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domingo, 21 de enero de 2018

Ecumenismo: una meta-herejía (Christopher A. Ferrara)




De todas las novedades pseudo-conceptualesinauditas que han plagado a la Iglesia desde el Vaticano II, la peor es la del "ecumenismo", que fue inyectado en la Iglesia como un pernicioso virus en el documento conciliar Unitatis Redintegratio (UR).

UR, bruscamente, declaró que la Iglesia abrazaría ahora el movimiento que Pío XI, tan sólo 32 años antes del Concilio, había condenado como enemigo de la Religión Católica.
Lo condenó porque el "ecumenismo", un término esencialmente desprovisto de significado intrínseco, se basa en la propuesta de que las diferencias doctrinales con los ortodoxos y los protestantes tienen poca importancia en el "viaje ecuménico" hacia el destino de una ilusoria "unidad cristiana", en el horizonte de un retroceso cada vez mayor del "progreso ecuménico". 
Las doctrinas se consideran meras sutilezas semánticas que los "expertos" deben poner entre corchetes para la discusión teológica, mientras que los socios del "diálogo ecuménico" proclaman una "creciente unidad" que no es más que un sentimiento cálido y confuso que ignora una división doctrinal cada vez más amplia entre la Iglesia que fundó Cristo y las organizaciones meramente humanas que reclaman una misión en su Nombre, muchas de las cuales desafían incluso la ley naturalSandro Magister cita la actitud del Papa Francisco como muestra A en la ilustración del problema. Durante una de sus conferencias de prensa aerotransportadas en 2014 (en el vuelo de regreso de Turquía), Francisco se refirió a la indiferencia ecuménica del patriarca ortodoxo Atenágoras, quien se encontró con Pablo VI en una de las primeras manifestaciones del nuevo "ecumenismo":
"Creo que estamos avanzando en nuestras relaciones con los ortodoxos; ellos tienen los sacramentos y la sucesión apostólica ... estamos avanzando. ¿Qué estamos esperando? ¿Que los  teólogos lleguen a un acuerdo? Ese día nunca llegará, os lo aseguro , soy escéptico. Los teólogos trabajan bien pero recuerden lo que dijo Atenágoras a Pablo VI: "¡Pongamos a los teólogos en una isla para que discutan entre ellos y nosotros vamos a seguir con lo nuestro!" Pensé que esto podría no haber sido cierto, pero Bartholomew me dijo: 'No, es cierto, dijo eso'. No debemos esperar. La unidad es un viaje que debemos realizar, pero tenemos que hacerlo juntos ... ".
Según esto, para el ecumenista católico -en estos días, primero y ante todo, Francisco - la "unidad" es un "viaje" que los católicos deben emprender con los no católicos y los teólogos que hagan lo que tengan que hacer, pues, de todas maneraseso, en realidad, no importa demasiado. 

¿Pero "un viaje" hacia dónde, si falta la unidad en las verdades teológicas que Cristo reveló y que su Iglesia ha transmitido intactas durante 2.000 años? La pregunta nunca es respondida. Nunca se responde porque no hay respuesta. El ecumenismo es literalmente un viaje a ninguna parte o, en el mejor de los casos, a cualquier lugar, menos a Roma. 
"Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. enseñándoles a guardar TODO lo que os he mandado. Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del mundo"(Mateo 28: 19-20).
¿Qué es lo que el ecumenista no entiende de la frase TODO lo que os he mandado?

¿Cómo puede el "ecumenista" no darse cuenta ni ver que, después de cincuenta años de "diálogo ecuménico", los principales "socios de diálogo" del Vaticano han dejado de observar prácticamente todo lo que el Señor ha ordenado, incluyendo evitar el adulterio y la sodomía, los cuales (ambos dos) han institucionalizado las principales denominaciones anglicanas y luteranas, incluso entre sus "llamados" clérigos?

El ecumenismo es una meta-herejía en el sentido de ser una herejía más allá de todas las herejías particulares que la Iglesia ha tenido que combatir en su larga historia, que han recurrido repetidamente en diferentes formas y bajo diferentes nombres. Es una meta-herejía porque declara que la herejía no importa , que en realidad no existe ninguna herejía, sino solo diferencias de opinión. El ecumenismo es, por lo tanto, la herejía de las herejías, que es tanto más efectiva cuanto mayor es su falta de contenido doctrinal particular. Porque el ecumenismo, finalmente, prescinde de la Doctrina como tal.

