Alberto Olmedo fue un cómico argentino de cuya muerte se cumplirá dentro de pocos días treinta años. Uno de sus más celebrados personajes era Borges que mantenía con Álvarez (Javier Portales) diálogos disparatados de un humor zafio que en los ’80 era considerado, además, indecente.
Una de las historias que contaba recurrentemente era el argumento de un película que le proponía rodar a su amigo: en el comedor de una casa se encuentran almorzando el marido con su mujer, su madre, su hija y el Boby, es decir, el perro. De pronto, entra una banda de forajidos que descuartiza a la madre, mata la mujer, viola a la hija y degüella al Boby.
Luego, se acercan al hombre y, de un manotón, le arrebatan el plato de tallarines. Esto lo hace hace reaccionar y en un despliegue de ira, echa a los asesinos de su casa. La historia sigue pero no nos interesa. Lo que el cómico quería mostrar de un modo muy básico y elemental, era la escala de valores con la que se manejaban algunos argentinos de la época: cualquier cosa menos los tallarines. Parece exagerado y sin duda lo es, pero bien pensado, a veces nos manejamos con escalas de valores análogas.
Hace pocos días, hablando con unos amigos españoles, se me ocurrió preguntarles acerca de la pretendida independencia de Cataluña, esperando una aireada respuesta contra los pertinaces catalanes.
Y sí que hubo una respuesta aireada, pero fue contra los españoles, o contra el resto de los españoles, y especialmente contra los católicos, y sobre todo contra los que en este blog hemos siempre llamado neocon, es decir, Opus Dei, Neocatecumenales y otros similares.
Y el motivo que ocasiona el enfado de mis amigos es válido, tan válido como el que podría producirnos la conducta del protagonista del guión cinematográfico de Olmedo. Los católicos neocon apenas si cacarearon pasivamente cuando se impuso la ideología de género en todos los ámbitos de la vida diaria, ¿con qué derecho, entonces, vienen ahora a protestar contra el “derecho” catalán?
Pues resulta que si Juan se autopercibe como María, tendrá derecho a ser tratado por tal, con cambio de identidad y cirugías incluidas, pero si un catalán deja de autopercibirse como español incurre en gravísima herejía y pecado. Valores tan invertidos como los del amante de los tallarines.
No se trata de abogar por la independencia catalana, sino simplemente de mostrar que algo no está funcionando bien en la escala de valores. No tiene mucho sentido declarar la intifada porque se rompe una unidad que hace mucho tiempo dejó de tener sentido. ¿A qué sirve estar unidos bajo la égida de monarcas perjuros y democracias liberales?
Pasemos a otro ámbito.
A principio del siglo XX, San Pío X cambió a su antojo el breviario romano que se perdía en los orígenes de la oración cristiana.
En los '50', Pío XII cambió los ritos de la Semana Santa que tenían no menos de mil años de antigüedad.
Pocos años después, bajo un supuesto mandato conciliar, un grupúsculo de eruditos destruyó la misa del rito romano, cuyo núcleo se remontaba a San Gregorio Magno, y la sustituyó por un invento en constante mutación.
Desde hace décadas el catecismo que se enseña a los niños ha dejado de hablar de Jesús, como el Hijo de Dios, de la Trinidad, de la salvación y de la perdición eternas, y de las demás verdades de la fe, y ha reducido nuestra religión a un código de convivencia ciudadana.
Y desde los '70' los misioneros abandonaron sus esfuerzos por convertir a la fe de Cristo a los paganos y se redujeron a ser agentes ecuménicos de cambio social.
Todo esto está ocurriendo desde hace mucho y a ojos vista, y nadie, o muy pocos, levantaron la voz. Sin embargo, ahora se armó una batahola porque el papa Francisco autorizó a que los católicos recasados, luego de un brumoso discernimiento, pueden recibir la eucaristía. Que nos destruyan la liturgia, pase. Qué nos arruinen la fe, pase. Pero eso sí, que no nos toquen la moral sexual. Los tallarines son sagrados.
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Nota Bene: Retomo el blog luego de algunos meses de hibernación a los solos efectos de contribuir a la salud mental del Santo Padre.
El sábado pasado, La Civiltà cattolica, revista jesuita italiana y órgano oficioso del Papa, publicó el texto integral de la larga conversación que tuvo el pontífice con los jesuitas chilenos durante su viaje al país trasandino. Ante la pregunta acerca de cómo había “discernido” las resistencias encontradas a lo largo de su pontificado, Francisco respondió entre otras cosas:
“Hay resistencias doctrinales que ustedes conocen mejor que yo. Por salud mental, yo no leo los sitios de internet de esta así llamada “resistencia”. Sé quiénes son, conozco a los grupos, pero no los leo, simplemente por mi salud mental. Si hay algo grave, me informan para que sepa de qué se trata. Ustedes los conocen… Es un disgusto, pero es necesario seguir adelante”.- Santo Padre, aquí estamos. Usted nos conoce pero no nos lee, no vaya a ser que le ocasionemos un desequilibrio mental. Mejor así, no sea que después nos culpe de sus psicopatologías, aunque para defendernos conocemos el informe que el P. Kolvenbach presentó a la Congregación de Obispos cuando le consultaron acerca de la conveniencia de nombrarlo a usted obispo auxiliar de Buenos Aires, informe que, por lo demás, ya es público.
The Wanderer