Todo parece indicar que el gato encerrado murió hace tiempo y que su cuerpo hiede. Es decir, que la podredumbre que se esconde bajo la alfombra de la Iglesia es mucho, pero mucho peor de lo que cualquiera de nosotros y cualquiera de sus enemigos pudiera haber imaginado.
Analicemos la noticia sobre la que publicamos una columna en el post anterior: la decisión del papa Francisco de prohibir explícitamente a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos de que haga algo concreto para investigar en serio la cuestión de los abusos sexuales por parte del clero y de los obispos.
Una primera objeción que podríamos plantear es que parece incoherente que el pontífice que se ha presentado como el adalid de la colegialidad, que en la exhortación apostólica Evangelii gaudium (núm. 16) escribió:
“No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable «descentralización»”, y que en el último sínodo de los obispos se preocupó para que cobrara protagonismo el tema de la sinodalidad, tome una medida de este calibre.
Es que difícilmente puedan encontrarse en la historia reciente de la Iglesia un acto de ejercicio de autoridad tan contundente y grave: prohibir que los obispos de una de las conferencias episcopales para grandes e importantes del mundo hagan lo que el sentido común indica que debe hacerse: llegar al fondo de la verdad para limpiar y sanar. Esta objeción, sin embargo, se resuelve fácilmente cuando se conoce a Bergoglio que, como buen jesuita y como buen peronista, no tiene ningún empacho en decir una cosa y hacer otra.
“No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable «descentralización»”, y que en el último sínodo de los obispos se preocupó para que cobrara protagonismo el tema de la sinodalidad, tome una medida de este calibre.
Es que difícilmente puedan encontrarse en la historia reciente de la Iglesia un acto de ejercicio de autoridad tan contundente y grave: prohibir que los obispos de una de las conferencias episcopales para grandes e importantes del mundo hagan lo que el sentido común indica que debe hacerse: llegar al fondo de la verdad para limpiar y sanar. Esta objeción, sin embargo, se resuelve fácilmente cuando se conoce a Bergoglio que, como buen jesuita y como buen peronista, no tiene ningún empacho en decir una cosa y hacer otra.
Pero más allá que su conciencia y su sentido de la coherencia no sean óbice, lo cierto es que esta decisión tiene un costo político enorme. Porque no se trata solamente de un acto de autoridad que suena repulsivo para oídos democráticos como los americanos; va mucho más allá ya que:
- Alimenta la desconfianza y hostilidad que ya existía en buena parte de esos obispos contra Francisco. Recordemos que hace poco más de un año votaron como su presidente al cardenal Di Nardo, en contra de la voluntad del pontífice que quería en ese lugar a Cupich (Los obispos argentinos, en cambio, bajaron la cabeza y votaron, en la tercera ronda, a Mons. Ojea como su presidente acatando, como cobardes que son, las órdenes vaticanas). Una buena parte de los obispos americanos son de tendencia conservadora y Bergoglio los tiene hartos con sus ambigüedades y agachadas. Esto no hará más que agrandar esa grieta.
- Ahondará las diferencias y rivalidades entre la misma conferencia episcopal, ubicando a un lado a los francisquistas y en el otro a los anti-francisquistas, y la discusión ya no es un detalle dogmático: es acabar de una buena vez con el escándalo de los abusos.
- Estas diferencias episcopales se reflejarán rápidamente en los laicos, que son bastante más gravitantes que en las zonas latinas. Y la enorme mayoría de ellos clama por una solución al tema. Es decir, Francisco no solamente tendrá una fuerte resistencia en el ámbito episcopal y clerical, sino también en el de los laicos. Y eso, entre otras muchas cosas, significa dinero, muchos millones de dólares que dejarán de fluir a las arcas vaticanas.
- El hecho tendrá un fuerte impacto, no en el común de la gente a la que no le llegará la noticia, sino a los analistas. A ninguno pasará desapercibida la maniobra dilatoria y de franco encubrimiento que esta haciendo Francisco.
Todas estas consecuencias, y muchas otras que no se me ocurren, debe haberlas sopesado Bergoglio antes de tomar su decisión, y sin embargo, siguió adelante. Deben existir, entonces, motivos de mucho peso para arriesgar de esa manera su credibilidad y pagar un costo tan alto. ¿Cuáles serán? Pueden ser varios. Por ejemplo, las cartas de Mons. Viganò. Más allá del silencio y de la aparente displicencia con la que el Papa está tratando el caso, lo cierto es que constituyen una piedra dentro de sus zapatos negros que cada vez se hace más grande y más incómoda y a la que finalmente deberá responder.
Pero hay otro motivo más evidente aún: la mancha de los abusos llega mucho más alto de lo que pensamos y una investigación en serio dejaría al descubierto una cloaca inimaginable. Visto desde otro ángulo, las cetrinas americanas confluyen en el albañal romano, porque la mancha séptica ya dejó los Estados Unidos llevándose puesto a un cardenal y a cientos de curas, y rodea la misma colina vaticana. Recordemos algunos hechos:
- Según se publicó recientemente, el cardenal Francesco Coccopalmerio habría participado activamente de la orgía de sexo homosexual y drogas en la que fue descubierto su secretario, Mons. Capozzi.