Y es por eso que Pío XI advirtió tan proféticamente, no mucho antes de la locura del Concilio, que bajo el lema ecuménico: "¿No es correcto ... que todos los que invocan el nombre de Cristo se abstengan de reproches mutuos y por fin se unan en la caridad mutua?"  "Ahí se esconde un error muy grave, por el cual los fundamentos de la fe católica se destruyen por completo".

¿Quién puede negar que este error ahora se está desenfrenando en la Iglesia, contribuyendo a la mayor crisis en toda su historia?

Que Nuestra Señora de Fátima interceda por nosotros para librar a la Iglesia de la meta-herejía ecuménica.
Christopher A. Ferrara

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NOTA: Coloco debajo la traducción inglesa que yo he tomado como referencia.

Of all the unheard-of pseudo-conceptual novelties that have plagued the Church since Vatican II, the single worst is “ecumenism,” which was injected into the Church like a disabling virus in the conciliar document Unitatis Redintegratio (UR).

UR abruptly declared that the Church would now embrace the very movement Pius XI, only 32 years before the Council, had condemned as inimical to the Catholic religion. He condemned it because “ecumenism,” a term essentially devoid of intrinsic meaning, stands in practice for the proposition that doctrinal differences with the Orthodox and the Protestants are of little importance in the “ecumenical journey” toward the destination of an illusory “Christian unity” on the ever-receding horizon of “ecumenical progress.” Doctrines are viewed as mere semantic quibbles to be bracketed for theological discussion by “experts” while the partners in “ecumenical dialogue” proclaim a “growing unity” that is nothing more than a warm and fuzzy feeling which ignores an ever-widening doctrinal divide between the Church that Christ founded and the merely human organizations that claim a mission in His name, many of which now defy even the natural law.

Sandro Magister cites the attitude of Pope Francis as Exhibit A in illustration of the problem. During one of his airborne press conferences in 2014 (on the flight back from Turkey), Francis referred to the ecumenical indifferentism of the Orthodox patriarch Athenagoras, who famously met with Paul VI in one of the earliest manifestations of the new “ecumenism”:
“I believe we are moving forward in our relations with the Orthodox; they have the sacraments and apostolic succession... we are moving forward. What are we waiting for? For theologians to reach an agreement? That day will never come, I assure you, I’m skeptical. Theologians work well but remember what Athenagoras said to Paul VI: ‘Let’s put the theologians on an island to discuss among themselves and we’ll just get on with things!’ I thought that this might not have been true, but Bartholomew told me: ‘No, it’s true, he said that’. We mustn’t wait. Unity is a journey we have to take, but we need to do it together….”
So, for the Catholic ecumenist — first and foremost Francis these days — “unity” is a “journey” that Catholics are supposed to undertake with non-Catholics while theologians do whatever it is they do, which really doesn’t matter much anyway. But a journey to where, if not unity in the theological truths that Christ revealed and His Church has handed down intact for 2,000 years? The question is never answered. It is never answered because there is no answer. Ecumenism is literally a journey to nowhere, or at best to anywhere but Rome.

“Going therefore, teach ye all nations; baptizing them in the name of the Father, and of the Son, and of the Holy Ghost. Teaching them to observe all things whatsoever I have commanded you: and behold I am with you all days, even to the consummation of the world.” (Matt. 28:19-20).

What is it about the phrase “all things whatsoever I have commanded you” that the “ecumenist” does not understand? How can the “ecumenist” fail to see that, after fifty years of “ecumenical dialogue,” the Vatican’s principal “dialogue partners” have ceased to observe practically anything the Lord has commanded us, including the avoidance of adultery and sodomy, both of which the mainline Anglican and Lutheran denominations have institutionalized even among their so-called clergy?

Ecumenism is a meta-heresy in the sense of being a heresy above and beyond all the particular heresies the Church has had to combat in her long history, which have recurred repeatedly in different forms and under different names. It is a meta-heresy because it declares that heresy does not matter, that there is, in effect, no heresy at all but only differences of opinion. Ecumenism is, therefore, the heresy of heresies, which is all the more effective for its lack of particular doctrinal content. For ecumenism ultimately dispenses with doctrine as such.

And that is why Pius XI so presciently warned, not long before the Council’s folly, that beneath the ecumenical slogan “Is it not right… that all who invoke the name of Christ should abstain from mutual reproaches and at long last be united in mutual charity?” there “lies hid a most grave error, by which the foundations of the Catholic faith are completely destroyed.” Who can deny that this error is now running rampant in the Church, contributing to the greatest crisis in her entire history?

May Our Lady of Fatima intercede for us to rid the Church of the ecumenical meta-heresy.

Christopher A. Ferrara

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