El llamado ‘tercer testimonio Viganò’ está dando la vuelta al mundo y tendiendo una enorme repercusión en la información. Los medios de información financiados con fondos de la iglesia tienden a callar o a intentar mantener una versión oficial que no se sostiene.
El Papa Francisco ha recibido hoy a Ouellet en audiencia oficial, de esas que se hacen para que se sepa. No sabemos si estaba o no previsto, pero todo apunta a que se ha querido respaldar al cardenal. Ouellet parece ser el elegido por el Vaticano para que se pelee con Viganò, alejando así el problema de la Secretaria de Estado y del mismo Papa Francisco.
El riesgo de que todo esto que estamos viendo publicado sea documentación que los jueces tomarán en cuenta es muy alto y mejor decir que eran cosas de Ouellet que oficiales. Los viejos zorros vaticanos están siendo atacados en la linea de flotación y saben lo que se juegan. El Papa Francisco debe contenerse y no poco, porque hablamos de delitos penales muy graves y la complicidad o la ocultación son gravísimas. Esto es solo una parte del problema y no pequeña.
Lo más trascendente para la Iglesia es cómo es que ha hecho posible que esto sucediera. Sin cortar de raíz las causas el problema seguirá y la credibilidad fundamental para una institución como la Iglesia no se recuperará jamás. La causa principal es clara y son los abundantes casos de homosexualidad en la jerarquía.
La tan condenada hipocresía está colgándose todas la medallas en esta olimpiada de la confusión. Se ordena no admitir a homosexuales en los seminarios y noviciados pero se hace la vista gorda en los nombramientos de obispos y cardenales homosexuales, ya son demasiados casos en los que todos sabían y todos callaban.
La curia romana ha perdido su autoridad, su prestigio y la única forma de seguir en el poder es el chantaje. Cardenales con autoridad fuera de Roma pueden causar demasiados problemas y mejor tener siempre a mano los informes que justifiquen una dimisión ante una posible rebeldía.
El silencio de tantos presuntos jerarcas ante cosas tan graves desorienta al pueblo de Dios. Ya nos estamos habituando a escuchar a nuestros cardenales hacer declaraciones de absolutas tonterías que, además de no ser materia de fe, demuestran absoluta ignorancia en la materia.
Mientras el toro no se coja por los cuernos el problema crecerá y el silencio, estratégico o cómplice, está alimentado a la bestia.
Specola