El cardenal Gerhard Müller, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2012-2017), le ha concedido a LifeSiteNews una entrevista en la que analiza en profundidad los problemas de la actual crisis de abuso sexual clerical. En esta discusión sobre la crisis de los abusos, Müller no teme señalar que la Iglesia necesita abordar el problema de la homosexualidad practicada en las filas del clero, diciendo que “en ningún caso se puede tolerar la conducta homosexual de los sacerdotes”.
Afirma, sin embargo, que los líderes de la Iglesia católica todavía subestiman este problema. El prelado afirma: “Que McCarrick, junto con su clan y una red de homosexuales, haya sido capaz de causar estragos de modo mafioso en la Iglesia está relacionado con el hecho de haber subestimado la depravación moral inherente en los actos homosexuales entre adultos”.
El cardenal Müller también desafía al Vaticano por no haber llevado a cabo investigaciones serias desde el principio, cuando surgieron los rumores sobre McCarrick, y dice que se necesita una disculpa pública. Escribe que “es evidente que debe salir a la luz una explicación pública sobre estos hechos y las conexiones personales, así como también una respuesta a la pregunta de cuánto sabían las autoridades de la Iglesia involucradas en cada paso; dicha explicación podría muy bien incluir una admisión sobre una evaluación errónea de personas y situaciones”.
El Cardenal Müller critica como un “error desastroso” los cambios en el derecho canónico introducidos con el Código de Derecho Canónico de 1983: ahora, cuando se trata de delitos sacerdotales contra el Sexto Mandamiento, ya no se menciona la homosexualidad como delito y el conjunto de sanciones contra un sacerdote abusador es menos riguroso.
Volviendo al tema de la crisis de los abusos, el prelado alemán explica que, en la Iglesia, “no se quieren ver las verdaderas causas de esta parte de la crisis, por lo que las encubre con la ayuda de frases propagandísticas del lobby homosexual. La fornicación con adolescentes y adultos es un pecado mortal que ningún poder en la tierra puede declarar que es moralmente neutral”. Llama a la ideología “LGBT” dentro de la Iglesia “atea” y añade, a la luz del reciente Sínodo sobre la Juventud en Roma, que el término “LGBT”, “no tiene lugar en los documentos de la Iglesia”.
Además, el cardenal Müller, a la luz de su gestión más estricta de los casos de abuso sexual cuando era el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se pregunta si en el Vaticano había un lobby homosexual, que se alegró al ver que le despedían: “Podría ser que les haya complacido que yo ya no tengo la tarea, en la Congregación para la Doctrina la Fe, de lidiar con los delitos sexuales, especialmente de los cometidos con adolescentes varones”.
Discutiendo las posibles razones de su repentino despido de la Congregación para la Doctrina de la Fe –sobre el que el Papa Francisco nunca le dio ninguna explicación-, el cardenal Müller reitera su defensa de la doctrina católica sobre el matrimonio con respecto a la exhortación post-sinodal del Papa Francisco, Amoris Laetitia. Dice: “Amoris Laetitia tiene que estar absolutamente de acuerdo con la Revelación, y no somos nosotros los que tenemos que estar de acuerdo con Amoris Laetitia, al menos no en la interpretación que contradice, de manera herética, la Palabra de Dios. Y sería un abuso de poder disciplinar a quienes insisten en una interpretación ortodoxa de esta encíclica y de todos los documentos magistrales papales”.
El cardenal alemán recuerda el acertado papel del Papa como guardián de la fe cuando dice: “El Magisterio de los obispos y del Papa está bajo la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura y la Tradición, y le sirven a Él. No es en absoluto católico decir que el Papa, como persona individual, recibe directamente del Espíritu Santo la Revelación y que ahora puede interpretarla según sus deseos, mientras que todos los demás deben seguirle ciegamente y en silencio”.
Entrevista completa con el cardenal Gerhard Müller
Maike Hickson (MH): Los obispos de los EE.UU. acaban de terminar su reunión de otoño en Baltimore, donde no se les permitió votar sobre las directrices nacionales relativas a la participación episcopal en casos de abuso sexual (ya sea por comisión, por omisión o encubrimiento), porque el Vaticano les dijo que no lo hicieran. Las nuevas directrices contenían un código de conducta y preveían la creación de un organismo de supervisión dirigido por laicos para investigar a los obispos acusados de mala conducta. Muchos católicos en los Estados Unidos estaban esperando pasos concretos, y ahora están indignados. ¿Usted cree que esta decisión es sensata, o cree que los obispos de los Estados Unidos deberían haber podido establecer sus propias directrices y comisiones nacionales, tal como han hecho los obispos franceses este mes?
Gerhard Müller (GM): Se tiene que hacer una distinción estricta entre los delitos sexuales y su investigación por la justicia secular -a los ojos de la cual todos los ciudadanos son iguales (por lo tanto, una lex [ley] separada para la Iglesia Católica constituiría una contradicción al moderno estado democrático de la ley)-, y esos procedimientos canónicos para sacerdotes en los cuales la autoridad eclesial determina las sanciones por cualquier falta de conducta que contradiga diametralmente el ethos (conducta) sacerdotal. El obispo tiene la jurisdicción canónica sobre cada sacerdote en su diócesis, que está unida, en casos especiales, con la Congregación para la Doctrina de la Fe en Roma, que actúa por autoridad del Papa. Si un obispo no cumple con su responsabilidad, entonces el Papa puede considerarle responsable. Las conferencias episcopales pueden establecer pautas para la prevención y para los juicios canónicos, que le dan al obispo un instrumento valioso para su propia diócesis.
