Jesús califica a esta gente con una palabra: 'hipócrita'. Gente con un alma codiciosa, capaz de matar. Y capaz de pagar para matar o calumniar, como se hace hoy. Incluso hoy se hace así: se paga para dar malas noticias, noticias que ensucien a los demás”.
Carlos Esteban
NOTA personal: No sé por qué, pero me da la impresión de que con eso de las calumnias el santo Padre parece referirse a Monseñor Viganò, aunque es preciso tener en cuenta que una calumnia es, por definición, una acusación falsa, hecha maliciosamente, con la intención de hacer daño ... Y que yo sepa nadie ha demostrado que sea falso lo que dice Monseñor Viganò quien, además, testimonia poniendo a Dios como testigo de que cuanto dice es verdad. No se ve ahí ninguna intención maliciosa de hacer daño.
Si realmente Francisco está convencido de que Monseñor Viganò ha calumniado, nada tan sencillo como realizar esa investigación que él pide, de manera que brille la verdad. En cambio, calla o acusa, con ambigüedad. ¿No será, acaso, que es verdad -de verdad- todo cuanto afirma Viganò en su testimonio de 11 páginas y que lo que tiene Francisco es miedo a que la verdad salga a relucir, puesto que él mismo está implicado en dicho informe?
Aunque una noticia sea mala -y desde luego, ésta lo sería- sin embargo, si se corresponde con la verdad, tal noticia no «ensucia a los demás» pues éstos ya están sucios. El culpable no es quien denuncia los hechos delictivos, sino quien los ha cometido. El culpable de un asesinato, por ejemplo, no es quien lo denuncia sino quien lo ha cometido ... Y esta suciedad, que hace referencia al lobby homosexual que domina el Vaticano, debe ser limpiada. Si se conoce de su existencia -y eso es lo que se deduce del testimonio de Viganò- la denuncia no sólo no es mala, sino que es un deber, es una obligación. Tal suciedad no hay que ocultarla, pues es entonces cuando se haría daño realmente ... ¡y muchísimo daño, pues lo que está en juego es nada menos que el porvenir de la Iglesia católica!
Claro está, Francisco - aun cuando lo deja entrever- no alude, en ningún momento, a Monseñor Viganò, cuando habla de rigidez. No lo hace de un modo explícito, por supuesto. Nos quedamos, entonces, con la duda: ¿A qué y a quién o a quiénes se refiere Francisco, cuando habla de rigidez? No queda nada claro. Y es que, como bien dice Carlos Esteban en este artículo, desconocemos el contenido que Francisco quiere darle a esa palabra [«rígido»], una palabra que tantísimas veces ha repetido -por activa y por pasiva- a lo largo de su Pontificado.
José Martí