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jueves, 2 de agosto de 2018

Al Papa lo elige Dios (José Luis Aberasturi)


Es un aserto al que se agarra mucha gente, la verdad. Y se agarra a eso, bien por poca formación doctrinal y/o espiritual; bien por un afán -lícito, aunque equivocado- de seguridad. De seguridad en Dios y en la Iglesia, para uno mismo y para los demás; bien porque, sin más, así lo creen ya que, quizás, así se lo han enseñado. Pero hay que decir que las buenas intenciones no hacen verdadera una idea, o un deseo, o una historia.
Otra cosa es que se pueda decir tal cual…, porque no se puede. Simplemente, no es verdad.
Que se sepa, pues está incluso revelado, es que Jesús -verdadero Hombre y verdadero Dios- escogió al primer Papa, a Pedro: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y fuera de este -que se sepa, insisto- a ninguno más.
También escogió a los primeros Obispos, los demás Apóstoles. E instituyó el Sacerdocio Católico el dia del Jueves Santo: el mismo día en que instituyó el Sacramento de la Eucaristía y les dio a los hombres la capacidad -sobrenatural- de hacerlo en “su” Nombre: nunca en nombre propio.
Por tanto, lo que Cristo ha dado a “su” Iglesia -la Iglesia Católica y a ninguna otra, aunque esté de moda no decirlo así- como señas de identidad fundacionales y para siempre, es el Papado -con el Papa que lo encarna en cada momento-, son los Obispos -sucesores de los Apóstoles- y los Sacerdotes: su Presbiterio. Que se suceden históricamente a lo largo de los siglos: sin ellos no habría Misa, ni Eucaristía; ni siquiera habría Iglesia, porque no estaría Él presente y actuante: Salvador. 
Por contra, ¡nadie ha dicho jamás que haya visto votar al Espíritu Santo en ninguno de los múltiples cónclaves que ha habido en la historia de la Iglesia! Y no lo han dicho porque no lo han visto: de hecho, nunca ha pasado. Y no ha habido nigún Padre de la Iglesia, ni teólogo digno de ese nombre, ni escuela eclesial ni familia religiosa que haya afirmado tal cosa: que Dios elege al Papa. Nunca.
Porque al Papa lo votan exclusivamente los Cardenales Electores; es decir, los que tienen derecho a voto. Y nadie más. Y sale elegido el que sale elegido, con perdón por la perogullada.
Lo que también se sabe -porque lo han dicho los interesados en hacerlo así y en decirlo-, es que ha habido elecciones en las que el resultado estaba más que amañado de antemano. ¡Cosas de la poca integridad de las personas, aunque sean Cardenales! ¡Así es la vida!
Podría citar casos y dar nombres pero, ¿para qué? No aportan mucho a lo que estamos considerando. Nada, de hecho: ¡si hasta ha habido algún momento con más de uno o más de dos papas! Lo que demuestra, negro sobre blanco, quién elige al Papa. Y a los Obispos los nombra el Papa. Y a los Sacerdotes, su obispo,
Otra cosa es -yendo de abajo a arriba- que la vocacion sacerdotal es divina: ahí sí es Dios quien elige, quien da la vocación. Y uno, la acepta o la rechaza. Y la acepta con todas sus consecuencias, incluido el celibato, renunciando a otras posibilidades -icluso realidades presentes- para ser consecuente con esa llamada divina. Llamada que nadie puede darse a sí mismo. Llamada de la que deben asegurarse -les va en ello su felicidad terrena y eterna- los superiores, empezando por el Obispo. O el Papa y sus asesores, de cara a los mismos Ordinarios que va a llamar personalmente..
Otra cosa es ya la “carrera": la “plenitud del sacerdocio” -los obispos-, reservado a unos pocos que son llamados por sus superiores; y las dignidades -los Cardenales-, que crea el Santo Padre y de donde sale elegido el Papa.
Y así, unas veces sale elegido un Papa a la altura del Corazón de Cristo -los hemos conocido-, y otras veces sale elegido un Papa a la altura del corazón de los hombres, que ya sabemos cómo va la cosa. También los hemos conocido.
En el primer caso, la Iglesia va como la seda, por decirlo de alguna manera; aunque siempre hay “problemas” porque, ni el demonio ni los pastores mercenarios dejan por eso de existir. En el segundo caso y para todos en la Iglesia Católica, son tiempos de más Fe, de más Oración, de más exigencia personal -mayor Santidad, en definitiva-, porque son tiempos de prueba: no para Dios, sino para nosotros por parte de Dios. Porque ahí nos espera.
Y esto no desmiente que, se dé el caso que se dé, Dios siempre escribe derecho: hasta con renglones torcidos. Y “saque de los males bienes, y de los grandes males, grandes bienes".
Amén.
José Luis Aberasturi

