Explica por qué cree que era su deber hablar pese al juramento de secreto, ya que el propósito del secreto es proteger a la Iglesia de sus enemigos, no amparar y convertirse en cómplice de crímenes de sus miembros.
Se confirma en su acusación principal: que explicó con detalle a Francisco lo perverso y vil que era McCarrick y que el Papa, en lugar de tomar medidas, lo rehabilitó y le encomendó misiones en EEUU, en la Curia e incluso en China.
Señala la contradicción del Papa de no decir una sola palabra y dedicar luego varias homilías a presentarse como Cristo en su silencio y a presentarle a él, Viganò, como Satán, el Gran Acusador.
Apunta a las revelaciones de que Francisco participó en el encubrimiento de casos o bloqueo de investigaciones sobre abusos (Grassi, Inzoli, Cormac Murphy-O’Connor)
Recuerda a Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, que fue él quien le habló de la sanción de Benedicto contra McCarrick y le anima a hablar y a mostrar los documentos pertinentes.
Carlos Esteban