¿Alguien en su sano juicio -y con un mínimo de sentido moral y religioso: en católico, me refiero- puede pretender a estas alturas que Jesús era un discriminador de tomo y lomo? ¿Se puede ser más “cortito", por muy cardenal de la Iglesia Católica que se sea?
Por cierto: ya se ve -patet, que diría mi maestro- que lo de ser cardenal, arzobispo, obispo, sacerdote, religioso o asimilado … no aporta absolutamente nada a lo que natura non dat; la gracia presupone la naturaleza y, por eso precisamente, se asienta en ella como en su sujeto, pero no la sustituye: sólo la mejora, si uno lucha por ser santo; en caso contrario, se hace uno más tonto de lo que ya es.
Por cierto: no sólo es el caso del señor que nos ocupa, como si fuese algo raro o insólito; sino el de ya tantos y tantos reiterados, cansinos, enfermizos, bobalicones, ilógicos, cerriles y nada “eclesiales” miembros de la Jerarquía Católica, que “se dejan llevar por todo tipo de doctrinas” (cf. Ef 4, 14; Hbr 13, 9) menos por las que deben. Lo digo con dolor, porque soy sacerdote; pero, en conciencia, no puedo callar ante estas memeces que, se quieran o no, hacen daño a la misma Iglesia, y a sus mismos hijos.
Hablar, a estas alturas, de “sacerdocio exclusivamente masculino” -cuando es bien sabido que, hasta ayer mismo, la Iglesia como tal no se sentÍa autorizada ni legitimada para hacer algo distinto a lo que hizo Cristo, ni en éste ni en ningún otro tema-, y presentarlo -consciente o inconscientemente- con toda la mala baba de que uno es capaz, como algo “negativo", que “no está ayudando a la Iglesia a presentarse como una pionera de la igualdad de derechos"…, es pasarse, por donde le da la gana -fruto también, pero no sólo, de su cortedad manifiesta- desde la misma Institución del Sacerdocio por parte de Jesucristo hasta todo el conjunto de la teología de siempre respecto al mismo, pisoteando la praxis de siempre y sin ningún “corte” o “laguna” desde su nacimiento; además de ningunear a san Juan Pablo II, que dejó escrito y rubricado, que la pretensión de un sacerdocio “femenino” era “un caso cerrado en la Iglesia Católica".
El tal Marx, card. Reinhard, se suma a la ya larguísima lista de miembros de la Jerarquía que, abducidos por las insanas ensoñaciones que producen los despachos eclesiales (les pasa lo mismo a cierto tipo de “teólogos") cuando en ellos no se hace nada de lo que se debería de hacer. Y se cumple lo que me decía mi madre, fruto de la sabiduría popular: “cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas". Y es el caso.
En el seno de la Iglesia, y por parte de bastantes de sus miembros, se está produciendo -con plena conciencia- todo un entramado de “opiniones", “praxis", “pastorales", “documentos", “declaraciones", “términos", “medias verdades", “afirmaciones sin fundamentar y sin explicar lo que quieren decir", “aperturas", etc., que tienen como intención y finalidad la presentación de la realidad de la Iglesia Católica hasta el día de hoy -bueno, exactamente hasta hace 4 años- como algo “superado” porque ya no comunica con la gente, con la mentalidad de las gentes, con los jóvenes, con los religiosos y éstos con el personal, con los sacerdotes, con la sociedad…, con el mundo, en definitiva. Con esta premisa -falsa de toda falsedad; falta de Fe, de Esperanza, de Caridad, de Comunión y de Eclesialidad- se “motiva” entonces la “creación” de la “nueva Iglesia", empezando por “una nueva imagen” de la misma, como dice el sr. cardenal.
Se pretende asentar que "más que la religión nos debería preocupar la salud, la comida y las relaciones humanas": esto lo dice uno que se las da de teólogo -y durante años ha sido incluso referente para la jerarquía española-, presentando como verdadera y única misión de la Iglesia “humanizar el mundo". Es la “cultura” de la acogida, la de tender puentes, la que no juzga, la de la paz…:
Ahí tiene que estar la Iglesia, ése ha de ser su único horizonte; al precio, claro, de esconder todo signo visible de Dios, empezando por su misma Palabra -encarnada en Jesucristo, sí, pero del que ya no sabemos realmente nada cierto-, porque ésta -la Palabra, Jesús mismo, sus Sacramentos, su Salvación- ya “no sirve” al “hombre de hoy". Luego tampoco sirve la Iglesia de hasta ayer mismo.
Si para eso se ha de acusar a la Iglesia de lo que nunca ha dicho ni hecho, y si se ha de tergiversar lo que siempre ha dicho y hecho…, pues se hace.
Y “aquí paz y después gloria".
Amén.
José Luis Aberasturi