Cardenal Coccopalmerio se excluyó de la Iglesia Católica



El cardenal pro-homosexual Francesco Coccopalmerio, de 80 años, cuyo secretario fue atrapado en el 2017 en una fiesta homosexual y de drogas, apoya la intercomunión.

Al hablar en Vatican Insider el 1 de agosto con el periodista cortesano de Francisco, Andrea Tornielli, Coccopalmerio llamó “importante”, “muy interesante” y “escrito con gran cuidado” a un documento herético de los obispos alemanes que “permite” la Comunión a los protestantes.

Según Cocopalmerio, los protestantes casados con católicos deberían recibir la Comunión “cada vez” que asisten a la Santa Misa, para no “dividir” a la pareja [aunque a la pareja no le importa no compartir la misma fe].

Para él “no es una condición necesaria” creer en la doctrina católica de la transustanciación para recibir la Santa Comunión, sino que es “suficiente” “creer” que el pan y el vino consagrados en la Santa Misa son el cuerpo y la sangre de Jesucristo.

Esta herejía fue condenada por el Concilio de Trento: “Si alguien dice que la sola fe es preparación suficiente para recibir el Sacramento de la Santísima Eucaristía, sea anatema” (Sesión XIII, Canon XI).

Papa contra Papas. Mortalium animus vs Unitatis Redintegratio



Me hace gracia como muchos intentan buscar una explicación a la crisis de la Iglesia y se quedan en el papa Francisco. Ven el lenguaje confuso, ambiguo, claramente carente de esa fuerza que tiene el auténtico lenguaje católico en el capítulo VIII de AL y sin embargo no son capaces de ver el juego de palabras, los giros y ambigüedades de gran cantidad de documentos postconciliares, sobre todo aquellos más problemáticos que han dado pie a la ruptura con muchas de las doctrinas que la iglesia ha defendido durante 2000 años. Una de estas doctrinas ha sido la unión de los cristianos. Dios juzgará a todos aquellos que han sido cómplices de estas ambigüedades . Ambigüedades que ningún papa postconciliar fue capaz de corregir , ni de aclarar. Es más todos y cada uno fueron dando un pasito hacia adelante hasta llegar a Francisco para quien el mayor enemigo del ecumenismo es el “proselitimo”.  
                                       MORTALIUM ANIMUS
  1. Otro error – La unión de todos los cristianos. – Argumentos falaces
    Pero donde con falaz apariencia de bien se engañan más fácilmente algunos, es cuando se trata de fomentar la unión de todos los cristianos. ¿Acaso no es justo -suele repetirse- y no es hasta conforme con el deber, que cuantos invocan el nombre de Cristo se abstengan de mutuas recriminaciones y se unan por fin un día con vínculos de mutua caridad? ¿Y quién se atreverá a decir que ama a Jesucristo, sino procura con todas sus fuerzas realizar los deseos que El manifestó al rogar a su Padre que sus discípulos fuesen una sola cosa?(1). y el mismo Jesucristo ¿por ventura no quiso que sus discípulos se distinguiesen y diferenciasen de los demás por este rasgo y señal de amor mutuo: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en que os améis unos a otros?(2). ¡Ojalá -añaden- fuesen una sola cosa todos los cristianos! Mucho más podrían hacer para rechazar la peste de la impiedad, que, deslizándose y extendiéndose cada más, amenaza debilitar el Evangelio.
    5. Debajo de esos argumentos se oculta un error gravísimo 
    Estos y otros argumentos parecidos divulgan y difunden los llamados “pancristianos”; los cuales, lejos de ser pocos en número, han llegado a formar legiones y a agruparse en asociaciones ampliamente extendidas, bajo la dirección, las más de ellas, de hombres católicos, aunque discordes entre sí en materia de fe.
UNITATIS REDINTEGRATIO
Es más: de entre el conjunto de elementos o bienes con que la Iglesia se edifica y vive, algunos, o mejor, muchísimos y muy importantes pueden encontrarse fuera del recinto visible de la Iglesia católica: la Palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, y algunos dones interiores del Espíritu Santo y elementos visibles; todo esto, que proviene de Cristo y a El conduce, pertenece por derecho a la única Iglesia de Cristo.
Los hermanos separados practican no pocos actos de culto de la religión cristiana, los cuales, de varias formas, según la diversa condición de cada Iglesia o comunidad, pueden, sin duda alguna, producir la vida de la gracia, y hay que confesar que son aptos para dejar abierto el acceso a la comunión de la salvación.
Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia.
Nota 1: La aplicación de este ecumenismo lleva a la caída de las conversiones. Si con la conversión al catolicismo nada varía sustancialmente y como dice este ambiguo documento “Cristo no ha rehusado servirse de estas iglesias como medios de salvación”, el mensaje que manda es que da lo mismo estar en una iglesia que en otra. En los EEUU, antes del Concilio se contaban anualmente cerca de ciento setenta mil conversiones: después del concilio cae dramáticamente la cifra a pocos centenares (1). El paralelismo entre este lenguaje y el utilizado por Francisco es indiscutible. Francisco es hijo del concilio y de sus concesiones y caprichos. Quejarse ahora de que el hijo les ha salido respondón creo que es totalmente incoherente teniendo en cuenta su contribución a la causa.
Nota 2: Hay que decir que es totalmente deshonesto enseñar en una universidad católica el documento Unitatis redintegratio sin explicar Mortalium animus. Yo he oído a profesores de religión de colegios católicos decir que la salvación está en otras iglesias también y que tampoco hay que ponerse dramáticos con lo de la Iglesia católica. Estos profesores han estudiado teología en universidades católicas.
Nota 3: La hermenéutica de la continuidad se cae a pedazos, el papa Benedicto XVI quiso arreglar un juguete roto. Si en el documento postconciliar pone A, no entiendo porque tenemos que leer B. Como siempre todos aquellos que tienen en su mano solucionar el problema y retractarse prefieren que la nieve vaya cubriendo el paisaje y las almas se vayan enfriando.
Nota 4: La crisis de fe y doctrina que ya existía y que el CVII en lugar de corregirla la agravó hasta extremos insospechados, oculta una crisis moral, la de los abusos a menores y la de la homosexualidad. El silencio cómplice de tantos obispos, cardenales y los mismos papas refleja que no les importa que los inocentes sean abusados, ni que las almas sean llevadas al desfiladero, no les importa que a los jóvenes se les arranque la inocencia y tampoco que las almas sean privadas de la salvación.
Todos y cada uno responderán ante Dios.
Nota 5: Una de las causas de estos silencios es síntoma de una grave enfermedad, el clericalismo.
(1) Iota Unum. Romano Amerio

La respuesta católica correcta a las manifestaciones del orgullo gay (Monseñor Schneider)



Nota de Adelante la FeAnte la gran difusión que han alcanzado por todo el mundo las marchas de reivindicación del orgullo gay, un obispo católico tiene el grave deber moral de alzar la voz y denunciarlas. Es más, se puede constatar el creciente apoyo de representantes del clero católico al orgullo gay en medio del silencio, la pasividad y el temor de las autoridades eclesiásticas que deberían denunciar la situación sin rodeos y defender a la Iglesia de la inoculación del veneno de la ideología homosexual y de género y proclamar la verdad de la creación de Dios y sus santos mandamientos. Mons. Schneider ha tenido la valentía de hacerlo ante el silencio cuasi generalizado.

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En las últimas décadas han comenzado a difundirse por las ciudades del mundo occidental manifestaciones llamadas del orgullo gay. Este fenómeno, en constante crecimiento, tiene el claro objetivo de adueñarse de los espacios públicos de todas las ciudades de Occidente, y a largo plazo, del mundo entero, con excepción de los países islámicos por temor a las previsibles reacciones violentas.

Dichas manifestaciones se llevan a cabo con enormes recursos financieros y logísticos, y acompañadas de una propaganda que es apoyada al unísono por los sectores más influyentes de la vida pública, es decir, por la nomenklatura política, los medios de comunicación y los poderosos imperios económicos y financieros. Semejante apoyo unánime por parte de las mencionadas instituciones públicas ha sido típico de los sistemas totalitarios a lo largo de la historia, que lo utilizaban para imponer a la sociedad una ideología determinada. Las manifestaciones llamadas del orgullo gay son inconfundibles con las marchas propagandísticas de diversos regímenes políticos totalitarios del pasado.