- El recientemente nombrado Sustituto de la Secretaría de Estado -tercero en poder- del Vaticano es Mons. Edgar Peña Parra, sobre los cuales aparecieron documentos acerca de sus prácticas homosexuales. Y en un sentido similar se pronunció Mons. Viganó.
- El cardenal Maradiaga, uno de los más cercanos al Papa Francisco, fue denunciado por sus propios seminaristas como encubridor de un red de corrupción homosexual, de la que participaba su auxiliar, Mons. José Pineda.
- Mons. Viganò dio por escrito indicios de lo que se sabía en Buenos Aires desde hace años: las graves debilidades que tendría Mons. Fabián Pedacchio, secretario privado del Papa Francisco y “gran amigo” del secretario de la Congregación de Obispos, Mons. Ilson de Jesus Montanari.
Podemos detenernos aquí. Es suficiente para darse cuenta que la mancha rodea al mismo solio petrino. Son los más estrechos colaboradores de Bergoglio los que están comenzando a mancharse.
¿Hasta dónde llegaremos?, es la pregunta que nos hacemos todos los días. ¿Desde cuándo?, es la otra.
Y me pregunto si habría que dar crédito a tantas cosas que se dijeron y que siempre consideramos habladurías y obra de los enemigos de la Iglesia. ¿Habrá sido falsa, como todos los píos católicos creyeron, la acusación pública que hizo Roger Peyrefitte en 1976 contra Pablo VI, afirmando que era homosexual y que, mientras era arzobispo de Milán, y quizás incluso más tarde, tuvo como amante al actor italiano Paolo Carlini?
¿Serán solamente habladurías lo que se comentaba con cierta insistencia en los alrededores de la curia porteña cuando era cardenal arzobispo Jorge Bergoglio acerca de los métodos de espionaje y extorsión que empleaba contra los sacerdotes de su propia diócesis que tenían debilidad por los muchachitos? ¿Habrá sido solamente un descuido debido a su ingenuidad, que el entonces cardenal Bergoglio haya sido el principal valedor de la carrera episcopal de Mons. Juan Carlos Maccarone quien, luego de haber sido filmado en medio de refocilos con su chofer, afirmó que todos sus hermanos en el episcopado conocían su “debilidad” y aún así lo habían elevado al arzobispado santiagueño?
¿Serán solamente habladurías lo que se comentaba con cierta insistencia en los alrededores de la curia porteña cuando era cardenal arzobispo Jorge Bergoglio acerca de los métodos de espionaje y extorsión que empleaba contra los sacerdotes de su propia diócesis que tenían debilidad por los muchachitos? ¿Habrá sido solamente un descuido debido a su ingenuidad, que el entonces cardenal Bergoglio haya sido el principal valedor de la carrera episcopal de Mons. Juan Carlos Maccarone quien, luego de haber sido filmado en medio de refocilos con su chofer, afirmó que todos sus hermanos en el episcopado conocían su “debilidad” y aún así lo habían elevado al arzobispado santiagueño?
Datos y preguntas que debemos hacernos. Ya no se trata de ser más o menos discreto; no se trata de refugiarnos en la negación hundiendo la cabeza en la arena para no ver ni oír. Ese camino ya está clausurado. Se trata de seguir adelante rogando de día y de noche que el Señor fortalezca nuestra fe y la de nuestros hermanos.
Addenda: Abyssus abyssum invocat, una sima llama a otra sima, dice la Escritura. Este descontrol de perversión sexual que estamos viendo en las más altas cumbres purpúreas, no viene solo. La gendarmería pontificia, cuando irrumpió en las habitaciones del Mons. Capozzi, no se encontró solamente escenas de sodomía; se encontró también con droga. Y creo que esta es otra de las líneas que habrá que seguir. No viene mal recordar aquí el hecho sucedido en septiembre de 2014, cuando la policía francesa secuestró el automóvil del cardenal argentino Jorge Mejía cargado de droga y conducido por quien se dio a conocer como gran amigo del secretario personal del cardenal, P. Luis Ducastella. La afición de este sacerdote por los giovanotti italianos era bien conocida. Sí, otro secretario cardenalicio bajo sospechas. ¿Habrá que extenderlas también al propio finado Mejía, de tristísima memoria? Eran especies que deslizaban los malvados en los corrillos vaticanos.
Moraleja: Creo que hay un hecho que está dejando de ser mera presunción para ubicarse en el plano de las certezas: la Iglesia está gobernada por una camarilla de ruines personajes que no tienen fe. Y lo más grave no es su perversión sexual; lo más grave es su falta de fe. McCarrick, Coccopalmerio y el resto de la canalla de la que venimos hablando desde hace un buen tiempo, no pueden tener fe. Un hombre de fe no hace lo que ellos hicieron. Aquí no estamos frente a un resbalón o a un mal paso que cualquiera puede tener. Estamos frente a un plan sistemático de perversión, y para llevarlo a cabo se necesita de hombres que hayan abandonado hace rato la fe en el Dios Trinitario y en la Redención de Jesucristo.