Necesitamos mantener las ideas claras en esta situación de crisis en los Estados Unidos. No tendremos éxito si utilizamos el linchamiento y la sospecha general contra todo el episcopado o contra “Roma”. No veo que sea una solución que los laicos tomen ahora el control sólo porque los obispos (como algunos creen) no son capaces de hacerlo con sus propias fuerzas. No podemos superar las deficiencias dando la vuelta a la constitución jerárquico-sacramental de la Iglesia. Catalina de Siena apeló con franqueza e implacablemente a la conciencia de los papas y los obispos, pero sin reemplazarlos. Esa es la diferencia con respecto a Lutero, debido al cual todavía sufrimos por la división del cristianismo. Sería importante que la Conferencia episcopal de los Estados Unidos asumiera su responsabilidad con independencia y autonomía. Los obispos no son empleados del Papa que están sujetos a directivas ni, como en el ejército, generales que deben obediencia absoluta al mando superior. Más bien, llevan junto con el sucesor de Pedro, como pastores nombrados por Cristo mismo, la responsabilidad de la Iglesia Universal. Pero de Roma debemos esperar que sirva la unidad en la Fe y en la comunión de los Sacramentos. Ha llegado la hora de colaborar para superar la crisis, y no de polarizar o transigir, lo que lleva a que en Roma se esté enojado por causa de los obispos de los Estados Unidos, y que en los Estados Unidos la gente está enojada por Roma.
MH: Una parte esencial de las discusiones durante la reunión de la Conferencia episcopal seguía siendo el escándalo McCarrick y cómo fue posible que alguien como McCarrick pudiera ascender a los niveles más altos de la Iglesia Católica en los Estados Unidos y, consecuentemente, con mucha influencia en Roma. ¿Cuáles son sus propias reflexiones sobre el caso de McCarrick y qué debería aprender la Iglesia del hecho de que había una red de silencio que rodeaba a un hombre que en su vida desafiaba constantemente las leyes de la Iglesia practicando la homosexualidad, seduciendo a los seminaristas que dependían de él induciéndoles al pecado y, lo peor de todo, abusando de menores?
GM: No lo conozco y deseo abstenerme de cualquier juicio. Espero que pronto haya un proceso canónico en la Congregación para la Doctrina de la Fe, también para aclarar los crímenes sexuales cometidos con jóvenes seminaristas. En mi época como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2012-2017), nadie me dijo nada sobre este problema, probablemente porque temerían mí reacción demasiado “rígida”. El hecho de que McCarrick, junto con su clan y una red de homosexuales, haya sido capaz de causar estragos de modo mafioso en la Iglesia está relacionado con el hecho de haber subestimado la depravación moral inherente en los actos homosexuales entre adultos.
Incluso si en Roma, alguien supuestamente sólo escuchó algunos rumores, se tendría que haber investigado el asunto y verificar la veracidad de las acusaciones, absteniéndose de cualquier promoción episcopal [de McCarrick] a la importante diócesis de la capital [Washington, DC ] y de nombrarle cardenal de la Santa Iglesia Romana. Y cuando se sabe que se ha pagado dinero para silenciar el asunto -admitiendo, con ello, la admisión de sus delitos sexuales con hombres jóvenes-, cualquier persona razonable se pregunta cómo esa persona puede ser consejero del Papa con respecto a los nombramientos episcopales. No sé si esto es cierto, pero habría que aclararlo. Un mercenario ayudando en la búsqueda de los buenos pastores para el rebaño de Dios, es algo que nadie puede comprender. Es evidente que debe salir a la luz una explicación pública sobre estos hechos y las conexiones personales, así como también una respuesta a la pregunta de cuánto sabían las autoridades de la Iglesia involucradas en cada paso; dicha explicación podría muy bien incluir una admisión sobre una evaluación errónea de personas y situaciones.
MH: Durante los últimos cinco años, ¿ha sido usted testigo de casos en los que el entonces cardenal McCarrick recibió considerable influencia o misiones específicas por parte del Papa o del Vaticano?
GM: Como he dicho, no me informaron sobre nada al respecto. Alguien dijo que la Congregación para la Doctrina de la Fe era la única responsable del abuso sexual de menores, pero no de los adultos – como si los delitos sexuales cometidos por un sacerdote con otro sacerdote o con un laico no fueran también una violación grave de la fe y la santidad de los Sacramentos. Hice hincapié una y otra vez en que en ningún caso se puede tolerar la conducta homosexual de los sacerdotes; y que no se puede relativizar la moral sexual de la Iglesia porque haya una aceptación mundana de la homosexualidad. Hay que diferenciar entre conducta pecaminosa en un caso individual, un crimen y una vida vivida en un estado continuo de pecado.
MH: Uno de los problemas del caso McCarrick es que en 2005 y en 2007 hubo acuerdos legales con algunas de sus víctimas. Sin embargo, la archidiócesis de Newark -en ese momento guiada por el arzobispo John J. Myers-, no informó al público, ni a sus propios sacerdotes, sobre dichos acuerdos. Por lo tanto, retuvo información vital para quienes aún trabajaban con McCarrick o confiaban en él. Como hizo el cardenal Joseph Tobin, cuando se convirtió, en enero de 2017, en arzobispo de Newark. Que yo sepa, ni Myers ni Tobin han emitido una disculpa por esta omisión y ruptura de la confianza de sus sacerdotes. ¿Usted cree que la archidiócesis debería haber dado a conocer el hecho de la existencia de estos acuerdos legales, especialmente desde que, en 2002, la Carta de Dallas de los Estados Unidos había pedido más transparencia?
GM: Anteriormente, se suponía que uno podía resolver casos tan difíciles de manera tranquila y discreta. Sin embargo, el agresor también era capaz de seguir abusando de la confianza de su obispo. En la situación actual, los católicos y el público tienen el derecho moral a conocer estos hechos. No se trata de acusar a alguien, sino de aprender de los errores.
MH: ¿Se puede resolver un problema moral de este tipo estableciendo nuevas pautas, o necesitamos que haya, en la Iglesia, una conversión más profunda de los corazones?