Queda, no obstante, una importantísima institución en la vida pública que todavía no ha entrado a formar parte oficialmente o en gran medida del coro unánime de apoyo a las marchas del orgullo gay: es la voz de la Iglesia Católica. El totalitarismo de la ideología homosexual o de género persigue su objetivo más ambicioso, que es conquistar el último bastión de resistencia que constituye la Iglesia Católica. Mientras tanto, ese empeño ha conocido por desgracia algunos éxitos, pues puede constatarse que cada vez más sacerdotes, e incluso algunos obispos y cardenales, expresan públicamente y de diversas maneras apoyo a esas marchas totalitarias del orgullo gay. Al hacerlo, dichos sacerdotes, obispos y cardenales se convierten en activistas y promotores de una ideología que supone una ofensa directa a Dios y a la dignidad del ser humano, creado varón o mujer; creado a imagen y semejanza de Dios.

La ideología de género o la ideología de la homosexualidad suponen una rebelión contra la obra creadora de Dios, que es una obra admirablemente sabia y amorosa. Se trata de una rebelión contra la creación del ser humano en los dos sexos, masculino y femenino, que son necesaria y maravillosamente complementarios. Los actos homosexuales y lésbicos profanan el cuerpo, masculino o femenino, que es templo de Dios. De hecho, el Espíritu Santo dice: «Si alguno destruyere el templo de Dios, le destruirá Dios a él, porque santo es el templo de Dios, que sois vosotros» (1ª a los Corintios 3,17). El Espíritu Santo declara en las Sagradas Escrituras que los actos homosexuales son algo ignominioso, porque son contrarios a la naturaleza tal como fue creada por Dios: «Por esto los entregó Dios a pasiones vergonzosas, pues hasta sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza. E igualmente los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrazaron en mutua concupiscencia, cometiendo cosas ignominiosas varones con varones, y recibiendo en sí mismos la paga merecida a sus extravíos. Y como no estimaron el conocimiento de Dios, Dios los entregó a una mente depravada para hacer lo indebido» (Rm.1, 26-28). El Espíritu Santo declara, pues, que quienes cometen actos gravemente pecaminosos, entre los que se cuentan también los actos homosexuales, no heredarán la vida eterna: «No os hagáis ilusiones. Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes ni los que viven en rapiña heredarán el Reino de Dios» (1ª Cor. 6,9-19),

Ahora bien, la gracia de Cristo es tan grande que puede transformar a un idólatra, a un adúltero o un homosexual practicante en un hombre nuevo. El texto citado de la Palabra de Dios prosigue con estas palabras: «Tales érais algunos [idólatras, adúlteros, sodomitas]; mas habéis sido lavados, mas habéis sido santificados, mas habéis sido justificados en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios» (1ª Cor. 6,11). Ante esta verdad y realidad de la gracia, resplandece en el escenario antidivino y antihumano de la ideología y la práctica de la homosexualidad la luz de la esperanza y del verdadero progreso, es decir, la esperanza y la posibilidad auténtica de transformación de una persona que comete actos homosexuales en un hombre nuevo, creado en la verdad de la santidad: «No es así como vosotros habéis aprendido a Cristo, si es que habéis oído hablar de Él y si de veras se os ha instruido en Él conforme a la verdad que está en Jesús, a saber: que dejando vuestra pasada manera de vivir os desnudéis del hombre viejo, que se corrompe al seguir los deseos del error, os renovéis en el espíritu de vuestra mente y os vistáis del hombre nuevo, creado según Dios en la justicia y la santidad de la verdad» (Ef. 4,20-24). Estas palabras de Dios son el único mensaje digno de esperanza y de liberación que un cristiano y, con mayor motivo, un sacerdote u obispo, debe ofrecer a quienes cometen actos homosexuales o propagan la ideología de género.

El totalitarismo y la intolerancia de la ideología de género exigen también, lógicamente, una aceptación totalitaria. Todos los sectores de la sociedad, la Iglesia católica incluida, deberían por tanto expresar de algún modo que aceptan esa ideología. Uno de los medios públicos y más concretos de tal imposición ideológica lo tenemos en las marchas del orgullo gay.

