“El comunismo es intrínsecamente perverso; y no se puede admitir que colaboren con él, en ningún terreno, quienes deseen salvar la civilización cristiana”.Queda para el lector la calificación del pacto de Metz.
Es muy interesante lo que cuenta Monseñor Lefebvre sobre lo ocurrido en el Concilio con respecto a este tema.
La petición de condena al comunismo, redactada por el Coetus Internationalis Patrum , obtuvo la firma de 454 obispos, representando a 86 países.
Monseñor Lefebvre entregó personalmente esta petición, dentro del plazo previsto, el 9 de noviembre de 1965, al secretario del Concilio.
En su biografía del Arzobispo, Monseñor Tissier de Mallerais comenta en detalle cómo el Pacto de Metz fue rigurosamente respetado por Pablo VI.
A este respecto es muy interesante el siguiente extracto de la biografía de Monseñor Lefebvre:
¿Qué pasó entonces? El 13 de noviembre, la nueva redacción del esquema no tomó en cuenta los deseos de los solicitantes; el comunismo seguía sin ser mencionado.
Por eso, Monseñor Carli protestó el mismo día ante la presidencia del Concilio y presentó un recurso dirigido al tribunal administrativo …
El Cardenal Tisserant ordenó una investigación que reveló que ..., por desgracia, la petición se había “extraviado” en un cajón.
En realidad, lo que pasó fue que Monseñor Achille Glorieux, Secretario de la comisión competente, después de recibir el documento, no lo hizo llegar a la comisión.El “olvido” de Monseñor Glorieux fue objeto de disculpas públicas por parte de Monseñor Garrone pero, como quiera que sea, el plazo concedido para introducir el párrafo sobre el comunismo ya había caducado. Por otro lado, una condena del comunismo habría discrepado demasiado con la intención del Papa Juan, que había decidido que el Concilio no condenaría ningún error.
Eso era negar el carácter “intrínsecamente perverso” del comunismo, según el Papa Pio XI, y aceptar la colaboración de los católicos con el comunismo ...
Como árbitro del debate, pero heredero de Juan XXIII, Pablo VI mantuvo el silencio sobre la palabra “comunismo”, y se contentó con añadir el 2 de diciembre una mención de las “reprobaciones del ateísmo hechas en el pasado”, lo que era falsificar la doctrina de Pío XI, que condenaba el comunismo en cuanto organización y método de acción social perversos (una técnica de esclavitud de masas y una práctica de la dialéctica, en palabras de Jean Madiran) ... y no sólo en cuanto atea.
El comentar este tema en voz alta acarreará para cualquiera la ira de los papólatras que, en el catolicismo, son legión, y que consideran que todos, todos los actos del Concilio son inspiración directa del Espíritu Santo.
Un dato que añade más sal en la herida es el de las Apariciones de Fátima. En dichas apariciones, aprobadas por la Iglesia, sor Lucía había insistido, como algo especialmente querido por la Virgen, en “la Consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón”, pues si no se hacía “Rusia esparciría sus errores por el mundo”.
El tiempo se estaba agotando: Pío XII había consagrado al mundo al Inmaculado Corazón de María el 31 de octubre de 1942. En el texto pontificio faltaba la mención especial de Rusia. A esta Consagración respondía sor Lucía:
“Dios Nuestro Señor –manifestaba la vidente- me ha mostrado ya su complacencia con el acto, aunque sea incompleto conforme a su voluntad, realizado por el Santo Padre y por varios obispos. En recompensa, promete acabar en breve con la guerra; la conversión de Rusia para más tarde”.El 26 de diciembre de 1957, Lucía insistía una vez más:
“Rusia será el instrumento de castigo escogido por el Cielo para el mundo entero si no logramos de antemano la conversión de esa pobre nación”.Ésta era la situación antes del Concilio Vaticano II: ningún Papa había realizado la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María, tal y como había solicitado la Virgen. Sólo se había realizado la Consagración del mundo, sin citar expresamente a Rusia.
Lo que en 1917, fecha de las Apariciones de Fátima, no dejaba de ser una especulación –Rusia esparcirá sus errores por el mundo- ya se había revelado una trágica realidad.
Falta otro elemento, objeto de la próxima entrada, para establecer el contexto en el que se firma el pacto de Metz.
Continuará…
Capitán Ryder
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