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jueves, 15 de noviembre de 2018

Sinodalidad humeante. Ejercicios de monarquía pontificia en Estados Unidos y en China (Sandro Magister)


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Más que Iglesia sinodal. Después de haber exaltado la “sinodalidad” como fruto preeminente del sínodo de los obispos realizado el pasado mes de octubre, y después de haber prometido desde el 2013 más autonomía y poderes a las conferencias episcopales, incluida “alguna auténtica autoridad doctrinal”, el papa Francisco decapitó el orden del día de la asamblea plenaria de uno de los episcopados más grande del mundo, el de Estados Unidos, reunido en Baltimore desde el lunes 12 de noviembre.
Y contemporáneamente abandonó en China a los obispos que no adhieran al acuerdo secreto firmado a fines de setiembre entre la Santa Sede y las autoridades de Pequín, es decir, a esos treinta obispos llamados “underground” o clandestinos que resisten impávidos al exceso de poder del régimen sobre la Iglesia.
En el Vaticano niegan que ésta sea la intención del Papa. Pero que los obispos chinos clandestinos se sientan abandonados por él es un hecho real, que el cardenal Zen Ze-kiun ha llegado a testimoniar en una apasionada carta-apelación puesta personalmente por él en las manos de Francisco durante una mañana a comienzos de noviembre.
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En efecto, con los obispos de Estados Unidos Francisco se impuso como monarca absoluto. El sábado 10 de noviembre recibió en audiencia, en Roma, al cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, y al nuncio de Estados Unidos, Christophe Pierre, y encargó al primero que transmitiera al presidente de los obispos estadounidenses, el cardenal Daniel N. DiNardo, la prohibición de votar sobre dos puntos cruciales en el orden del día de la asamblea, ambos referidos al escándalo de los abusos sexuales: un nuevo y severísimo “código de conducta” para los obispos y la creación de un organismo de laicos para investigar a los obispos acusados por esos abusos.
Al anunciar, desconsolado, la doble prohibición, el cardenal DiNardo explicó que Francisco exige que los obispos estadounidenses no vayan más allá de lo que el Derecho Canónico ya prescribe en la materia, y sobre todo no anticipen lo que se decidirá en la reunión en Roma de todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo, convocada por el Papa para el 21-24 de febrero.
El “diktat” de Francisco suscitó reacciones fuertemente negativas, en Estados Unidos, también en quien ha intentado identificar las razones.
Por el contrario, en el caso de los obispos chinos lo que golpea es el silencio impresionante que acompaña su “via crucis”, por parte de las más altas autoridades de la Iglesia. Un silencio no sólo público, que podría justificarse por exigencias de carácter prudencial, pero también privado de cualquier acto de acercamiento y de apoyo cumplido por vía reservada. Y envuelto en el colmo del no menos ensordecedor silencio de muchos medios católicos, especialmente los más cercanos al papa Francisco.
Es lo que denuncia el padre Bernardo Cervellera, del Pontificio Instituto de las Misiones en el Extranjero y director de la agencia “Asia News”, en el editorial reproducido a continuación, que toma nota del enésimo arresto, acontecido en días pasados, de uno de los obispos más heroicos en el rechazo de la sumisión al régimen comunista chino.
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La vergüenza ante Mons. Shao Zhumin, obispo secuestrado por la policía
de Bernardo Cervellera
Era de esperar. La noticia del enésimo arresto –el quinto en dos años– de Mons. Pedro Shao Zhumin, el obispo de Wenzhou, ha pasado bajo un manto de silencio. Excepto algunos medios españoles e ingleses, y algún raro sitio italiano además de AsiaNews, pareciera que llevarse a la rastra a un obispo, renombrado en China por su rectitud y su coraje, y obligarlo a padecer decenas de días de adoctrinamiento como en los tiempos de la Revolución Cultural, no es noticia digna de una  nota, e incluso resulta algo fastidioso, frente a lo cual es mejor callar.
Me pregunto qué sucedería si un buen obispo italiano –pongamos como ejemplo al simpático Mons. Matteo Zuppi de Boloña- fuese raptado por un grupo de fundamentalistas islámicos para adoctrinarlo y hacerlo musulmán, pero de buena fe: sin tocarle ni un cabello, como está sucediendo en el caso de Mons. Shao. Imagino que todas las primeras planas llevarían grandes titulares. En el caso del obispo de Wenzhou, no se trata de fundamentalistas islámicos, sino de fundamentalistas “de la independencia”: ellos quieren convencer al obispo de que pase a pertenecer a la Asociación Patriótica, que pretende construir una Iglesia “independiente” de la Santa Sede, y que esto es un bien para él, para la Iglesia y para el mundo.
Desde el punto de vista dogmático, siempre sigue siendo verdad cuanto fue dicho por Benedicto XVI en su Carta a los católicos de China: que el estatuto de la AP es “inconciliable con la doctrina católica”. Y varias veces en el pasado, el Papa Francisco ha dicho que la Carta de Benedicto XVI “sigue siendo válida”.
Por otro lado, pertenecer a la AP implica innumerables límites para la vida de un obispo: controles durante las 24 horas, verificación y pedido de permisos para visitas pastorales y para reunirse con huéspedes; requisas a lo largo de semanas y meses para participar en convenios de adoctrinamiento sobre las bondades de la política religiosa de Beijing.
