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El historiador Henry Sire, que recientemente se reveló como autor de The Dictator Pope, un libro que denuncia el estilo de gobierno supuestamente dictatorial de Francisco bajo en pseudónimo Marcantonio Colonna, ha sido suspendido por la Orden de Malta, a la que pertenecía y en cuya sede romana había residido varios años.
En su decisión, la Orden, intervenida hace algún tiempo por el propio Francisco, alega que Sire ha vulnerado el párrafo primero del segundo artículo de los estatutos de la Orden, que declara que el propósito de la misma es “el servicio a la fe y al Santo Padre”.
“El contenido del libro no refleja en modo alguno las posiciones y creencia de la Orden de Malta”, ha declarado al británico The Tablet la portavoz de la Orden. “El autor del libro no habla en nombre de la Orden de Malta. En especial, el capítulo sobre la crisis institucional en el gobierno de la Orden el año pasado se basa en una reconstrucción de los hechos sesgada y unilateral”. Sire tiene derecho a apelar la decisión.
El libro, publicado el pasado diciembre a expensas del autor, causó una considerable conmoción en las esferas vaticanas, al comparar el estilo de gobierno de Francisco con el de un típico dictador sudamericano, concretamente con el de su paisano, Juan Perón. Hace gala de una nutrida selección de fuentes al contar la historia de los primeros años del actual pontificado, así como de su vida antes de llegar a la Cátedra de Pedro.
De hecho, la publicación del libro despertó una enorme curiosidad por saber quién se escondía tras el nombre del noble romano que participó en la Batalla de Lepanto, barajándose el nombre incluso de personajes importantes de la Curia.
El pasado mes de diciembre, en declaraciones al Catholic Herald y aún bajo anonimato, Sire declaró que su propósito al escribir el libro era “simplemente mostrar la distancia que existe entre la imagen del liberal y democrático Papa Francisco y el verdadero carácter de este pontificado. Es algo que debería dar a todos los católicos motivos de preocupación”.
Carlos Esteban
ROMA, 22 de marzo de 2018 ( LifeSiteNews ) - Los Caballeros de Malta han suspendido al historiador de alto vuelo Henry Sire por violar supuestamente su constitución, tras las revelaciones de que él es el misterioso autor de The Dictator Pope .
The Catholic Herald informó hoy que la Orden de Malta notificó a Sire su suspensión el miércoles.
La identidad de Sire como autor de The Dictator Pope fue confirmada el lunes, cuando Regnery Press publicó su nombre y antecedentes en una descripción on line del libro. Sire originalmente autopublicó el libro bajo el seudónimo de Marcantonio Colonna, una figura histórica mejor recordada por su servicio como almirante de la flota papal en la Batalla de Lepanto.
El lunes, Sire twitteó desde su cuenta oficial de Marcantonio Colonna: "Como dicen los franceses, l'heure est arrivée . A veces, una fiesta sorpresa es lo mejor ".
"Dirijo mi sombrero al gran almirante Colonna, cuyo nombre he intentado honrar", agregó.
Originalmente disponible sólo en Kindle, Regnery ahora publica una copia impresa y actualizada del libro titulado: The Dictator Pope: The Inside Story of the Francis Papacy.
El libro explosivo apareció por primera vez en diciembre. Ha sido elogiado por su erudición, con un comentarista respetado que dice que "el 90 por ciento de esto es simplemente incontrovertible".
Según los informes, cuenta la historia detrás del escenario del papado de Francisco, de la vida de Jorge Bergolgio antes de su elección a la Cátedra de Pedro.
Henry Sire (HJA Sire) nació en 1949 en Barcelona en el seno de una familia de ascendencia francesa. Fue educado en el centenario Stonyhurst College de los jesuitas y en Exeter College, Oxford, donde obtuvo un título de honor en Historia Moderna.
Es autor de seis libros sobre historia y biografía católica, incluido uno sobre el famoso jesuita inglés, escritor y filósofo padre Martin D'Arcy, SJ.
Sire también escribió Phoenix from the Ashes: Making, Unmaking, and Restoration of Catholic Tradition , que examina el estado de la Iglesia Católica desde el Concilio Vaticano Segundo.