GM: El origen de toda esta crisis radica en la secularización de la Iglesia y en el hecho de haber reducido al sacerdote a un papel de funcionario. El ateísmo se ha extendido dentro de la Iglesia. De acuerdo con este espíritu maligno, la Revelación concerniente a la fe y la moral se está adaptando al mundo sin Dios para que ya no interfiera con una vida de acuerdo con las propias lujurias y necesidades. Sólo un 5% de los delincuentes aproximadamente son considerados pedófilos patológicos; la gran mayoría de los agresores han violado el Sexto Mandamiento por su propia inmoralidad y, por lo tanto, han desafiado, de manera blasfema, la Santa Voluntad de Dios.
MH: ¿Qué piensa usted de la idea de establecer una nueva ley de la Iglesia que proponga la excomunión de los sacerdotes abusadores?
GM: La excomunión es una sanción coercitiva y debe eliminarse de inmediato en caso de arrepentimiento por parte del agresor. Pero en el caso de abusos graves y otros delitos contra la fe y la unidad de la Iglesia, se puede imponer la destitución permanente del estado clerical, es decir, una interdicción permanente para actuar como sacerdote.
MH: El antiguo Código de Derecho Canónico de 1917 tenía un conjunto claro de sanciones impuestas a un sacerdote abusador, así como a un sacerdote homosexual activo. Estas sanciones concretas se han eliminado en gran medida en el Código de 1983, que es más vago y ahora ni siquiera menciona explícitamente los actos homosexuales. ¿Cree que, a la luz de la grave crisis de los abusos, la Iglesia debería volver a un conjunto más riguroso de sanciones automáticas en estos casos?
GM: Eso fue un error desastroso. Los contactos sexuales entre personas del mismo sexo contradicen completa y directamente el sentido y el propósito de la sexualidad como fundamento en la creación. Son la expresión de un deseo y un instinto desordenado, tal como es un signo de la relación rota entre el hombre y su Creador desde la caída del Hombre. El sacerdote célibe y el sacerdote casado en el rito oriental deben ser modelos para el rebaño, y también deben ser ejemplo de que la redención abarca el cuerpo y las pasiones corporales. El sentido y el propósito de la sexualidad no es la lujuria salvaje para su propio placer, sino la entrega personal y espiritual, en ágape, a una persona del otro sexo. Esto lleva a la responsabilidad por la familia y por los hijos que Dios ha dado.
MH: Durante la reciente reunión de Baltimore, el cardenal Blase Cupich declaró que uno debería “diferenciar” entre actos sexuales consensuales entre adultos y el abuso de menores, lo que implica que las relaciones homosexuales de un sacerdote con otro adulto no son un problema importante. ¿Cuál es su propia respuesta a este tipo de enfoque?
GM: Uno puede diferenciarlo todo -y entonces considerarse incluso un gran intelectual-, pero no un pecado grave que excluya a una persona del Reino de Dios, al menos no como obispo, que tiene el deber de no seguir las inclinaciones del mundo [“Zeitgeschmack“] y de defender, en cambio, la verdad de los Evangelios. Parece que ha llegado el momento “porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas” (2 Tim 4: 3f).
MH: En su cargo como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe supervisó muchos casos de abuso sexual investigados por la Congregación. ¿Es cierto que la mayoría de las víctimas en estos casos eran adolescentes varones?
GM: Más del 80% de las víctimas de estos delincuentes sexuales son adolescentes del sexo masculino. Sin embargo, de esto no se puede sacar la conclusión de que la mayoría de los sacerdotes son propensos a la fornicación homosexual sino, más bien, que la mayoría de los delincuentes han buscado, en el profundo desorden de sus pasiones, a víctimas masculinas. Por conjunto de las estadísticas de delitos, sabemos que la mayoría de los abusos sexuales se cometen en el ámbito familiar; incluso de los padres hacia sus propios hijos. Pero no podemos concluir de esto que la mayoría de los padres son propensos a tales crímenes. Siempre hay que tener mucho cuidado en no generalizar a partir de casos concretos, para no caer en eslóganes y prejuicios anticlericales.
MH: Si éste es el caso -y el estudio de abusos sexuales hecho por los obispos alemanes, así como el Informe John Jay, mostró números similares-, ¿no debería la Iglesia tratar más directamente el problema de la presencia de sacerdotes homosexuales?
GM: En mi opinión, no existen hombres homosexuales, tampoco sacerdotes que lo son. Dios ha creado al ser humano hombre y mujer. Pero puede haber hombres y mujeres con pasiones desordenadas. La comunión sexual tiene su lugar exclusivamente en el matrimonio entre un hombre y una mujer. Fuera de este ámbito, sólo hay fornicación y abuso de la sexualidad, ya sea con personas del sexo opuesto, o en la intensificación antinatural del pecado con personas del mismo sexo. Sólo el que ha aprendido a controlarse a sí mismo cumple también la condición moral para la recepción de la ordenación sacerdotal (véase 1 Tim 3: 1-7).
MH: Parece que tenemos una situación en la Iglesia en este momento donde aún no existe un consenso que reconozca que los sacerdotes homosexuales activos tienen una gran responsabilidad en la crisis de los abusos. Incluso algunos documentos del Vaticano todavía hablan de “pedofilia” o de “clericalismo” como el problema principal. El periodista italiano Andrea Tornielli incluso llega a afirmar que McCarrick no tuvo relaciones homosexuales, sino que se refería más bien a ejercitar su poder sobre los demás. Al mismo tiempo, tenemos a otros, como el padre James Martin, sacerdote jesuita que viaja por el mundo (e incluso fue invitado al Encuentro Mundial de la Familia en Irlanda) y que promueve la idea de “LGBT-Católicos”, e incluso afirma que algunos santos probablemente hayan sido homosexuales. Es decir, ahora hay una fuerte tendencia en la Iglesia a minimizar el carácter pecaminoso de las relaciones entre personas del mismo sexo. ¿Estaría usted de acuerdo y, de ser así, cómo se podría -y debería- remediar esto?
