El Papa Francisco dio orden al entonces prefector para la Doctrina de la Fe, Gerhard Müller, que detuviera una investigación contra el cardenal británico Cormac Murphy-O’Connor, revela al vaticanista Marco Tossati una fuente vaticana, ex figura prominente en la Curia.
Junio de 2013. El Cardenal Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) nombrado por el Papa Benedicto XVI, celebra Misa en Santa Mónica, junto a la sede de la Congregación, para un grupo de estudiantes alemanes. En un momento de la celebración entra en el templo su secretario, se acerca al celebrante y le susurra al oído: “El Papa quiere hablar con usted”. Müller le pregunta: “¿Le ha dicho que estoy celebrando Misa?”, a lo que el secretario responde: “Sí, pero dice que no le importa, quiere hablar con usted de cualquier manera”.
Müller se dirige a la sacristía, donde le recibe un malhumorado Francisco, que apenas lleva tres meses en el solio pontificio, y le da órdenes perentorias para que la congregación que dirige Müller suspenda inmediatamente una acusación abierta sobre uno de los amigos del Pontífice.
Según Tossati, que ha investigado el asunto en colaboración con LifeSiteNews, el amigo en cuestión no es otro que el Cardenal Murphy-O’Connor, antiguo Arzobispo de Westminster y presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, investigado por la CDF a raíz de la denuncia de una mujer que aseguraba haber sufrido abusos por parte de un sacerdote.
¿Por qué una orden tan extraña, comunicada de forma tan inconveniente a todo un prefecto de la Doctrina de la Fe? Para entenderlo quizá convenga saber que Murphy-O’Connor, miembro de la “Mafia de San Galo” -llamada así públicamente por uno de sus integrantes, el Cardenal belga Danneeels-, fue uno de los agentes más activos en la campaña para elegir Papa a Bergoglio en el pasado cónclave.
La mujer protagonista de la denuncia lleva ya quince años acudiendo a las autoridades eclesiásticas para que se investiguen sus alegaciones, según las cuales sufrió abusos sexuales por parte de un sacerdote cuando tenía 13 o 14 años. El cardenal inglés murió el 1 de septiembre del año pasado sin que hubiera tenido que someterse a investigación alguna por esta causa.
Tosatti y LifeSiteNews han acudido con esta historia, buscando desmentido o confirmación, a diversas instancias varticanas, sin recibir respuesta. Müller ha respondido con una “no negación”, al asegurar que no va a hacer comentarios al respecto. La Oficina de Prensa vaticana no ha respondido aún.
La mujer sujeto de la denuncia nunca ha querido hacerla pública, pero LifSiteNews ha podido saber que la Archidiócesis de Westminster ya la ha reconocido como víctima, pagándole una cantidad no especificada como parte de un acuerdo extrajudicial. La mujer alega haber sido abusada cuando tenía 13 o 14 años por el Padre Michael Hill.
Hill fue más tarde, en 2002, condenado a cinco años de cárcel por abusar de tres menores entre 10 y 14 años. Ya antes, en 1997, había pasado por la cárcel por un delito similar. Se le acusa de haber atacado a una treintena de varones menores de edad entre su ordenación en 1960 y finales de los años ochenta.
En su día, el diario británico The Guardian comentó: “Su caso es especialmente notorio porque la autoridad eclesiástica, el Cardenal Cormac Murphy-O’Connor, le dio un cargo pese a las advertencias de que había abusado de niños”. Hill había sido trasladado de una parroquia a otra, pese a las protesas de los padres.
Murphy-O’Connor, entonces obispo de Arundel y Brighton, había nombrado a Hill en 1985 capellán del Aeropuerto de Gatwick Airport, donde abusó de un adolescente discapacitado psíquico que había perdido un vuelo.
Según informes posteriors, varios terapeutas habrían advertido a Murphy-O’Connor que Hill volvería a abusar de niños. El obispo aceptó que la diócesis pagara las oportunas indemnizaciones a las víctimas, pero bajo la condición de guardar silencio, algo que negaría públicamente más tarde.
La mujer cuya denuncia investigaba la CDF alega que cuando Hill abusó de ella, a finales de los sesenta, había otros sacerdotes implicados presentes, entre ellos el propio Murphy-O’Connor.
La orden del Papa, si se confirmara, es especialmente grave no sólo por impedir una investigación sobre un caso tan grave, sino porque en este caso la causa no parece ser tanto la negligencia como la gratitud.
Una fuente tan poco sospechosa de antifrancisquismo como el biógrafo cuasioficial del Papa, Austen Ivereigh, antiguo asistente del cardenal Murphy-O’Connor, cuenta que en los días previos al cónclave del 12 de marzo, el grupo de San Galo encomendó a Murphy-O’Connor la misión de informar a Jorge Bergoglio de un plan para asegurar su ascensión al papado.
Cuenta Ivereigh en su biografía escrita en 2014 que Murphy-O’Connor tenía también la misión de presionar a sus colegas americanos como enlace con los países de habla inglesa. Tanto así que la primera vez que Francisco, ya Papa, se encontró con su amigo inglés le espetó risueño: “¡Tú tienes la culpa!” (1)
Carlos Esteban
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NOTA
(1) En plan irónico, está claro, se refiere a la «culpa» de que él haya sido elegido Papa