No se puede excluir que en un futuro no muy lejano la Iglesia Católica se encuentre en una situación semejante a la persecución por parte del Imperio Romano durante los tres primeros siglos, cuando los cristianos también estaban obligados a adherirse a la ideología totalitaria de la idolatría. En aquella época, la prueba o verificación de tal adhesión estaba en el acto civil y políticamente correcto de quemar unos granos de incienso ante una estatua de un ídolo o del Emperador.

Hoy en día, en vez de quemar granos de incienso se ha introducido el tener gestos de solidaridad con las marchas del orgullo gay pronunciando palabras de bienvenida por parte de clérigos y hasta mediante celebraciones religiosas especiales en apoyo de los presuntos derechos a las actividades homosexuales y a la difusión de su ideología. Somos testigos del increíble escenario en el que algunos sacerdotes, y hasta obispos y cardenales, sin ruborizarse, ofrecen ya granos de incienso al ídolo de la ideología de la homosexualidad o de la teoría de género ante los aplausos de los poderosos de este mundo; es decir, ante los aplausos de los políticos, de los medios de difusión y de las poderosas organizaciones internacionales.

¿Cuál debe ser la respuesta correcta de un cristiano, de un católico, de un sacerdote o un obispo ante el fenómeno del llamado orgullo gay?

En primer lugar, se debe proclamar con caridad la verdad divina sobre la creación del ser humano, proclamar la verdad sobre el desorden objetivo en el plano psicológico y sexual de la tendencia homosexual, y luego hablar de la ayuda necesaria y discreta a las personas con tendencia homosexual a fin de que obtengan la cura y se libren de su deficiencia psicológica.

Se debe proclamar, además, la verdad divina sobre el carácter gravemente pecaminoso de los actos homosexuales y del estilo de vida homosexual, porque ofenden a la voluntad de Dios. Hay que proclamar con preocupación verdaderamente fraterna la verdad divina sobre el peligro de perdición eterna del alma de los homosexuales practicantes e impenitentes.

Asimismo, con valentía cívica y por todos los medios pacíficos y democráticos se debe protestar contra el vilipendio de las convicciones cristianas y contra la exhibición pública de obscenidades degradantes. Hay que protestar contra la imposición de marchas con carácter de militancia política-ideológica a poblaciones enteras de ciudades y países.

Con todo, lo más importante está en los medios espirituales. La respuesta más poderosa y valiosa se expresa en los actos públicos y privados de desagravio a la santidad y majestad divinas, tan grave y públicamente ultrajadas con las marchas del orgullo gay.

De manera inseparable a los actos de desagravio está la oración fervorosa por la conversión y la salvación eterna de los promotores y activistas de la ideología homosexual, y sobre todo de las almas de las desdichadas personas que ejercen la homosexualidad.

Que las siguientes palabras de los Sumos Pontífices afiancen la reacción católica al fenómeno del orgullo gay.

El papa Juan Pablo II protestó contra el desfile del orgullo gay de Roma del año 2000 con estas palabras: «Creo que es necesario aludir a las conocidas manifestaciones [del orgullo gay] que han tenido lugar en Roma durante los días pasados. En nombre de la Iglesia de Roma no puedo por menos de expresar mi amargura por la afrenta hecha al gran jubileo del año 2000 y por la ofensa a los valores cristianos de una ciudad tan querida para el corazón de los católicos de todo el mundo. La Iglesia no puede callar la verdad, porque faltaría a su fidelidad a Dios Creador y no ayudaría a discernir lo que está bien de lo que está mal» (Palabras previas al ángelus del 9 de julio de 2000)

El pontífice reinante, Francisco, ha alertado en varias ocasiones del peligro de la ideología de género, por ejemplo cuando dijo:

«Tú, Irina, has mencionado un gran enemigo de matrimonio hoy en día: la teoría del género. Hoy hay una guerra mundial para destruir el matrimonio. Hoy existen colonizaciones ideológicas que destruyen, pero no con las armas, sino con las ideas. Por lo tanto, es preciso defenderse de las colonizaciones ideológicas» (Discurso durante el encuentro con sacerdotes, religiosos, seminaristas y agentes de pastoral, Tiflis, 1 de octubre de 2016).