GM: Es parte de la crisis no querer ver las verdaderas causas y encubrirlas con la ayuda de frases propagandísticas del lobby homosexual. La fornicación con adolescentes y adultos es un pecado mortal que ningún poder en la tierra puede declarar que es moralmente neutral. Esa es la obra del diablo -contra el que el Papa Francisco a menudo advierte-, que declara que el pecado es bueno. “En los últimos tiempos habrá algunos que renegarán de su fe, para entregarse a espíritus seductores y doctrinas demoníacas, seducidos por gente mentirosa e hipócrita, cuya conciencia está marcada a fuego ...” (1 Tim 4: 1f). De hecho, es absurdo que, de repente, las autoridades eclesiales utilicen las consignas de combate de la Iglesia jacobinas, nazis y comunistas contra los sacerdotes ordenados sacramentalmente. Los sacerdotes tienen la autoridad para proclamar los evangelios y administrar los Sacramentos de la Gracia. Si alguien abusa de su jurisdicción para alcanzar metas egoístas, significa que no es clerical en una forma exagerada sino que, más bien, es anti-clerical, porque niega a Cristo que desea llevar a cabo su obra a través de él. El abuso sexual por parte de los sacerdotes es entonces, como máximo, llamado anti-clerical. Pero es obvio -y sólo puede ser negado por alguien que desea no ver-, que los pecados contra el Sexto Mandamiento del Decálogo provienen de inclinaciones desordenadas y, por lo tanto, son pecados de fornicación que le excluyen a uno del Reino de Dios, al menos mientras no se arrepienta y haya expiado su pecado, y mientras no exista la firme resolución de evitar dicho pecado en el futuro. Todo este intento de ofuscar las cosas es un mal signo de la secularización de la Iglesia. Se piensa como el mundo, no como Dios quiere.
MH: En el reciente Sínodo sobre la Juventud en Roma, se pudo escuchar un tono similar. El documento de trabajo utilizaba por primera vez el término “LGBT” y el documento final hizo hincapié en la necesidad de dar la bienvenida a los homosexuales en la Iglesia, e incluso rechazó “cualquier forma de discriminación” contra ellos. Sin embargo, dichas declaraciones ¿no socavan efectivamente la práctica permanente de la Iglesia de no contratar a homosexuales practicantes, por ejemplo, como maestros en escuelas católicas?
GM: La ideología LGBT se basa en una falsa antropología, que niega a Dios como el Creador. Como en principio es atea, o tal vez sólo tiene que ver con un concepto cristiano de Dios marginal, no tiene lugar en los documentos de la Iglesia. Éste es un ejemplo de la creciente influencia del ateísmo en la Iglesia, responsable de la crisis de la Iglesia durante medio siglo. Por desgracia, sigue actuando en la mente de algunos pastores que, en su ingenua creencia de ser modernos, no se dan cuenta del veneno que beben día a día y que luego ofrecen a otros para que beban.
MH: ¿Podemos decir que existe, actualmente, un importante “lobby gay” dentro de las filas de la Iglesia católica?
GM: No lo sé, porque esas personas no se muestran ante mí. Pero podría ser que les haya complacido que yo ya no tengo la tarea, en la Congregación para la Doctrina la Fe, de lidiar con los delitos sexuales, especialmente de los cometidos con adolescentes varones
MH: Recientemente usted reveló que mientras trabajaba en la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Papa creó una comisión que debía asesorar a la Congregación con respecto a posibles sanciones para los sacerdotes que habían cometido abusos. Sin embargo, esa comisión tendió a tener una actitud más indulgente hacia los sacerdotes abusadores, a diferencia de usted, que deseaba una laicización en casos graves (como el caso del padre Mauro Inzoli). Ahora bien, la revista jesuita America reveló el año pasado -en el momento de su despido de su cargo como prefecto de la Congregación-, “que varios cardenales le habían pedido a Francisco que eliminara al cardenal Müller de ese cargo porque tuvo, en varias ocasiones, públicamente desacuerdos, o se distanció de las posiciones del Papa, y sintieron que esto estaba socavando el cargo papal y el magisterio”. ¿Cree que hay una posible conexión entre sus propios estándares más estrictos y la actitud hacia los sacerdotes abusadores, y un grupo de cardenales cercanos al Papa, que desean un enfoque más indulgente? Si éste no es el caso, ¿todavía diría que usted fue destituido de su cargo debido a su defensa más firme de la ortodoxia?
GM: El primado del Papa está siendo socavado por los aduladores y los profesionales ambiciosos de la corte papal -eso es lo que el famoso teólogo Melchor Cano ya dijo en el siglo XVI-, y no por quienes asesoran al Papa de una manera competente y responsable. Si es cierto que hay un grupo de cardenales que me acusaron ante el Papa de la desviación de mis ideas, entonces la Iglesia está muy mal. Si éstos hubieran sido hombres valientes y rectos, habrían hablado conmigo directamente; y deberían haber sabido que yo, como obispo y cardenal, debo representar la enseñanza de la fe católica y no justificar las diferentes opiniones privadas de un Papa. Su autoridad está extendida sobre la Fe revelada de la Iglesia católica y no sobre las opiniones teológicas individuales de uno mismo o de sus asesores. Tal vez puedan acusarme de interpretar Amoris Laetitia de una manera ortodoxa, pero no pueden probar que me desvío de la doctrina católica. Además, es irritante que hombres sin educación teológica sean promovidos al rango de obispos, por lo que piensan que tienen que estar agradecidos al Papa y lo demuestran mediante una sumisión infantil. Quizás podrían haber leído mi libro El Papa. Misión y mandato (Herder Verlag; está disponible en alemán y español; actualmente se están realizando las traducciones al italiano y al inglés). Entonces podríamos continuar discutiendo cosas en ese nivel.
