Los obispos españoles, en pie de guerra, lograron parar un verdadero golpe de Estado por parte de los ‘hombres fuertes’ de la Iglesia española en la última asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Española, un plan para arrebatar a los titulares de las diócesis el control sobre el destino de sus seminarios.
El plan era, en concreto, y, según cuenta Religión Confidencial, cerrarlos a voluntad; la excusa, la conveniencia de ‘unificar’ y ‘coordinar’ la política nacional de seminarios, reduciéndolos para evitar gastos absurdos ya que muchos de ellos apenas tienen seminaristas.
La bomba, que cayó hacia el final de la reunión en forma de una carta del Prefecto de la Congregación para el Clero, el cardenal Beniamino Stella, leída tras presentar monseñor Joan Enric Vives un informe sobre los seminarios españoles, despertó el espíritu de resistencia de nuestros ordinarios, por lo común dóciles.
La carta de Stella proponía la creación de una comisión formada por los cuatro cardenales españoles en activo -Blázquez, Osoro, Omella y Cañizares-, con potestad para decidir qué seminarios había que cerrar y cuáles debían quedar abiertos.
Por una vez, los obispos recordaron que cada uno de ellos es soberano en su diócesis y rechazaron casi en bloque y enérgicamente la propuesta, que consideraban, además de una injerencia intolerable en sus respectivas jurisdicciones, una medida inconveniente por cuanto la comisión no tendría en cuenta peculiaridades propias de cada caso ni los esfuerzos que cada purpurado esté haciendo en este sentido.
Fuentes cercanas a la CEE a las que ha tenido acceso InfoVaticana aseguran que la idea de la comisión no partió de Stella, sino que le fue sugerida, precisamente, por el cuarteto en cuestión, e igual de extendida está la sospecha de que el interés por los seminarios -más concretamente, por el cierre de algunos- no respondería meramente a criterios pragmáticos.
En el punto de mira de la frustrada comisión estarían, por ejemplo, los seminarios propiciados por el Camino Neocatecumenal, los Redemptoris Mater, y se aprovecharía la iniciativa para echar el cierre de aquellos centros de formación de sacerdotes que pudieran estar menos alineados con los ‘vientos de cambio’ introducidos por el actual pontífice. Es sobradamente conocida, por ejemplo, la poca simpatía que inspiran al propio Stella los seminarios basados en la teología tomista. En la lista negra estarían seminarios del Opus Dei, como el de Bidasoa en Pamplona.
Quien tendría, entre bambalinas, la última palabra en las decisiones de cierre no sería otro, según las mismas fuentes, que el jesuita Germán Arana, confidente y antiguo confesor de Su Santidad y conocido ya en estas páginas.
Arana, precisamente, examinó personalmente a cinco seminaristas neocatecumenales que tenían previsto ordenarse este sábado en la Diócesis de Madrid y los encontró ‘no aptos’. La reacción del Arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha sido declarar que no va a ordenarlos, con el consiguiente e imaginable revuelo.
Osoro, por cierto, que ni siquiera asistió a la plenaria, tiene una espinita clavada en su corazón episcopal, y es el seminario de Alcalá, “deplorablemente” apegado a la formación sacerdotal clásica tomista. ¿Hay que decir que estaba en la lista de descartables? E intenciones similares se sospechan en Omella con respecto al seminario de la vecina Terrasa.
Dos cosas llaman poderosamente la atención en esta noticia.
- La primera, que en un pontificado que se anunciaba basado en la descentralización y la colegialidad puedan tolerarse estas formas indignantemente dictatoriales que pasan por encima de las normas de jurisdicción más elementales en la Iglesia.
- En segundo lugar, que nuestros obispos recuperen súbitamente la voz y el coraje en defensa de sus fueros canónicos. Eso nos da esperanza de que algún día hagan otro tanto por la salud pastoral de sus fieles.
Carlos Esteban