestran.
Estamos delante de una guerra demasiado humana. Se habla poco de fe y mucho de poder. Se presenta como una guerra de partidos tan ajena a los que Dios significa en la vida del ser humano.
Tampoco podemos desentendernos del drama de la iglesia de nuestro tiempo, es la nuestra y no tenemos otra. Dios nos pedirá cuentas y cuenta con nosotros, sobre lo que hemos hecho. La oración es imprescindible pero no son tiempos de cobardías sino de dar un paso adelante en la defensa de nuestra casa y de nuestra fe. Son demasiados dentro y fuera los que la quieren destruir.
Hoy tenemos un interesante artículo que propone la eliminación de la homilía. Sin entrar en el acierto o no de la decisión tenemos que tener muy claro que la Misa no es la homilía u que aunque no exista no perdemos gran cosa.
Hoy no tenemos grandes novedades en las noticias. Siguen los silencios y siguen los cabreos. Las defensas absurdas y las acusaciones genéricas. Podríamos decir que todo muy humano pero a la vez todo muy divino. Si Dios permite todo esto es por nuestro bien que sin duda que ya se está produciendo.
Mientras las páginas de información religiosa intentan retomar una marcha más o menos normal y nos hablan del Creato y su jornada y de seguir la agenda de la Naciones Unidas para salvar el planeta, los efectos del testimonio Viganò no cesan y siguen con fuerza los argumentos de apoyo y condena.
La inmensa mayoría de los sacerdotes saben que no estamos aquí para salvar el planeta, ni para cambiar gobiernos, ni para limpiar los océanos de plásticos, ni para ser militantes de progresismos o tradicionalismos. Para eso nadie se hace cura, hay otros caminos. Estamos para empujar hacía Dios a los hombres y por supuesto mujeres, de nuestro tiempo, y esto a tiempo y a destiempo. Si perdemos esto de vista no es que la iglesia se caiga simplemente no es la iglesia lo que se cae y cuanto antes se caiga mejor para todos.
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” (Mt 15, 8-9)
Specola