La versión impresa de The Dictator Pope está disponible para prepedido de Regnery Press y se lanzará en abril.
Monseñor Viganò ha presentado su dimisión al Papa como responsable de comunicación del Vaticano y Su Santidad ha aceptado su dimisión.
No cabía otro resultado, después del torpísimo e indignante intento de engañar al mundo manipulando maliciosamente ni más ni menos que una carta del Papa Emérito Benedicto XVI. El único destino posible de quien es sorprendido en una maniobra tan vergonzosa es acabar en la calle. O, quizá, no.
No, Viganò se va, pero se queda. Esta comedia parece no ir a acabar nunca.
La carta de dimisión enviada a Su Santidad y hecha pública por la Santa Sede es ya bastante preocupante. Es larga -350 palabras para decir “dimito”-, y en ella monseñor dice que se va porque toda la polémica que ha rodeado su trabajo “desestabiliza la gran y compleja reforma que usted me había confiado”.
Con todo el respeto, monseñor: aquí no se trata de nada complejo, y mucho menos, grande, sino de algo tan simple y mezquino como la mentira descarada. Es bastante estupefaciente que en una misiva tan relativamente larga, un ministro de la religión del perdón, en Cuaresma, haya sido incapaz de confesar el fallo -mintió- y expresar su arrepentimiento. Leyéndola sin contexto, uno nunca sabría que intentó engañar a todo el mundo usando una carta de rechazo de Benedicto XVI, sino que pensaría que todo es causa de un terrible malentendido.
Pero si extraña es la carta de dimisión de Viganó, la del Papa aceptándola no es menos intrigante. El Papa tenía todas las razones del mundo, y unas cuantas más, para responder con un lacónico “¡aceptada!”, después de semejante ridículo internacional. En su lugar, contesta diciendo que acepta la dimisión “haciendo un gran esfuerzo” y tras una reflexión “prolongada y atenta”.
Por más que le doy vueltas no veo muy bien qué hay que reflexionar aquí y cómo podría dudarse más de dos segundos en aceptar una dimisión tan justificada.
Pero la guinda, para el final. Como decíamos, Viganò se va, pero se queda. En la misma carta en que se acepta la dimisión, se le nombra ‘asesor’ de su sucesor, Lucio Adrián Ruiz.
Viganò era una apuesta personal del Papa, el flamante líder del flamante equipo que iba a llevar las anquilosadas comunicaciones vaticanas al S. XXI, y parece natural que le disguste que las circunstancias le obliguen a cambiarlo.
Francisco, hay que reconocerlo, tiene una forma bastante peculiar de gobernar la Iglesia. Exige lealtad absoluta y es, a su vez, extraordinariamente leal a su gente, a los elegidos. Y no lleva bien que le fuercen a deshacerse de ellos.
Lo de Viganò ha sido demasiado descarado y ha pisado demasiados callos, todos los medios internacionales sintiéndose engañados por el secretario de Comunicación, inadmisible para un Papa tan mediático.
Pero ha logrado mantener a otros colaboradores rodeados por el escándalo. Ahí sigue Monseñor Ricca, disponiendo en los dineros de la Iglesia (en el IOR), pese a todo lo que ha dado que hablar.
Ahí está el Obispo Barros, que sigue al frente de la diócesos chilena de Osorno, pese a las protestas vociferantes de las víctimas de abusos. Sobre todo, ahí sigue su mano derecha en Américan Latina, el Cardenal Maradiaga, Arzobispo de Tegucigalpa, pese al escándalo de sus oscuros manejos financieros y de las graves acusaciones de naturaleza sexual contra su ‘número dos’, Pineda.
Si algo no es Francisco es formalista. No es su estilo. De hecho, la camarilla de íntimos colaboradores del Colegio Cardenalicio, el llamado C9, tiene a menudo un peso que supera el de las congregaciones en asuntos en las que estas serían las formalmente competentes.
Válgame todo lo anterior para justificar una sospecha: que Viganò no se ha ido, sencillamente Francisco ha consentido en cambiarle la etiqueta, el título, el nombre de su cargo, esos formalismos que le impacientan, pero que seguirá siendo el hombre de comunicación de Su Santidad a todos los efectos importantes.
Ojalá, naturalmente, me equivoque.
Carlos Esteban