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martes, 18 de diciembre de 2018

Francisco tacha de inmisericordes a sus 264 predecesores (Carlos Esteban)



Su Santidad ha hecho una defensa del cambio en la secular doctrina católica sobre la pena de muerte, en la que ha achacado a todos sus predecesores en la Sede de Pedro de ser insuficientemente misericordiosos o, al menos, menos que él.

“En siglos pasados”, los papas ignoraron “la primacía de la misericordia sobre la justicia” al usar la pena de muerte, ha declarado el Santo Padre en una alocución dirigida a una delegación de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, a la que llamó “forma inhumana de castigo”, que es ahora “siempre inadmisible”. “Ahora” y “siempre” parecen contradecirse ligeramente, pero nos limitamos a recoger las palabras de Su Santidad.

[Puede verse el siguiente video de Rome Reports de título Papa confirma oposición a la pena de muerte y pide acabar con la cadena perpetua]
 


Las palabras del Papa se refieren al cambio, este pasado 2 de agosto, del punto 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica relativo a la licitud de la pena de muerte, que si hasta ahora se interpretaba de modo mucho más restrictivo que en los siglos anteriores, hoy queda ya completamente descartada. Reza así:
Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común.
Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente.

Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona», y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo.

En su momento, la brusca iniciativa papal, llevada a cabo sin consultas ni estudios, generó un enorme debate sobre si había que considerar magisterio infalible lo que, al fin, contradecía un magisterio no menos infalible anterior y, en general, si la Iglesia podía ‘cambiar’ en cuestiones morales, en cuyo caso no habría manera de determinar cierto lo que se diga hoy, sabiendo que un Papa lo puede cambiar mañana.

Pero por las palabras pronunciadas ayer por Su Santidad, el caso recuerda al pasaje en que Cristo habla de cómo Moisés permitió el divorcio “por la dureza de vuestros corazones”. Según dijo, el nuevo punto “ahora expresa el progreso de la doctrina de los últimos Pontífices, así como el cambio en la conciencia del pueblo cristiano, que rechaza una pena que daña seriamente la dignidad humana”. Pero no se aferren con fuerza a ello, porque nada impide que la conciencia del pueblo cristiano vuelva a cambiar.

Si antes se admitía por parte de la Iglesia la pena de muerte como recurso válido del gobernante legítimo, eso se debe a una comprensión insuficientemente desarrollada de los “derechos humanos”, ha afirmado el Papa. “El recurso a la pena de muerte a veces se presentaba como consecuencia lógica y justa”, añadiendo que “incluso en el Estado pontificio se ha recurrido a esta forma inhumana de castigo, ignorando la primacía de la misericordia sobre la justicia”.

Y por eso “la nueva redacción del Catecismo también implica asumir nuestra responsabilidad por el pasado y reconocer que la aceptación de esta forma de castigo fue la consecuencia de una mentalidad contemporánea, más legalista que cristiana, que sacralizó el valor de leyes carentes de humanidad y de misericordia”

Otra vez esa “mentalidad contemporánea” que, obviamente, no será la misma dentro de cincuenta, cien o quinientos años.

Sin embargo, Francisco sostiene que el cambio “no es una “contradicción con la enseñanza del pasado”, sino el “desarrollo armonioso” de la doctrina, una doctrina que antes consideraba legítima la pena de muerte como último recurso de la autoridad legítima y hoy, a la luz del Evangelio, “es siempre inadmisible porque viola la inviolabilidad y la dignidad de la persona “. Tras lo cual instó a todos los estados que continúan usando la pena de muerte a “adoptar una moratoria con miras a abolir esta forma cruel de castigo”.

Carlos Esteban