«Estamos viviendo un momento de aniquilación del hombre como imagen de Dios. Quisiera concluir aquí con este aspecto, porque detrás de esto hay ideologías. En Europa, América, América Latina, África, en algunos países de Asia, hay verdaderas colonizaciones ideológicas. Y una de estas —lo digo claramente con “nombre y apellido”— es la ideología de género. Hoy a los niños —a los niños— en la escuela se enseña esto: que cada uno puede elegir el sexo. ¿Por qué enseñan esto? Porque los libros son los de las personas y de las instituciones que dan el dinero. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Y esto es terrible. Hablando con el papa Benedicto, que está bien y tiene un pensamiento claro, me decía: “Santidad, esta es la época del pecado contra Dios creador”» (Discurso durante el encuentro con los obispos polacos con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, Cracovia, 27 de julio de 2016).

Los verdaderos amigos de las personas que promueven y cometen acciones degradantes durante las marchas del orgullo gay son los cristianos que dicen:

«No quemaré ni un grano de incienso ante el ídolo de la homosexualidad y de la teoría de género, ni aunque –¡no lo permita Dios!– lo hagan mi párroco o mi obispo.

Realizaré actos privados y públicos de desagravios y rezaré intercediendo por la salvación eterna de las almas de todos los que practican y promueven la homosexualidad.

No tendré miedo del nuevo totalitarismo político-ideológico de la ideología de género, porque Cristo está conmigo. Y así como Cristo derrotó a todos los sistemas totalitarios del pasado, también derrotará el totalitarismo de la ideología de género hoy en día».

¡Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat!

28 de julio de 2018

+ Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la arquidiócesis de María Santísima en Astaná
(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe)

El gobierno indio se plantea prohibir la confesión (Carlos Esteban)



La Comisión Nacional de las Mujeres, una agencia dependiente del Gobierno nacionalista indio, recomienda al Ejecutivo que prohíba en todo el territorio nacional el sacramento de la penitencia.

La excusa está en dos supuestos casos de extorsión a mujeres por parte de sacerdotes en el confesionario, uno en Kerala y el otro en el Punjab, informa Asia News. Ambos casos aparecen citados en la recomendación elaborada por la Comisión de las Mujeres, hecha pública a finales del pasado mes, en la que se pide una prohibición nacional de la confesión como medida “para evitar la extorsión por parte de los sacerdotes”, quienes, según la Comisión, “obligan a las mujeres a divulgar sus secretos”.

El presidente del episcopado indio, Cardenal Oswald Gracias, arzobispo de Bombay, ha protestado firmemente lo que considera una violación abierta de la libertad religiosa. “Me ha indignado oír esta petición”, ha señalado Su Eminencia, al tiempo que recordaba que la libertad religiosa está consagrada en la Constitución del país. “Demuestra una absoluta falta de comprensión de la naturaleza y el significado del sacramento de la penitencia”.

Al frente de la Comisión Nacional de las Mujeres está Rekha Sharma, nombrada en 2015 por el partido gobernante, el Bharatiya Janata Party (BJP), famoso por su hostilidad contra el cristianismo. En algunos estados indios donde el BJP gobierna en mayoría se han aprobado de hecho leyes que prohíben la conversión a cualquier confesión cristiana.

Gracias ha recordado a la Comisión que tiene prioridades más urgentes en una sociedad como la India, donde las actitudes hacia la mujer no son exactamente ejemplares.

La noticia llega en un momento en que los católicos empiezan a sentir nuevos frentes de persecución. En Israel, el Patriarcado Latino de Jerusalén ha expresado “gran preocupación” sobre la nueva Ley del Estado-nación israelí, que al convertir el país en “un Estado para el pueblo judío”, dejaría desprotegida a la población que habita el territorio sin ser hebreo como, por ejemplo, los cristianos de Tierra Santa.

También en China los observadores alertan de que el Partido Comunista ha iniciado una agresiva ‘sinificación’ de la Iglesia Católica china, que los acuerdos con la Santa Sede ha dejado parcialmente bajo su control.

Carlos Esteban

Teofantes de no sé qué nueva era cristiana, que hacéis la teología de la transacción y del acomodo. Mons. Pie



¿CONOCÉIS EN NUESTROS TIEMPOS A ALGUIEN QUE HABLE ASÍ DE LA VERDAD?