Estamos siendo testigos del fin de la Iglesia, de la Iglesia tal como la conocimos y como la conocieron nuestros padres y los padres de nuestros padres.
The Wanderer
COMENTARIO PERSONAL
Este artículo es como para poner los pelos de punta, pues lo que en él se afirma coincide exactamente con lo que está ocurriendo. Cierto que The Wanderer hace una serie de conjeturas, que son simples opiniones personales, pero que dejan abierto, sin embargo, un camino hacia la duda y nos dan qué pensar sobre ciertas acusaciones que han hecho los enemigos de la Iglesia ... a las que se las ha considerado, prácticamente siempre, como calumnias ... y nadie se ha molestado en comprobar su veracidad. Eso tiene sentido (es «normal» que tu enemigo hable mal de tí y mienta) ... pero lo que está sucediendo ahora nos pone sobre aviso. ¿No habrá algo de verdad en alguna de esas denuncias contra la Iglesia? No lo podemos saber, pero a la vista de la situación actual no parece tan descabellado que pudiesen ser verdad, tal vez no todas, pero sí alguna de ellas.
Todo esto no es bueno para la Iglesia que, como dice The Wanderer, está siendo gobernada, con toda probabilidad, por hombres sin fe (que, posiblemente, nunca la hayan tenido) ... y todo ello ante el silencio cómplice de tantos miembros de la Jerarquía que, supuestamente, tendrían que pronunciarse con toda claridad, por el bien de los fieles. Y, en concreto, deberían haber denunciado ya muchos de los dichos, hechos y omisiones del papa Francisco. Pero no se atreven.
Sería conveniente (necesario, diría yo) que, sobre el asunto de los abusos, antes de que todo esto pase al olvido, al menos los 83 obispos americanos que han votado en contra de estas disposiciones arbitrarias de Francisco, le hiciesen frente. Y no por nada sino porque lo que está en juego es el porvenir de la Iglesia y su supervivencia como tal, algo de lo que tendrán que dar cuenta ante Dios los susodichos obispos. ¡Qué bueno sería que siguieran los consejos de Monseñor Viganò!
Sería conveniente (necesario, diría yo) que, sobre el asunto de los abusos, antes de que todo esto pase al olvido, al menos los 83 obispos americanos que han votado en contra de estas disposiciones arbitrarias de Francisco, le hiciesen frente. Y no por nada sino porque lo que está en juego es el porvenir de la Iglesia y su supervivencia como tal, algo de lo que tendrán que dar cuenta ante Dios los susodichos obispos. ¡Qué bueno sería que siguieran los consejos de Monseñor Viganò!
Se avecinan tiempos muy difíciles para la Iglesia, máxime cuando sus mayores enemigos son, precisamente, los que se supone que son «pastores» cuando son, realmente, lobos, que pretenden la aniquilación y la destrucción completa de la Iglesia en todo el mundo, sustituyéndola por otra «Iglesia», la del «Nuevo Orden Mundial», que daría al traste con dos mil años de Historia de la Iglesia y supondría que Jesucristo fue un hombre más, extraordinario si se quiere, pero sólo un hombre. Son muchos los que no creen en la divinidad de Jesucristo ... pero en su pecado llevan ya el castigo ... Y, desde luego, Dios no permitirá que su Iglesia desaparezca (la que Él fundó, no lo que estamos ahora contemplando con tristeza).
Eso sí: sus caminos no son nuestros caminos y se requiere de nosotros, los cristianos, los que intentamos serle fieles y no traicionarle, una oración y una fe más intensas que nunca. Y una seguridad absoluta en que la victoria final será de Jesucristo, como no puede ser de otra manera. El mundo y la «Iglesia» se están riendo de Dios y de su Madre, la Virgen María; y persiguen a todo aquel que siga creyendo en la Trascendencia y en el carácter de peregrinación propio de todo hombre que viene a este mundo.
Pero por más que rechinen sus dientes y por grande que sea su odio, nunca podrán contra Jesucristo y «su Iglesia» pues «de Dios nadie se burla» (Gal 6, 7). Y su Palabra «es viva y eficaz y más cortante que una espada de doble filo. Penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay ante ella criatura invisible, sino que todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuenta» (Heb 4, 12-13).
En realidad, tan solo tenemos que recordar las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos antes de ascender a los cielos, cuando les habló de los últimos tiempos: «Si alguien os dijese: 'Mirad, el Cristo está aquí o allí', no os lo creáis. Porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y se presentarán con grandes señales prodigios para engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos. Mirad que os lo he predicho» (Mt 24, 23-25). «Cuando veáis todas estas cosas sabed que [el momento] es inminente, que está a las puertas» (Mt 24, 33).
Pero sus palabras no son de desánimo sino, por el contrario, son motivo de alegría para cuantos creen en Él: «Cuando comiencen a suceder estas cosas, erguíos y levantad la cabeza, porque se aproxima vuestra redención» (Lc 21, 28). «Os he dicho esto para que tengáis paz en Mí. En el mundo tendréis sufrimientos, pero confiad: Yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33).
José Martí