SPECOLA, 6 de octubre de 2018 (Selección)
Las noticias de hoy se centran en el Sínodo, o mejor, en los alrededores del Sínodo.
Viganò sigue presente, a pesar de no haber sido invitado a ser padre sinodal. Su testimonio y las consecuencias que le han seguido están marcando muchas de la actuaciones. Mientras no se aclare toda la situación de complicidades y silencios que han hecho posible la permanencia por decenios de una auténtica red de poder homosexual, suena muy feo recomendar a los jóvenes que se acerquen a la iglesia.
Es increíble que, a estas alturas, se siga hablando del problema de la pedofilia, cuando el verdadero problema es otro bien distinto del que no se quiere ni pronunciar el nombre. Si lo que el sínodo quiere ofrecer a los jóvenes es lo mismo del mayo del 68, pero con decenios de retraso, estamos ante un absurdo histórico.
(...) Los textos evangélicos son muy claros. La compresión con la debilidades humanas, las que sean, siempre tienen que estar presente, pero legalizar el pecado conduce a la desaparición de la Iglesia, por ser absolutamente innecesaria. La iglesia no puede ser un territorio de riesgo para los niños y los jóvenes: a esto hemos llegado. Mientras no se disipen las dudas, y con el silenció sólo se están incrementando, no hacemos nada.
El tiempo del Papa Francisco se está agotando y la huida hacia adelante que estamos presenciado no puede traer ninguna solución. Las estadísticas no son dogma de fe, pero cuando son favorables nos gustan; y el cambio que estamos viendo, en lo que afecta a la persona del Papa Francisco, es terrible. La gregoriana nos presenta un master sobre cómo luchar contra la pedofilia (nos suponemos que con San Miguel muy presente) pero éste no es el problema. La infiltración homosexual en la iglesia ha alcanzado de lleno al sacro colegio y corremos el riesgo de que el próximo conclave cuente con electores y candidatos muy poco fiables y llenos de ‘pecados originales’.
El pueblo de Dios tiene el derecho y la necesidad de estar cabreado y no entiende la falta de fortaleza y de trasparencia en esta situación. Marx, el cardenal, propone endurecer el derecho canónico y ajustarlo al civil. El problema es que no se ha aplicado la normativa existente y el cambio de nada servirá si quien tiene que aplicarlo está ausente; el derecho no es lo que ha fallado. Todo suena a querer quedar bien diciendo que no se ha hecho más porque no estaba previsto y esto es radicalmente falso.
Specola