Debo decir que en cierta ocasión pude presenciar una conversación en la que cierta persona que dudaba de la integridad de la doctrina del capítulo VIII de AL era tachada de intolerante y fundamentalista. Es verdad que nuestro cristianismo lo hemos ido acomodando a las necesidades de cada uno y a falta de alguien con autoridad, seguiremos relajando nuestra manera de pensar y de actuar, hasta dejar de reconocer la Verdad. Por mucho que se empeñen algunos e intenten cambiar, adaptar y rebajar la doctrina solo nos queda ser fieles a todo aquello que se nos ha transmitido por mucho que los de la línea media nos tachen de lo que nos tachen , ¿o es que acaso creemos que el cielo se gana a cualquier precio?

Los párrafos que escribo a continuación están sacados del pensamiento del cardenal Pie. No han perdido actualidad. Es un reflejo fiel de nuestro cristianismo del siglo XXI, es una condena a todas las concesiones de nuestros obispos a la democracia liberal, a las reuniones ecuménicas todos agarrados de la mano haciendo el ridículo. ¿De verdad creen que eso los va a salvar?, ¿no están acaso traicionando la fe de nuestros padres? Babean ante el político de turno y se venden al mejor postor. Y como dejarnos atrás nuestras vidas acomodadas dedicando apenas unos minutos del día a dar gracias, como olvidarnos cuando priorizamos todos los éxitos mundanos.

La conciliación de la linea media.

La renuncia a la integridad doctrinal conduce a numerosos católicos a propiciar una línea medianera entre la rebelión y la doctrina de Cristo. Una actitud semejante lleva a decir a Mons. Pie que si comparamos el cristianismo de nuestro tiempo con el de la época de San Martín de Tours, uno podría francamente preguntarse si se nos ha enseñado el mismo evangelio, si hemos recibido el mismo bautismo, si son los mismos los compromisos que hemos asumido. “Un cristianismo que capitula cotidianamente ante Satán, que pacta con las pompas del mundo, que amalgama las tinieblas con la luz, a Belial con Jesucristo; un cristianismo que cambia según todo viento de doctrina, que revisa a cada instante y corrige las verdades de fe, las enseñanzas de la Iglesia, según los prejuicios y las opiniones móviles del tiempo; un cristianismo que duda de sí mismo, y que no tiene ni el coraje ni la dignidad de sus convicciones; un cristianismo sin espíritu de penitencia, sin mortificación y que se imagina poder subsistir en una vida cómoda y sensual; un cristianismo que relega a último lugar el sentimiento de lo religioso. 
Así muchos intentan con Cristo y con Satán, hay quienes intentan una línea de conciliación de los contrarios y cuántos católicos se glorían de pertenecer al partido de la moderación, y que cometen el error de dar cada día nuevas fuerzas al monstruo que los devora; generación sin principios, sin ardor y que está dispuesta a sufrir el mal antes que ponerle remedio.
Hablando a los sacerdotes el cardenal Pie les decía que el enemigo cambia de lenguaje y modifica el tono de su voz según la necesidad de los tiempos. Así por ejemplo a las negaciones atrevidas de los arrianos, sucedieron las concesiones hipócritas de los semi-arrianos. Así como los asertos descarados del naturalismo pelagiano cedieron el puesto a las afirmaciones aparentemente moderadas de los semipelagianos de rostro inocente.

Podríamos decir que después del CVII los modernistas ganaron la batalla y aquellos que pudiera parecer que se mantuvieron en la trinchera durante algún tiempo conservando la fe y la doctrina, en seguida claudicaron y consiguieron encontrar su justo medio, Dios mío en cuantos sacerdotes estoy pensando, en cuantos fieles que quisieron acabar la guerra antes de tiempo y cedieron y siguen cediendo. Son esos nuevos católicos moderados que han conseguido la paz a costa de ceder, como los semiarrianos y como los semipelagianos. Estos católicos no son modernistas agresivos porque no les van los enfrentamientos, ellos prefieren dialogar y ceder. Ha ocurrido con el capítulo VIII de la AL de Francisco, ocurrió con muchos documentos del CVII. 


En todos aquellos que callaron y han callado es en los que estoy pensando. Los semiarrianos cedieron en una coma y los neocatólicos del siglo XXI han tragado carros y carretas. Ellos dicen que ya han pasado los peligros para la religión y que esta época ofrece todas las ventajas. Nada más lejos de la realidad, pensar que el enemigo dejará de atacar a Cristo y a su Iglesia. No hay nada más cobarde que un soldado desertor .

Así es, pero es que los nuevos cristianos son así. No les gusta pelear, les repele el combate.

El Oriente en llamas