El Magisterio de los obispos y del Papa está bajo la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura y la Tradición, y le sirven a Él. No es en absoluto católico decir que el Papa, como persona individual, recibe directamente del Espíritu Santo la Revelación y que ahora puede interpretarla según sus deseos, mientras que todos los demás deben seguirle ciegamente y en silencio. Amoris Laetitia tiene que estar absolutamente de acuerdo con la Revelación, y no somos nosotros los que tenemos que estar de acuerdo con Amoris Laetitia, al menos no en la interpretación que contradice, de manera herética, la Palabra de Dios. Y sería un abuso de poder disciplinar a quienes insisten en una interpretación ortodoxa de esta encíclica y de todos los documentos magistrales papales. Sólo el que está en estado de Gracia puede también recibir fructíferamente la Sagrada Comunión. Esta verdad revelada no puede ser derribada por ningún poder en el mundo, y ningún católico puede jamás creer lo contrario o verse obligado a aceptar lo opuesto.
MH: ¿En qué campos usted, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, más se oponía a las innovaciones que se propusieron para la Iglesia? ¿Qué parte de su testimonio cree que, mirando hacia atrás, contribuyó más a que le despidieran y le trataran de tal manera que ni siquiera le dieron una posición alternativa en el Vaticano?
GM: No me opuse a ninguna innovación o reforma. Porque reforma significa renovación en Cristo, no adaptación al mundo. No se me dijo cuál era el motivo de la no renovación de mi mandato. Esto es inusual porque el Papa, normalmente, permite que todos los prefectos continúen su trabajo. No hay ninguna razón por la que uno se atrevería a mencionarlo sin caer en el ridículo. Después de todo, no se puede afirmar, porque se estaría en total contradicción con el Papa Benedicto, que Müller carece de suficientes calificaciones teológicas, que no es ortodoxo o que es negligente en el enjuiciamiento de delitos contra la fe y en los casos de delitos sexuales. Es por eso que es preferible guardar silencio y dejarlo todo en manos de los medios progresistas de izquierdas para que hagan comentarios rencorosos y se regocijen.
MH: Algunos observadores actualmente están comparando su expulsión de su importante posición en el Vaticano -lo que ciertamente también se debe a su propia resistencia educada con respecto a la Amoris Laetitia-, con el trato indulgente que ha recibido alguien como el ex cardenal McCarrick. Incluso ahora, que aún ni siquiera ha sido reducido al estado laical, a pesar de su conducta criminal. Por lo tanto, a algunos les parece que los que intentan preservar la enseñanza católica sobre el matrimonio y la familia como siempre se ha enseñado, están siendo dejados de lado, mientras que los que están a favor de las innovaciones morales en este campo reciben un trato indulgente o incluso son promovidos -como, por ejemplo, el cardenal Cupich y el padre James Martin ¿Le gustaría hacer algún comentario al respecto?
GM: Todos pueden reflexionar sobre los criterios según los cuales algunos están siendo promovidos y protegidos, y otros están siendo combatidos y eliminados.
MH: En el contexto de la aparente supresión de los eclesiásticos ortodoxos y la promoción de representantes progresistas, el padre Ansgar Wucherpfennig, sacerdote jesuita, acaba de recibir del Vaticano el permiso para volver a su puesto como rector de la escuela de posgrado jesuita en Frankfurt, a pesar de que aboga por la ordenación femenina y la bendición de las parejas homosexuales. Incluso ahora se le pide que publique artículos sobre estos asuntos. ¿Qué comentaría usted sobre esto?
MH: Durante los últimos cinco años, ¿ha sido usted testigo de casos en los que el entonces cardenal McCarrick recibió considerable influencia o misiones específicas por parte del Papa o del Vaticano?
GM: Como he dicho, no me informaron sobre nada al respecto. Alguien dijo que la Congregación para la Doctrina de la Fe era la única responsable del abuso sexual de menores, pero no de los adultos – como si los delitos sexuales cometidos por un sacerdote con otro sacerdote o con un laico no fueran también una violación grave de la fe y la santidad de los Sacramentos. Hice hincapié una y otra vez en que en ningún caso se puede tolerar la conducta homosexual de los sacerdotes; y que no se puede relativizar la moral sexual de la Iglesia porque haya una aceptación mundana de la homosexualidad. Hay que diferenciar entre conducta pecaminosa en un caso individual, un crimen y una vida vivida en un estado continuo de pecado.
MH: Uno de los problemas del caso McCarrick es que en 2005 y en 2007 hubo acuerdos legales con algunas de sus víctimas. Sin embargo, la archidiócesis de Newark -en ese momento guiada por el arzobispo John J. Myers-, no informó al público, ni a sus propios sacerdotes, sobre dichos acuerdos. Por lo tanto, retuvo información vital para quienes aún trabajaban con McCarrick o confiaban en él. Como hizo el cardenal Joseph Tobin, cuando se convirtió, en enero de 2017, en arzobispo de Newark. Que yo sepa, ni Myers ni Tobin han emitido una disculpa por esta omisión y ruptura de la confianza de sus sacerdotes. ¿Usted cree que la archidiócesis debería haber dado a conocer el hecho de la existencia de estos acuerdos legales, especialmente desde que, en 2002, la Carta de Dallas de los Estados Unidos había pedido más transparencia?
GM: Anteriormente, se suponía que uno podía resolver casos tan difíciles de manera tranquila y discreta. Sin embargo, el agresor también era capaz de seguir abusando de la confianza de su obispo. En la situación actual, los católicos y el público tienen el derecho moral a conocer estos hechos. No se trata de acusar a alguien, sino de aprender de los errores.
MH: ¿Se puede resolver un problema moral de este tipo estableciendo nuevas pautas, o necesitamos que haya, en la Iglesia, una conversión más profunda de los corazones?
