(ONE PETER FIVE)
Es sábado por la mañana, unos días antes de la Navidad, y estoy ocupado con algunas tarjetas que debo enviar. Como suele suceder, tengo varias páginas de redes sociales abiertas en mi ordenador y observo de pronto una publicación de uno de los grupos de Facebook a los que pertenezco.
Cuando cliqueo en el enlace, soy redirigido a un vídeo en directo de un sacerdote en Italia que está celebrando la Misa Tradicional en latín.
El sacerdote está terminando el Ofertorio y comenzando el Prefacio. A medida que empieza a pronunciar las palabras en voz alta (es una misa rezada), escucho el conocido “Per ómnia sæcula sæculórum” y las siguientes respuestas surgen naturalmente en mi mente:
V. Dóminus vobíscum.
R. Et cum spíritu tuo.
V. Sursum corda.
R. Habémus ad Dóminum.
V. Grátias agámus Dómino, Deo nostro.
R. Dignum et iustum est.
Es extraño, porque he estado intelectualmente al tanto de la universalidad de la Misa Tradicional durante muchos años. He pronunciado argumentos a su favor más veces de las que puedo recordar. Pero por alguna razón hoy me sacude de forma visceral: no conozco ni cinco palabras en italiano, probablemente jamás podría mantener una conversación con este sacerdote, pero sé exactamente lo que sucede delante de mí de una manera que no conocía de joven, cuando callejeaba por el mundo buscando misas allá por donde fuese.
Desde que me convertí en católico tradicionalista en 2004 he viajado poco. Estuve ocupado formando una familia, pasando de un trabajo a otro para poder proveerla sin tener la oportunidad de experimentar realmente lo que se siente al estar en un lugar desconocido, pero como en casa, durante la Misa.
Pero sí recuerdo lo que era no sentirse así. Recuerdo asistir a misas en Budapest y Bratislava y sentirme totalmente perdido. Recuerdo tratar de rescatar suficientes palabras en castellano en Monterrey o Ciudad de México como para poder seguirlas. Desde Cracovia a Salzburgo, de Asís a Viena, la historia era la misma. Sí, era posible reconocer los elementos visuales de la Misa Nueva, pero sin conocer ninguna de las palabras, sin ser capaz de simplemente abrir un misal y conocer los Propios y leer el Canon. Me sentía aislado y perdido. Era un forastero a pesar de compartir mi fe con las personas que tenía al lado mío.
Al hablar de liturgia, existen muchos argumentos sobre la importancia de varios aspectos, entre los cuales el latín es un componente crucial para una misa universal en una iglesia universal. Sólo puedo decirles que hoy me conmovió profundamente lo verdaderamente bella e increíble que es y cómo podríamos beneficiarnos nuevamente de una identidad católica auténtica y unificada en este tiempo de discordia y de luchas.
Steve Skojec
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)