«¿Es posible alguna vez que a nadie le importe la Verdad?». Estas cordiales palabras pronunciadas por el cardenal Caffarra pocos meses antes de morir son más que nunca actuales para plantearse frente a la gravísima crisis que está experimentando la Iglesia.
«¿Es posible alguna vez que a nadie le importe la Verdad?». Me parece ver todavía frente a mí al cardenal Carlo Caffarra, pocos meses antes de morir, profundamente dolorido por todo lo que estaba sucediendo en la Iglesia, por “esa confusión que sólo un ciego no ve”.
No era una rendición, sino el no quedarse tranquilo ante la ignorancia de muchos de sus hermanos que, frente a la desorientación de los fieles, preferían la tranquilidad de lo eclesialmente correcto antes que arriesgar algo por la Verdad. En ese momento el tema era el que estaba ligado a los Dubia, en los que – junto a los cardenales Brandmuller, Meisner y Burke – Caffarra pedía al Papa aclarar algunos puntos de la exhortación apostólica Amoris Laetitia que estaban favoreciendo decisiones pastorales contrarias a la doctrina.
Lo que lo entristecía profundamente es que algunos hombres de Iglesia, y sobre todo ciertos vaticanistas, lo etiquetaban como “enemigo” del Papa u “hostil” a éste.
Lo que lo entristecía profundamente es que algunos hombres de Iglesia, y sobre todo ciertos vaticanistas, lo etiquetaban como “enemigo” del Papa u “hostil” a éste.
Precisamente él, que habría dado la vida por el Papa, y en el fondo, la ha dado porque su corazón no reaccionó frente al dolor por todo lo que sucedía y a las humillaciones sufridas. Pero también decía que “es deber de los cardenales advertir al Papa cuando se equivoca”. Y en efecto, también esto es defender al Papa y su oficio petrino.
Exactamente como hizo san Pablo con san Pedro: al oponérsele sobre la cuestión de las costumbres judías que Pedro quería imponer a los paganos, lo ayudó en su ministerio de cabeza de los apóstoles. Lo defendió de esa manera.
El Señor reservó al cardenal Caffarra otros dolores más profundos, que los que la crisis actual seguramente le habrían infligido. Pero estoy convencido que el ex arzobispo de Bolonia volvería a proponer hoy, en la misma forma, frente a la crisis actual esa pregunta suya: «¿Es posible alguna vez que a nadie le importe la Verdad?» .
El Señor reservó al cardenal Caffarra otros dolores más profundos, que los que la crisis actual seguramente le habrían infligido. Pero estoy convencido que el ex arzobispo de Bolonia volvería a proponer hoy, en la misma forma, frente a la crisis actual esa pregunta suya: «¿Es posible alguna vez que a nadie le importe la Verdad?» .
Allí donde la Verdad no está simplemente para una “reconstrucción exacta de los hechos”, sino para lo que Cristo ha revelado a los hombres y entregado a la Iglesia para custodiarlo: es la verdad sobre el hombre, sobre su Creación y sobre su destino; y sobre la salvación propuesta a cada uno de nosotros.
Esto es lo que hoy está en discusión: no simplemente una corrupción moral, ya gravísima de por sí, sino la subversión de todo lo que Dios nos ha revelado en Cristo.
Esto no quita que la afirmación de la verdad sobre el hombre debe necesariamente hacer las cuentas también con la realidad del mal, lo debe reconocer, lo debe juzgar, lo debe alejar. Exactamente como acontece para cada fiel en el sacramento de la Reconciliación. El Papa, los cardenales y los obispos: nadie puede quedarse afuera.
La gravedad de los hechos presentados no puede ser suprimida con declaraciones formales de apoyo al Papa.
La gravedad de los hechos presentados no puede ser suprimida con declaraciones formales de apoyo al Papa.
Intentar reducir la cuestión Viganò a una conspiración tradicionalista contra el papa Francisco sólo hace el juego a quienes quieren encubrir la red de complicidad y apoyo a quienes en estas décadas han cometido abusos sexuales de todo género, así como continuar condenando la pedofilia cuando el verdadero problema es la homosexualidad difundida en el clero, con un lobby homosexual que tiene ahora una posición dominante en la Iglesia.Todo católico tiene el derecho y el deber de oponerse a estas derivaciones. Criticar con vehemencia, enlodar con todo tipo de calumnia a monseñor Viganò evitando afrontar las cuestiones serias y ciertas planteadas en su memorial no significa “estar con el Papa” o promover el bien de la Iglesia.
Por el contrario, significa ocultar un tumor que de este modo no puede hacer otra cosa que crecer. Tener al Papa en el corazón, y sobre todo al papado, requiere más bien un fuerte reclamo a la Verdad para enderezar la barca antes que el escándalo agobie todo y a todos.
Publicado originalmente en italiano en lanuovabq.it/it/ci-ha-insegnato…
Traducción a español por: José Arturo Quarracino
Publicado originalmente en italiano en lanuovabq.it/it/ci-ha-insegnato…
Traducción a español por: José Arturo Quarracino