GM: El origen de toda esta crisis radica en la secularización de la Iglesia y en el hecho de haber reducido al sacerdote a un papel de funcionario. El ateísmo se ha extendido dentro de la Iglesia. De acuerdo con este espíritu maligno, la Revelación concerniente a la fe y la moral se está adaptando al mundo sin Dios para que ya no interfiera con una vida de acuerdo con las propias lujurias y necesidades. Sólo un 5% de los delincuentes aproximadamente son considerados pedófilos patológicos; la gran mayoría de los agresores han violado el Sexto Mandamiento por su propia inmoralidad y, por lo tanto, han desafiado, de manera blasfema, la Santa Voluntad de Dios.
MH: ¿Qué piensa usted de la idea de establecer una nueva ley de la Iglesia que proponga la excomunión de los sacerdotes abusadores?
GM: La excomunión es una sanción coercitiva y debe eliminarse de inmediato en caso de arrepentimiento por parte del agresor. Pero en el caso de abusos graves y otros delitos contra la fe y la unidad de la Iglesia, se puede imponer la destitución permanente del estado clerical, es decir, una interdicción permanente para actuar como sacerdote.
MH: El antiguo Código de Derecho Canónico de 1917 tenía un conjunto claro de sanciones impuestas a un sacerdote abusador, así como a un sacerdote homosexual activo. Estas sanciones concretas se han eliminado en gran medida en el Código de 1983, que es más vago y ahora ni siquiera menciona explícitamente los actos homosexuales. ¿Cree que, a la luz de la grave crisis de los abusos, la Iglesia debería volver a un conjunto más riguroso de sanciones automáticas en estos casos?
GM: Eso fue un error desastroso. Los contactos sexuales entre personas del mismo sexo contradicen completa y directamente el sentido y el propósito de la sexualidad como fundamento en la creación. Son la expresión de un deseo y un instinto desordenado, tal como es un signo de la relación rota entre el hombre y su Creador desde la caída del Hombre. El sacerdote célibe y el sacerdote casado en el rito oriental deben ser modelos para el rebaño, y también deben ser ejemplo de que la redención abarca el cuerpo y las pasiones corporales. El sentido y el propósito de la sexualidad no es la lujuria salvaje para su propio placer, sino la entrega personal y espiritual, en ágape, a una persona del otro sexo. Esto lleva a la responsabilidad por la familia y por los hijos que Dios ha dado.
MH: Durante la reciente reunión de Baltimore, el cardenal Blase Cupich declaró que uno debería “diferenciar” entre actos sexuales consensuales entre adultos y el abuso de menores, lo que implica que las relaciones homosexuales de un sacerdote con otro adulto no son un problema importante. ¿Cuál es su propia respuesta a este tipo de enfoque?
GM: Uno puede diferenciarlo todo -y entonces considerarse incluso un gran intelectual-, pero no un pecado grave que excluya a una persona del Reino de Dios, al menos no como obispo, que tiene el deber de no seguir las inclinaciones del mundo [“Zeitgeschmack“] y de defender, en cambio, la verdad de los Evangelios. Parece que ha llegado el momento “porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas” (2 Tim 4: 3f).
MH: En su cargo como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe supervisó muchos casos de abuso sexual investigados por la Congregación. ¿Es cierto que la mayoría de las víctimas en estos casos eran adolescentes varones?
GM: Más del 80% de las víctimas de estos delincuentes sexuales son adolescentes del sexo masculino. Sin embargo, de esto no se puede sacar la conclusión de que la mayoría de los sacerdotes son propensos a la fornicación homosexual sino, más bien, que la mayoría de los delincuentes han buscado, en el profundo desorden de sus pasiones, a víctimas masculinas. Por conjunto de las estadísticas de delitos, sabemos que la mayoría de los abusos sexuales se cometen en el ámbito familiar; incluso de los padres hacia sus propios hijos. Pero no podemos concluir de esto que la mayoría de los padres son propensos a tales crímenes. Siempre hay que tener mucho cuidado en no generalizar a partir de casos concretos, para no caer en eslóganes y prejuicios anticlericales.
MH: Si éste es el caso -y el estudio de abusos sexuales hecho por los obispos alemanes, así como el Informe John Jay, mostró números similares-, ¿no debería la Iglesia tratar más directamente el problema de la presencia de sacerdotes homosexuales?
GM: En mi opinión, no existen hombres homosexuales, tampoco sacerdotes que lo son. Dios ha creado al ser humano hombre y mujer. Pero puede haber hombres y mujeres con pasiones desordenadas. La comunión sexual tiene su lugar exclusivamente en el matrimonio entre un hombre y una mujer. Fuera de este ámbito, sólo hay fornicación y abuso de la sexualidad, ya sea con personas del sexo opuesto, o en la intensificación antinatural del pecado con personas del mismo sexo. Sólo el que ha aprendido a controlarse a sí mismo cumple también la condición moral para la recepción de la ordenación sacerdotal (véase 1 Tim 3: 1-7).
MH: Parece que tenemos una situación en la Iglesia en este momento donde aún no existe un consenso que reconozca que los sacerdotes homosexuales activos tienen una gran responsabilidad en la crisis de los abusos. Incluso algunos documentos del Vaticano todavía hablan de “pedofilia” o de “clericalismo” como el problema principal. El periodista italiano Andrea Tornielli incluso llega a afirmar que McCarrick no tuvo relaciones homosexuales, sino que se refería más bien a ejercitar su poder sobre los demás. Al mismo tiempo, tenemos a otros, como el padre James Martin, sacerdote jesuita que viaja por el mundo (e incluso fue invitado al Encuentro Mundial de la Familia en Irlanda) y que promueve la idea de “LGBT-Católicos”, e incluso afirma que algunos santos probablemente hayan sido homosexuales. Es decir, ahora hay una fuerte tendencia en la Iglesia a minimizar el carácter pecaminoso de las relaciones entre personas del mismo sexo. ¿Estaría usted de acuerdo y, de ser así, cómo se podría -y debería- remediar esto?
