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martes, 18 de septiembre de 2018

Papa y abusos: aquí es donde están los falsificadores de la palabra (Marco Tosatti)



Hay un hecho, muy simple, al que se debe dar una respuesta, de la que depende la credibilidad del Papa: ¿el 26 de junio de 2013 monseñor Viganò informó realmente al Papa del caso McCarrick? Tienen derecho a saber millones de católicos. Pero por el contrario, la habitual banda de falsificadores de las palabras, apenas alguien se hace esta pregunta, buscan desacreditar al que plantea las cuestiones, dándoles segundos, terceros y cuartos fines innobles.

“El papa Francisco se reunirá en el Vaticano con todos los presidentes de las Conferencias Episcopales, desde el 21 al 24 de febrero próximo, ‘para hablar de la prevención de los abusos contra los menores y los adultos vulnerables’”. De este modo, Vatican News, que informa las palabras de la vicedirectora de la sala de prensa vaticana, Paloma García Ovejero, en la sesión informativa llevada cabo al término de la reunión del C9, el Consejo de Cardenales para la reforma de la Curia romana.

Luego leemos un editorial de Avvenire, en el que Stefania Falasca recomendó, “para no permanecer desorientados por los falsificadores de la palabra que asedian la actual estación eclesial”, que es saludable “seguir el magisterio ordinario del sucesor de Pedro. El Papa no es un personaje. En su predicación ordinaria no habla de sí mismo”.

Falasca afirma que “se multiplican los síntomas de un mal que parecen propagarse como una crisis de neurastenia colectiva, donde todo se convierte en materia de denigración y recibe una interpretación de izquierda, que llega incluso a considerar normal y lícito pedir la renuncia del Papa como si fuese el jefe de una empresa o de un partido”.

Falsificadores de la palabra. Aquí, mientras leíamos esta frase, pensábamos en McCarrick, en Tegucigalpa, en Boston y su seminario, y en muchos otros casos en Alemania, Chile, Estados Unidos e incluso en Italia, aunque por ahora, para nosotros, las denuncias son sólo tenues, anónimas. Una crisis que, como ha sido afirmada por varias partes, se refiere a la “homosexualidad generalizada” del clero y de los obispos; Pero de eso la institución no habla. No lo menciona el comunicado para la reunión de febrero (¡febrero! Estamos en septiembre...) de las conferencias episcopales, ni siquiera el Papa la ha mencionado en carta a los obispos chilenos, y en las otras intervenciones, no hablan de ello las fuentes oficiales. ¿Por qué? ¿Qué es lo que no se quiere decir? ¿Somos malos si pensamos que hay “falsificadores de la palabra” por omisión, intencional? ¿Para cubrir a quién y qué?

Falasca tiene razón, que aconseja seguir el magisterio ordinario. Pero por desgracia, el Pontífice es también una persona, que como cualquiera, tiene mayor o menor credibilidad, dependiendo de la correspondencia entre lo que dice y lo que hace. Y es por eso que es tan importante, para mí, y para millones de otras personas, saber si realmente monseñor Viganò le dijo al pontífice el 26 de junio de 2013 quien era y lo que había hecho y hacía Thedore McCarrick. Porque si es verdad que el papa Bergoglio no sólo no hizo nada, sino que lo rehabilitó, y ha seguido sus consejos para las promociones y nombramientos en Estados Unidos, premiando a amigos y alumnos de McCarrick, su credibilidad, cuando en febrero presida esta enésima conferencia vaticana, no será igual a la de la que podría gozar si Viganò hubiese mentido o se hubiera equivocado.

Es por eso que se entra por defecto en la banda de los falsificadores de palabras, cuando en vez de tratar de averiguar si esto -un hecho, no una opinión- es verdad o no, se llena de palabras con complots y ataques al Papa y todo lo demás. En las democracias, donde la palabra es libre, se puede pedir cuentas a la autoridad de la realidad o no de un acontecimiento. En los regímenes, no. Y un pedido de transparencia y verdad es inmediatamente etiquetado como un asalto a la figura guía carismática, al “pequeño padre”, al “gran timonel”, y así sucesivamente. Y los falsificadores de palabras que reaccionan inmediatamente buscan desacreditar a los que plantean las cuestiones, atribuyéndoles normalmente segundos, terceros y cuartos fines innobles. También hemos visto esto.

Porque al permitir que se pierda la renuncia es la credibilidad personal y humana del pontífice la que está en juego. Y eso representa un drama para muchos católicos, y quizás también para algunos no-católicos. Por esta razón los falsificadores de la palabra evitan, en sus largas disertaciones y análisis, tocar este punto. A lo cual el silencio, de todas maneras adornado y adornado, no constituye una respuesta. Un mono vestido de seda sigue siendo un mono. De manera vaga, el C9 eclipsa la posibilidad de que la Santa Sede formule “las aclaraciones eventuales y necesarias […] frente a todo lo que ha sucedido en las últimas semanas”.

Mientras tanto, también entre los detractores más encendidos del arzobispo Viganò se admite ahora que “es evidente que el ex nuncio en Estados Unidos ha citado fechas y documentos que están en su posesión (o han pasado bajo sus ojos), sobre los cuales no hay motivo para dudar”. Una admisión importante. ¿Y si ni siquiera estuvo equivocado en la audiencia el 26 de junio de 2013 con el papa Bergoglio? Las “aclaraciones” son centrales también y, tal vez, sobre todo en esta ocasión.

Publicado originalmente en italiano en: in www.lanuovabq.it/it/papa-e-abusi-ec…

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

Marco Tosatti