Yo creo que el silencio de los medios -especialmente de los medios católicos, surge, ante todo, de la vergüenza. Hace pocos meses, el 22 de septiembre, ellos exaltaron a voces el acuerdo entre China y la Santa Sede, para dar la impresión de que, de allí en adelante, todo iría allanándose. Admitir, en cambio, que para la Iglesia china aún sigue habiendo muchos problemas de persecución, representa una vergüenza que -es comprensible- cuesta confesar.
Si además del arresto del obispo agregamos lo de la iglesias cerradas o prohibidas, la destrucción de las cruces, las cúpulas arrasadas, los santuarios demolidos, la prohibición a los menores de 18 años de ir a la iglesia o asistir a clases de catecismo, uno se da cuenta de que el acuerdo sobre el nombramiento de los obispos -tal como dijimos en el pasado- es bueno porque evita que surjan obispos cismáticos, pero deja intacta la situación de la AP y el Frente Unido, que se consideran como los verdaderos jefes de la Iglesia católica en China (y no el Papa). Esto se ve confirmado por las lecciones que los dos organismos están desarrollando en muchas regiones de China, en las que los curas y a los obispos reafirman que “a pesar del acuerdo sino-vaticano”, la Iglesia debe continuar siendo “independiente” (del Papa y de la Santa Sede).
Lamentablemente el acuerdo “provisorio”, no publicado y secreto, permite a China dar su propia interpretación de las cosas. El Frente Unido y la AP obligan a los sacerdotes y obispos a inscribirse en la Iglesia “independiente”, diciendo que “el Papa está de acuerdo con nosotros”, tanto que diversos católicos subterráneos sospechan, con amargura, que los han dejado abandonados en medio de la tempestad.
Algunos de los apodados “expertos” sobre China, minimizan los hechos sobre las persecuciones, diciendo que éstos suceden sólo en “algunos pocos lugares”. Pero, en realidad se registran persecuciones en muchas regiones: Hebei, Henan, Zhejiang, Shanxi, Guizhou, Mongolia interna, Xinjiang, Hubei… Y seguramente habrá otros lugares de los que no han llegado a difundir noticias.
Otra “reducción” consiste en decir que estas cosas suceden en la periferia, pero que en el centro, en Beijing, lo que se quiere es que el acuerdo realmente funcione. Pero lo cierto es que desde octubre pasado, después del Congreso del Partido comunista, el Frente Unido y la AP están bajo el control directo del Partido: es prácticamente imposible que el centro (Xi Jinping, secretario general del Partido) no sepa lo que sucede en la periferia, con casos tan evidentes que conmueven a la comunidad internacional.
Además de la vergüenza, creo que el silencio se ve alentado por otros 2 motivos.
El primero es una especie de “complejo paparil”; siendo que el Papa es un sostenedor del acuerdo con China y es un valiente defensor del diálogo con la cultura china, parece que sacar a la luz las persecuciones sea una ofensa al pontífice. Aparte del hecho de que el Papa Francisco siempre subrayó que él ama la honestidad y no la adulación: él siempre dijo que el diálogo se realiza entre dos identidades, no callando la propia y si la propia identidad está hecha de mártires, no se puede esconderla. […]
El segundo motivo podría referirse sobre todo a los medios, los denominados “laicos”, por un complejo “mercadoril”, de divinización del mercado chino. Se calla sobre las persecuciones y los arrestos porque es un “cosa demasiado pequeña”, si se la compara con la guerra de los aranceles entre China y los EEUU y con el futuro de superpotencia del Imperio del Medio. Los medios y las librerías están llenos de artículos y libros que alaban a Beijing, o la denigran, según de qué parte esté cada quien, si de parte de China o de los EEUU. Cualquiera sea el caso, de lo que no logran darse cuenta es de que la libertad religiosa en un país es signo de su “bondad”. Justamente el Papa Francisco, al reunirse el 5 de noviembre pasado con el  World Congress of Mountain Jews dijo que “la libertad es un bien sumo que hay que tutelar, un derecho humano fundamental, baluarte contra las pretensiones totalitarias”. Por eso, quien quiera defender la libertad de comercio en China, debiera defender, ante todo, la libertad religiosa. Esto es bien sabido por varios megaempresarios, que si bien quieren invertir en el extranjero, deben obedecer a las restricciones del gobierno central. Mons. Shao Zhumin no es, por lo tanto, “una cosa pequeña”, sino el signo de cómo China está evolucionando.
Vale la pena recordar una última cosa: Mons. Shao Zhumin es obispo de una Iglesia ya unificada, donde ya no existe más la división entre católicos oficiales y subterráneos, justamente aquello que esperaba el Papa Francisco en su mensaje dirigido a los católicos chinos y del mundo, publicado pocos días después del acuerdo. Sin embargo, la AP, además de secuestrar al obispo, en estos días ha prohibido a los sacerdotes “oficiales” ir a rendir homenaje a las tumbas de sacerdotes y obispos “subterráneos”. Y este es el signo de que la división en la Iglesia china no es algo que desean los católicos, ante todo. Esta política -que rige desde hace más de 60 años- no nos parece que esté a favor de la evangelización de China, sino, por el contrario -como fue expresado tantas veces en el pasado por la mismísima AP- es un paso que se encamina a la supresión de todos los cristianos.
Sandro Magister