GM: Es parte de la crisis no querer ver las verdaderas causas y encubrirlas con la ayuda de frases propagandísticas del lobby homosexual. La fornicación con adolescentes y adultos es un pecado mortal que ningún poder en la tierra puede declarar que es moralmente neutral. Esa es la obra del diablo -contra el que el Papa Francisco a menudo advierte-, que declara que el pecado es bueno. “En los últimos tiempos habrá algunos que renegarán de su fe, para entregarse a espíritus seductores y doctrinas demoníacas, seducidos por gente mentirosa e hipócrita, cuya conciencia está marcada a fuego ...” (1 Tim 4: 1f). De hecho, es absurdo que, de repente, las autoridades eclesiales utilicen las consignas de combate de la Iglesia jacobinas, nazis y comunistas contra los sacerdotes ordenados sacramentalmente. Los sacerdotes tienen la autoridad para proclamar los evangelios y administrar los Sacramentos de la Gracia. Si alguien abusa de su jurisdicción para alcanzar metas egoístas, significa que no es clerical en una forma exagerada sino que, más bien, es anti-clerical, porque niega a Cristo que desea llevar a cabo su obra a través de él. El abuso sexual por parte de los sacerdotes es entonces, como máximo, llamado anti-clerical. Pero es obvio -y sólo puede ser negado por alguien que desea no ver-, que los pecados contra el Sexto Mandamiento del Decálogo provienen de inclinaciones desordenadas y, por lo tanto, son pecados de fornicación que le excluyen a uno del Reino de Dios, al menos mientras no se arrepienta y haya expiado su pecado, y mientras no exista la firme resolución de evitar dicho pecado en el futuro. Todo este intento de ofuscar las cosas es un mal signo de la secularización de la Iglesia. Se piensa como el mundo, no como Dios quiere.
MH: En el reciente Sínodo sobre la Juventud en Roma, se pudo escuchar un tono similar. El documento de trabajo utilizaba por primera vez el término “LGBT” y el documento final hizo hincapié en la necesidad de dar la bienvenida a los homosexuales en la Iglesia, e incluso rechazó “cualquier forma de discriminación” contra ellos. Sin embargo, dichas declaraciones ¿no socavan efectivamente la práctica permanente de la Iglesia de no contratar a homosexuales practicantes, por ejemplo, como maestros en escuelas católicas?
GM: La ideología LGBT se basa en una falsa antropología, que niega a Dios como el Creador. Como en principio es atea, o tal vez sólo tiene que ver con un concepto cristiano de Dios marginal, no tiene lugar en los documentos de la Iglesia. Éste es un ejemplo de la creciente influencia del ateísmo en la Iglesia, responsable de la crisis de la Iglesia durante medio siglo. Por desgracia, sigue actuando en la mente de algunos pastores que, en su ingenua creencia de ser modernos, no se dan cuenta del veneno que beben día a día y que luego ofrecen a otros para que beban.
MH: ¿Podemos decir que existe, actualmente, un importante “lobby gay” dentro de las filas de la Iglesia católica?
GM: No lo sé, porque esas personas no se muestran ante mí. Pero podría ser que les haya complacido que yo ya no tengo la tarea, en la Congregación para la Doctrina la Fe, de lidiar con los delitos sexuales, especialmente de los cometidos con adolescentes varones
MH: Recientemente usted reveló que mientras trabajaba en la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Papa creó una comisión que debía asesorar a la Congregación con respecto a posibles sanciones para los sacerdotes que habían cometido abusos. Sin embargo, esa comisión tendió a tener una actitud más indulgente hacia los sacerdotes abusadores, a diferencia de usted, que deseaba una laicización en casos graves (como el caso del padre Mauro Inzoli). Ahora bien, la revista jesuita America reveló el año pasado -en el momento de su despido de su cargo como prefecto de la Congregación-, “que varios cardenales le habían pedido a Francisco que eliminara al cardenal Müller de ese cargo porque tuvo, en varias ocasiones, públicamente desacuerdos, o se distanció de las posiciones del Papa, y sintieron que esto estaba socavando el cargo papal y el magisterio”. ¿Cree que hay una posible conexión entre sus propios estándares más estrictos y la actitud hacia los sacerdotes abusadores, y un grupo de cardenales cercanos al Papa, que desean un enfoque más indulgente? Si éste no es el caso, ¿todavía diría que usted fue destituido de su cargo debido a su defensa más firme de la ortodoxia?
GM: El primado del Papa está siendo socavado por los aduladores y los profesionales ambiciosos de la corte papal -eso es lo que el famoso teólogo Melchor Cano ya dijo en el siglo XVI-, y no por quienes asesoran al Papa de una manera competente y responsable. Si es cierto que hay un grupo de cardenales que me acusaron ante el Papa de la desviación de mis ideas, entonces la Iglesia está muy mal. Si éstos hubieran sido hombres valientes y rectos, habrían hablado conmigo directamente; y deberían haber sabido que yo, como obispo y cardenal, debo representar la enseñanza de la fe católica y no justificar las diferentes opiniones privadas de un Papa. Su autoridad está extendida sobre la Fe revelada de la Iglesia católica y no sobre las opiniones teológicas individuales de uno mismo o de sus asesores. Tal vez puedan acusarme de interpretar Amoris Laetitia de una manera ortodoxa, pero no pueden probar que me desvío de la doctrina católica. Además, es irritante que hombres sin educación teológica sean promovidos al rango de obispos, por lo que piensan que tienen que estar agradecidos al Papa y lo demuestran mediante una sumisión infantil. Quizás podrían haber leído mi libro El Papa. Misión y mandato (Herder Verlag; está disponible en alemán y español; actualmente se están realizando las traducciones al italiano y al inglés). Entonces podríamos continuar discutiendo cosas en ese nivel.
