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viernes, 27 de abril de 2018

Tucho Fernández sería nuevo arzobispo de la Plata



Perdón por lo que han hecho los demás (Fray Gerundio)



Se puso de moda hace tiempo la costumbre, el vicio o la manía de pedir perdón por cosas que han hecho los otros, especialmente lo antecesores, ancestros y precursores. La Iglesia Católica dio el pistoletazo de salida en los tiempos de Juan Pablo II. Ha pedido perdón por todo lo que ha sucedido en los siglos anteriores. O sea, ha pedido perdón por todo lo que SE HA HECHO (así, en impersonal) en los pasados siglos, o por lo que HAN HECHO OTROS (en acusativo-acusador), en las centurias pretéritas. Ya digo que es un virus-invasor que ataca a todos los organismos eclesiales.

La verdad es que nunca he visto esta virosis en el mundo de la política: jamás se ha columbrado ni de lejos un comunista pidiendo perdón por los crímenes de Lenin, o por los asesinatos de Stalin. O un comunista chino diciendo que Mao fue un criminal, y pedir perdón por ello. Tampoco he visto nunca a un socialista español pedir perdón por los desmanes de Largo Caballero (el Lenin español) o por lo que ha robado el Partido: desde aquel famoso oro del Banco de España hasta los actuales ERES de Andalucía. Santiago Carrillo, el gran asesino de nuestra Guerra Civil, se marchó al aniquilatorio sin pedir perdón por sus crímenes de Paracuellos. Ni se ha pedido perdón, ni se ha reconocido la culpabilidad, claro. Esta gente lo mismo se niega a pedir perdón por robar un par de botes de crema para la dureza del cutis, que si se trata de pedirlo por la dureza de cutis demostrada al zamparse 500 millones de euros. Da igual.

Estos días hemos asistido una vez más, a una sesión de petición de perdón de los Obispos Vascongados. Piden perdón porque la Iglesia ha sido en ocasiones cómplice de los desmanes de ETA. En otro tiempo, claro. Parece un chiste, puesto que algunos de esos predecesores-responsables-en-otro-tiempo viven todavía, pero no firman el documento.

O sea, que piden perdón genérico los que hace cuarenta años estaban en el Instituto, pero no piden perdón los que ahora son eméritos, que son justamente los que hicieron los desmanes en aquellos años. No entiendo nada. O mejor dicho, sí que lo entiendo.

A mí me hubiera parecido más adecuado, que ese valiente documento llevase estampadas las firmas de los que hicieron posible aquella complicidad y que todavía viven, esperando ser juzgados por el Altísimo: Setién-Emérito 1 de San Sebastián, Uriarte-Emérito 2 de San Sebastián (menudas piezas); o que se hubiera hecho referencia a los que han pasado a mejor vida como Larrea, Añoveros, Cirarda, Larrauri, y todos los que destrozaron aquellas diócesis, que en otro tiempo fueron señeras en el catolicismo español. Setién fue el Master-Chef, pero también hubo complicidades de las Nunciaturas y otros etcéteras.

Imagino que dentro de treinta años se publicará una carta del Arzobispo-Laico de Barcelona, pidiendo perdón por lo que en los últimos años del siglo XX y primeros decenios del XXI hicieron sus antepasados Jubany, Omella, Pujol, Casanova o Vives (del Novell nadie se acordará ya). O la complicidad de los monjes de Monserrat, dedicados a la contemplación separatista. Podría rezar así el comunicado del futuro:
Pedimos perdón por la complicidad que tuvo la Iglesia Catalana –entonces moribunda, ahora zoombie-, en el nacionalismo que nos ha llevado a esta situación. Alá es Grande. Dígase lo mismo de lo que hicieron nuestros esclavos de las Baleares.
Firmado: Todos los Obispos-Laicos-Laicas de Alá-Catalunya.
Para la doctrina Católica, cuando se pide perdón, se pide con dolor de corazón por haber pecado y con propósito de la enmienda para no pecar más. Cosa que no se puede hacer cuando se trata de pecados que han cometido otros. No sé si ahora el G-9 de Francisco habrá cambiado la orientación de lo que siempre enseñó la Iglesia. Me temo que no. Por eso el Master-Chef del G-9, que es el cardenal-saxofonista Maradiaga, se niega a pedir perdón por los flequitos de unos dólares que se le han visto salir de los bolsillos, en un par de tonterías que le han montado los enemigos de Francisco.

Item más. Los Obispos chilenos deberían pedir perdón en nombre de Francisco, porque no atendió a sus solicitudes cuando estallaron las primeras voces que pedían la dimisión del Obispo Barros. De aquellos barros, vienen estos lodos.

El caso es que los Obispos Vascongados, tan formales ellos, al final han sacado una patita de complicidad, necesaria en el guión: desean, esperan y anhelan que se pueda llevar a cabo el acercamiento de los presos vascos. Que es lo que siempre quiso ETA. Pero no hay que preocuparse, porque dentro de cuatro lustros, los Obispos que moren en Vasconia (que también serán Obispos con turbante, como el de Barcelona), pedirán perdón por lo que dijeron sus predecesores en 2018 sobre el acercamiento de presos.

No hay problema.

Fray Gerundio