“Con el acuerdo, Pekín aumenta la represión”, se lamenta el cardenal Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, en declaraciones a La Nuova Bussola Quotidiana. “Con gran tristeza constato que “el acuerdo” está haciendo sentir cada vez más sus efectos deletéreos. El gobierno intensifica cada vez más la persecución, nuestros hermanos no saben qué hacer: entregarse a la Asociación Patriótica va contra la fe, resistir al gobierno parece que es resistir también al Papa que invita a la unidad (¿pero cuál unidad?). ¡Un dilema dolorosísimo!”.
Mientras, en Austria, se ha sabido que el obispo Alois Schwartz, que Francisco promocionó de la diócesis de Gurk-Klagenfurt a la de Sankt Pölten, se ha venido dando una vida muy poco acorde con la ‘Iglesia de los Pobres’ que desea Su Santidad con fondos de dudoso origen, junto a su presunta amante, Andrea Erzinger, a la que tenía en nómina como directora de un centro de formación con un sueldo anual de 91.000 euros.
Las acusaciones de conducta impropia con, al menos, dos mujeres, se remontan al menos diez años atrás, denuncias que se renovaron tras su nombramiento como obispo de Sankt Pölten, e incluían su extravagantes modo de vida y sus tejemanejes financieros, lo que acabó forzando al capítulo de la catedral de Gurk a encargar un informe, publicado el 18 de diciembre pese a la prohibición de la Congregación de los Obispos.
En China, al mismo tiempo, el acuerdo provisional entre la Santa Sede y el gobierno comunista chino, firmado hace ya tres meses, avanza satisfactoriamente… Para el gobierno chino. Nuevos obispos de la Iglesia perseguida se han visto obligados, por instrucciones de Roma, a ceder su puesto a ‘prelados’ de la hasta hace poco cismática y excomulgada Iglesia Patriórica, creada y controlada por el Partido Comunista Chino, y la represión de quienes durante décadas han arriesgado la vida, la libertad y el futuro por mantenerse fieles a Roma no ha hecho más que aumentar, con nuevas detenciones y demolición de lugares de culto.
Y mientras esto sucede en la lejana iglesia perseguida y pobre, en una de las amadas periferias del Santo Padre, en la riquísima Austria, uno de los hombres de confianza de Su Santidad, el cardenal Christoph Schönborn, Arzobispo de Viena, el mismo que ha convertido una de las catedrales más emblemáticas de la Cristiandad en improvisada discoteca en recientes ocasiones, es acusado de haber conocido la situación de Schwartz y de haberle protegido.
Durante la presentación del informe, el vicario general de Schwarz, el padre Engelbert Guggenberger, tras afirmar que el obispo era totalmente dependiente de los caprichos de su amante, acusó al nuncio en Viena y a Schönborn, presidente de la Conferencia Episcopal Austríaca, de estar en conocimiento de los problemas, pero que no hicieron nada.
Hace unos días reprochábamos a Su Santidad que su magnífico discurso navideño a los cardenales de la Curia cuadrase tan mal con tantas de sus decisiones, declaraciones y actitudes, especialmente en lo relativo a la crisis de abusos clericales, pero también en este otro contraste nos sorprende la escasa coherencia.
Francisco inició su pontificado con un esperanzador mensaje en el que decía desear una “Iglesia pobre para los pobres”, con un énfasis sobre las “periferias” eclesiales en detrimento del centro, tanto tiempo protagonista. Pero no puede haber muchas iglesias nacionales más pobres y perseguidas que la china, ni más ricas y prepotentes que las de habla alemana; tampoco es fácil ser más periférico que Chengdé, o más ‘central’ que Viena o Sankt Pölten. Pero es la teología, las preocupaciones y obsesiones de las ricas iglesias europeas las que dominan el debate vaticano, mientras que el dolor y el sufrimiento de la iglesia perseguida sigue siendo ignorado por consideraciones aparentemente geopolíticas.
Carlos Esteban