Tres han destacado: acompañamiento, escucha y apertura. Nada que objetar a ninguno de los tres, salvo que uno debe saber a qué y cómo acompaña, qué escucha y a qué se abre. Es decir, que los tres conceptos están vacíos, no son nada en sí mismos y valen no ya para cualquier religión, sino para cualquier ideología.
En definitiva, en algún momento hay que definir realidades espirituales concretas que den sentido a ese acompañamiento -también se puede acompañar al infierno, por ponernos tremendos , a esa escucha y a esa apertura, o lo mismo será escuchar a un charlatán o abrirse al hedonismo.
No ayuda mucho a matizar que también nos aconsejara aprender de los jóvenes a “caer en posturas moralistas o elitistas”. Honradamente, no veo en qué sentido pueden ‘los jóvenes’ enseñarnos eso. Si hemos de juzgar por las redes sociales, donde los jóvenes tienen una presencia desproporcionada, no puede decirse que anden en general ayunos de ‘moralismo’, bien al contrario, aunque su moral no sea exactamente la católica.
De hecho, uno de los puntos fuertes de esta primera semana, llamémosle voz de alarma, ha sido la declaración del arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, cuando ha advertido contra esa manía, tan de electoralismo político, de halagar a los jóvenes insistiendo en que todos, incluso la Iglesia, tenemos que aprender de ellos.
“Esto es halago vacío, y enmascara una pérdida de confianza adulta en la belleza y el poder perennes de las creencias que hemos recibido”, dijo. “En realidad, los jóvenes son demasiado a menudo productos de la edad, modelados en parte por las palabras, el amor, la confianza y el testimonio de sus padres y maestros, pero profundamente hoy por una cultura que es, a la vez, profundamente atrayente y esencialmente atea”.Perfecto, salvo en el sentido de que Chaput parece estar tomándose muy en serio que muchos consideran una distracción o una coartada y que aburre profundamente a los periodistas destacados en el Vaticano, deseosos más bien de noticias sobre encubrimiento de abusos.
Si los jóvenes pueden tener algún interés en acercarse a la fe es porque buscan respuestas y certezas; quieren escuchar, mucho más que ser escuchados. Y, desde luego, con toda una sociedad de consumo que vocifera en sus oídos, lo último que necesitan es que se les anime desde la Iglesia a huir del ‘moralismo’ -de la moral cristiana, imaginamos- o a mostrar aún mayor apertura.
Nuestra sociedad camina a toda velocidad hacia la descristianización total, y en ese sentido se pueden establecer interesantes analogías con el principio de la predicación cristiana, los factores que hicieron que una extraña secta judía se extendiera por todo el sofisticado Imperio Romano hasta conquistarlo.
Por supuesto que habría acompañamiento, apertura y escucha, pero con un contenido, y un contenido innegociable que cambiaba sus vidas radicalmente y por el que estaban dispuestos a morir. Y algo así es lo que necesitan, si no quieren, los jóvenes de cualquier época.
Carlos Esteban