Son muchos los periodos de las historias de la iglesia católica en la que han existido los que podemos llamar cripto católicos. Grandes persecuciones religiosas han provocado que muchas personas viviesen en secreto la fe heredada de sus mayores. Los padres son los que transmiten la fe a sus hijos y no lo hacen con grandes discursos o sesudos argumentos sino con su vida. Estamos habituados a que estas situaciones se den en persecuciones externas y menos a que los católicos deban defender su fe de las herejías que muchas veces nos quedan lejanas.
Tenemos la noticia del abandono de mas de cuatro millones de católicos en Estados Unidos y tendemos a no creerla. El caos que estamos viviendo en las altas esferas de la iglesia católica está llevando a no pocos, fieles, sacerdotes y obispos, a vivir su fe con discreción y cerrando los oídos esperando tiempos mejores. Es lo que sucedía en la iglesia primitiva con los obispos herejes, de las tantas que hemos tenido, que querían imponer por obediencia las herejías a sus fieles.
Hoy tenemos un elemento que nos diferencia de otras épocas y con consecuencias imprevisibles. Los nuevos medios de comunicación hacen que se pueda estar en contacto, en tiempo real incluso, con personas que están en la otra punta del planeta. Juan Pablo II, en su primer viaje a Polonia -en el lejano 1979- no tenía otra finalidad que hacer ver a los católicos polacos que eran muchos. Hoy esto se hace a través de la red y las personas con aficiones comunes, para bien o para mal, tienden a unirse con gran facilidad. Esto ayuda a unificar fuerza y a no sentirse solos.
Lo mismo que la política tradicional está cambiando por la influencia de las nuevas tecnologías, no llegamos a valorar está influencia en el hecho religioso pero la realidad existe y con qué fuerza.
Hemos visto terminar el juicio vaticano a Mons. Capella con gran rapidez y una condena que veremos trasformada en un periodo de “cura”. Es la mayor condena puesta por el tribunal de Vaticano en su historia. La materia juzgada era de raíz informática y afectaba a transmisiones de material pornográfico. En otros tiempos esto no podía existir.
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Los Sacerdotes actuales han perdido una gran parte del prestigio social que los acompañaba en épocas no muy lejanas.
Nos parece injusta la crítica generalizada lanzada por el Papa Francisco de que viven como ricos epulones y especifica: “sacerdotes, obispos y religiosos”. Es claro que hoy nadie elige la vocación sacerdotal para hacerse rico. Puede haber casos en que se utilice el oficio para otras actividades y para eso están los obispos en sus diócesis y el papa en Roma.
La idea de que todos pedófilos y ladrones está demasiado extendida como para que venga bendecida del alto. Son muchos los que están dando su vida en momentos muy complicados y no merecen ser tratados así.
Specola