Hoy hemos tenido una rueda de prensa colorida o, por emplear una palabra más a la moda, ‘diversa’, con el arzobispo de Manila, cardenal Chito Tagle, el cardenal birmano Charles Maung Bo, de Yangon, el obispo de Dolisie, en el Congo, Bienvenu Manamika Bafouakouahou, el delegado de la juventud Joseph Sapati Moeono-Kolio, de los Pacific Climate Warriors, y nuestro segundo jesuita favorito, Antonio Spadaro.
La noticia, ya sabida, la ha dado el responsable de las comunicaciones vaticanas, el laico Paolo Ruffini: el Documento Final ya está en manos de los obispos, y mañana podrán introducir enmiendas.
Lo demás ha sido una orgía de sentimentalismo y buenas vibraciones, de las que Tagle es el consumado maestro, a la que ha puesto el severo contrapunto Edward Pentin, del National Catholic Register, al hacer notar que la doctrina moral de la Iglesia parece haber estado conspicuamente ausente de este sínodo. Su comentario ha tenido la virtud de suscitar la respuesta más breve de la rueda de prensa y, juraríamos, la intervención más corta que jamás haya tenido Tagle: “En mi círculo lo hemos tratado”. Fin.
Joseph Sapati Moeono-Kolio nos ha informado de que Jesús es “lo que nos diferencia de cualquier otra ONG”. OTRA ONG. Las demás ONG, aparte de la Iglesia. Vaya.
También ha tenido a bien compartir con nosotros su noción de que “Jesús era el humanitarista definitivo, el campeón de los pobres, los vulnerables, el campeón definitivo contra la injusticia”, lo que me ha hecho recordar la anécdota de la escritora Flannery O’Connor sobre la Eucaristía en una cena de intelectuales. La resumo: O’Connor había sido invitada a una velada de escritores, todos educadamente agnósticos, uno de los cuales, probablemente en deferencia al catolicismo de la novelista sureña, empezó a recordar con lírica emoción su Primera Comunión y cómo seguía valorando la Eucaristía como un símbolo de… En ese momento, O’Connor, que se había mantenido callada toda la noche, saltó: “Pues si la Eucaristía es un símbolo, al infierno con él”.
Que es exactamente lo que se me ocurre cuando alguien presenta a Jesús como cualquier otra cosa que no sea como el Redentor, Dios hecho hombre. Si era sólo un rabino humanitario de hace dos mil años, con ideas muy interesantes sobre la conveniencia de amar al prójimo y, presumiblemente, salvar al medio ambiente, ejecutado de modo trágico por un malentendido con las autoridades, sinceramente, no me interesa lo más mínimo. Y, creo, tampoco a mis lectores. En cuanto a “campeón de los pobres y adalid contra la injusticia”, apenas ha habido en el último siglo sinvergüenza o genocida que no se haya presentado con esos títulos.
Bienvenu Manamika Bafouakouahou nos cuenta que la explotación de los recursos naturales de África por parte de las multinacionales es la causa raíz de la emigración: “Los jóvenes abandonan la tierra porque la tierra ya no les da sustento”. Me cuesta creerlo pero, aunque fuera cierto hasta la última coma, no es una opinión que un obispo esté más autorizado a ofrecer que cualquier otro mortal.
También le han preguntado por el tema estrella del sínodo, las siglas de las que hablábamos antes y de las que, me temo, tendremos que seguir hablando una buena temporada. El desventurado monseñor no sabía por dónde salir porque, como ha empezado por reconocer, eso no es “una prioridad” en África. Más bien. Cuando uno vive bajo regímenes insondablemente corruptos y violentos y en medio de la pobreza, el “acompañamiento” de los católicos gays no suele ser una prioridad de la Iglesia local. Por ahí son más de hablar de Cristo.
Tagle ha puesto la nota emotiva… Tachen eso: Tagle ha puesto la nota más emotiva, al quedar ahogado por la emoción en mitad de su intervención explicando cuánto ha aprendido personalmente en este sínodo con las experiencias de los jóvenes. De hecho, ahora que caigo, he oído tantas veces, durante la preparación de este sínodo y en su desarrollo, hablar de cómo van a escuchar a los jóvenes y aprender de ellos, de cómo los jóvenes tienen tantísimo que enseñar a la Iglesia, que me sorprende que un solo joven pueda acercarse a la Iglesia en busca de enseñanza y no de un púlpito donde adoctrinar a los prelados.
Ha acabado Tagle por decir que “el sínodo no pretende dar respuestas y soluciones claras, porque la vida no es clara”. Acabáramos. Pero para eso quizá hubiera sido mejor no montar todo este jaleo, que habrá costado lo suyo. Si ni siquiera la Iglesia tiene respuestas claras, el Esplendor de la Verdad, todo este ‘show’ resulta un tanto obsceno y fraudulento. Otra opción es que sea la mente de Su Eminencia la que no se aclare.
Spadaro ha empezado al modo Umbral, hablando de su libro ‘La Saggezza del Tempo’, que ha presentado mostrándolo a las cámaras. Bueno, en realidad el autor es el Papa Francisco, pero ustedes me entienden, ¿verdad? También sale Martin Scorsesse.
El director del órgano de los jesuitas, La Civiltà Cattolica, ha pasado luego a hablar de sí mismo -otra vez-, al recordar la primera entrevista que le hizo al Papa en 2013 y cómo sólo ahora, cinco años después, empieza a vislumbrar a qué se refería con una respuesta que le dio el Santo Padre sobre su visión sinodal, cómo veía el funcionamiento de los sínodos como algo indeseablemente ‘estático’ y cómo lo quería él, como “el pueblo, los obispos y el Papa” caminando juntos.
Los más cercanos al Papa, al menos los de segunda fila, tienen a veces una tendencia a hablar de él como si lo hicieran de un oráculo o una aparición que pone los pelos de punta, como cuando el padre Thomas Rosica dijo aquello de que con Francisco se abre una etapa totalmente nueva de la Iglesia y de cómo él está por encima de la Tradición y la Escritura. O el propio Spadaro en la rueda de prensa de la que hablamos, cuando ha dicho que “este sínodo es un milagro”. Claro que, a juzgar por el nivel de los milagros que ahora se exigen en las canonizaciones modernas, quizá podría colar como uno.
Christopher Lamb, del británico The Tablet, preguntó al fin a Tagle que si las siglas, esas siglas, aparecerán en el documento final, y el filipino respondió que tiene “la corazonada” de que sí, que estará. Nosotros, sin ser cardenales ni obispos, ni siquiera diáconos, pensamos que también.
Se hace tedioso: se discutió si el sínodo era demasiado ‘eurocéntrico’, se habló de ‘diversidad’. En fin, menos de la salvación de las almas -única razón de ser de toda la estructura eclesial- se habló de casi todo. De casi todo lo políticamente correcto, al menos.
El único alivio cómico de la jornada lo ha puesto un periodista en respuesta a la tirada lírica del padre Spadaro sobre el regreso a la Iglesia Sinodal de los primeros siglos, al plantear la siguiente pregunta retórica: “¿Me permite recordarle que los sínodos diocesanos en la Roma de la Era Patrística eran un caos, en los que los padres sinodales se mataban literalmente unos a otros?”.
Buen punto.
Carlos Esteban