El Magisterio de los obispos y del Papa está bajo la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura y la Tradición, y le sirven a Él. No es en absoluto católico decir que el Papa, como persona individual, recibe directamente del Espíritu Santo la Revelación y que ahora puede interpretarla según sus deseos, mientras que todos los demás deben seguirle ciegamente y en silencio. Amoris Laetitia tiene que estar absolutamente de acuerdo con la Revelación, y no somos nosotros los que tenemos que estar de acuerdo con Amoris Laetitia, al menos no en la interpretación que contradice, de manera herética, la Palabra de Dios. Y sería un abuso de poder disciplinar a quienes insisten en una interpretación ortodoxa de esta encíclica y de todos los documentos magistrales papales. Sólo el que está en estado de Gracia puede también recibir fructíferamente la Sagrada Comunión. Esta verdad revelada no puede ser derribada por ningún poder en el mundo, y ningún católico puede jamás creer lo contrario o verse obligado a aceptar lo opuesto.
MH: ¿En qué campos usted, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, más se oponía a las innovaciones que se propusieron para la Iglesia? ¿Qué parte de su testimonio cree que, mirando hacia atrás, contribuyó más a que le despidieran y le trataran de tal manera que ni siquiera le dieron una posición alternativa en el Vaticano?
GM: No me opuse a ninguna innovación o reforma. Porque reforma significa renovación en Cristo, no adaptación al mundo. No se me dijo cuál era el motivo de la no renovación de mi mandato. Esto es inusual porque el Papa, normalmente, permite que todos los prefectos continúen su trabajo. No hay ninguna razón por la que uno se atrevería a mencionarlo sin caer en el ridículo. Después de todo, no se puede afirmar, porque se estaría en total contradicción con el Papa Benedicto, que Müller carece de suficientes calificaciones teológicas, que no es ortodoxo o que es negligente en el enjuiciamiento de delitos contra la fe y en los casos de delitos sexuales. Es por eso que es preferible guardar silencio y dejarlo todo en manos de los medios progresistas de izquierdas para que hagan comentarios rencorosos y se regocijen.
MH: Algunos observadores actualmente están comparando su expulsión de su importante posición en el Vaticano -lo que ciertamente también se debe a su propia resistencia educada con respecto a la Amoris Laetitia-, con el trato indulgente que ha recibido alguien como el ex cardenal McCarrick. Incluso ahora, que aún ni siquiera ha sido reducido al estado laical, a pesar de su conducta criminal. Por lo tanto, a algunos les parece que los que intentan preservar la enseñanza católica sobre el matrimonio y la familia como siempre se ha enseñado, están siendo dejados de lado, mientras que los que están a favor de las innovaciones morales en este campo reciben un trato indulgente o incluso son promovidos -como, por ejemplo, el cardenal Cupich y el padre James Martin ¿Le gustaría hacer algún comentario al respecto?
GM: Todos pueden reflexionar sobre los criterios según los cuales algunos están siendo promovidos y protegidos, y otros están siendo combatidos y eliminados.
MH: En el contexto de la aparente supresión de los eclesiásticos ortodoxos y la promoción de representantes progresistas, el padre Ansgar Wucherpfennig, sacerdote jesuita, acaba de recibir del Vaticano el permiso para volver a su puesto como rector de la escuela de posgrado jesuita en Frankfurt, a pesar de que aboga por la ordenación femenina y la bendición de las parejas homosexuales. Incluso ahora se le pide que publique artículos sobre estos asuntos. ¿Qué comentaría usted sobre esto?
GM: Éste es un ejemplo de cómo la autoridad de la Iglesia Romana se socava a sí misma, y cómo el claro conocimiento experto de la Congregación para la Doctrina de la fe Fe se está dejando de lado. Si este sacerdote llama a la bendición de las relaciones homosexuales como el resultado de un mayor desarrollo de la doctrina, para la cual continúa trabajando, no es más que la presencia del ateísmo en el cristianismo. Teóricamente no niega la existencia de Dios, sino que más bien, lo niega como fuente de moralidad al presentar, lo que es un pecado, como una bendición ante Dios. Que el destinatario del Sacramento de las Órdenes Sagradas sea del sexo masculino no es el resultado de circunstancias culturales o de una legislación eclesial positiva pero cambiante, sino que se basa en la naturaleza de este Sacramento y su institución divina, así como la naturaleza del Sacramento del matrimonio requiere la diferencia de los dos sexos.
MH: En su opinión, ¿cree que la Iglesia se está acercando a tener un control suficiente y constante sobre la crisis de los abusos y ha encontrado las soluciones correctas? o ¿cuál cree usted que es hasta ahora el principal obstáculo para una mejora sustancial? ¿Cómo puede la Iglesia recuperar su confianza ante los ojos de las familias católicas?
GM: Toda la Iglesia, con sus sacerdotes y obispos, tiene que complacer a Dios más que al hombre. La obediencia en la Fe es nuestra salvación.
Publicado por Maike Hickson en LifeSiteNews. Traducido por Pablo Rostán para InfoVaticana.
MH: En su opinión, ¿cree que la Iglesia se está acercando a tener un control suficiente y constante sobre la crisis de los abusos y ha encontrado las soluciones correctas? o ¿cuál cree usted que es hasta ahora el principal obstáculo para una mejora sustancial? ¿Cómo puede la Iglesia recuperar su confianza ante los ojos de las familias católicas?
GM: Toda la Iglesia, con sus sacerdotes y obispos, tiene que complacer a Dios más que al hombre. La obediencia en la Fe es nuestra salvación.
Publicado por Maike Hickson en LifeSiteNews. Traducido por Pablo Rostán para InfoVaticana.