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miércoles, 24 de octubre de 2018

Vatican News llama a Francisco ‘Sucesor de Cristo’ (Carlos Esteban)



Acabáramos. Todos los predecesores de Francisco en el Pontificado han sido considerados como ‘sucesores de Pedro’ y, como tales, vicarios de Cristo. Pero, al decir de Vatican News, publicación dependiente de la Secretaría de Comunicación de la Santa Sede, el actual Papa está un escalón más arriba, teológicamente difícil de justificar: el de ‘Sucesor de Cristo’.

Lo leemos en una información anodinamente titulada ‘Celebraciones presididas por el Papa en los próximos tres meses’. En el último apartado, ‘Enero: JMJ Panamá 2019’, escribe el redactor: 
“Después de la Epifanía, y como ya es tradición, el domingo 13 de enero, en la Festividad del Bautismo del Señor, el Sucesor de Cristo celebrará la Santa Misa y bautismo de algunos niños, a las 9.30 de la mañana, en la Capilla Sixtina”.
No tenemos que decirle al lector que los pontífices no son sucesores de Cristo, sino de Pedro; aunque sólo sea porque los vivos no necesitan sucesores, y la Iglesia anuncia a Cristo Resucitado.

Se admite lapsus, naturalmente. Pero eso sólo lo hace ligeramente menos problemático, por dos razones. La primera es que se trata de un error atroz, y la Santa Sede no puede permitirse equivocaciones en un asunto tan enormemente delicado y tan esencial para nuestra fe, no mejor que si el redactor se hubiera referido a la Santísima Binidad.

La segunda razón es más problemática, y es que el ‘lapsus’ parece corresponderse con una noción de la misión de Francisco que hemos leído, insinuada o explícita, infinidad de veces entre los entusiastas de la ‘renovación’ francisquista.

Recuerda, de hecho, a las palabras pronunciadas este mismo verano por el padre Thomas Rosica, asesor en lengua inglesa de esa misma secretaría de comunicación que publica Vatican News y responsable del grupo mediático de comunicación canadiense Salt and Light Television.

Sostenía Rosica
“El Papa Francisco rompe la tradición católica cada vez que quiere porque está ‘libre de apegos desordenados”
Y añadía:
“Nuestra Iglesia ha entrado ciertamente en una nueva fase. Con la llegada del primer Papa jesuita, está gobernada abiertamente por un individuo más que por la autoridad de la Escritura solo o incluso por los propios dictados de la tradición más la Escritura”.
Sorprendente, ¿verdad? No sólo que Rosica no haya sido desautorizado o, al menos, contradicho, sino que siga gozando del favor de las comunicaciones vaticanas.

Pero a Rosica tal vez sólo debamos achacarle una valentía que falta en voces más prudentes y que, sin embargo, apuntan en esa misma dirección. La idea de que la doctrina católica no sólo puede, sino que debe cambiarla el presente Papa es el subtexto permanente en cientos de comentarios de los teólogos de la renovación eclesial.

En una de las insulsas ruedas de prensa del presente sínodo, por ejemplo, ni más ni menos que el superior de los dominicos dijo que “el cambio es la marca de la Iglesia”. Ni siquiera una de las marcas de la Iglesia, sino ‘la’ marca, lo que le caracteriza. Olvídense de aquello de “cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

Eso, naturalmente, no podría hacerlo un mero ‘sucesor de Pedro’, sino solo un ‘sucesor de Cristo’, como aparece nombrado en la propia publicación de la Santa Sede. Pero si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe y somos los más desgraciados de los hombres y, para completar, el Papa no nos haría ninguna falta, ni la Iglesia tampoco.

Pero Cristo ha resucitado, está vivo, es la cabeza de la Iglesia, es a quien seguimos, no a ningún Papa, que es solo su vicario, un mortal libre capaz, como todos nosotros, de lo mejor y lo peor, y la asistencia del Espíritu Santo no anula su libertad de elección.
Esperamos de todo corazón una rápida y tajante rectificación por parte de Vatican News.

Carlos Esteban

NOTA: *Tras el artículo que aquí han podido leer, la web de la Santa Sede ha rectificado y ha sustituido ‘Sucesor de Cristo’ por ‘Sucesor de Pedro (cfr. Lumen Gentium 23)’.

Veterum Sapientia y Sínodo Romano de Juan XXIII, previos al CVII, en el olvido total (Comentado por José Martí)

Padre Alfonso Gálvez Morillas


En realidad Veterum Sapientia no es una encíclica sino una constitución apostólica (22 de febrero de 1962), aunque hay que decir que Romano Amerio, en su magnífico libro IOTA UNUM, también se refiere a la Veterum Sapientia como encíclica (Apdo 31 página 52)

Respecto al Sínodo Romano de 1960, efectivamente, es imposible de encontrar. Así dice Romano Amerio: «El Sínodo Romano, que debería haber sido prefiguración y norma del Concilio, se precipitó en pocos años en el Erebo del olvido y es, en verdad, tanquam non fuerit» [Dicho sínodo no fue nombrado por el Concilio ni siquiera una vez]. Y continúa diciendo: «Para dar una idea de tal anulación, señalaré que no he podido encontrar los textos del Sínodo Romano ni en Curias ni en archivos diocesanos, teniendo que conseguirlos en Bibliotecas públicas civiles»


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La diferencia entre una carta encíclica y una constitución apostólica se puede encontrar, por ejemplo, pinchando aquí, donde se habla de una clasificación de los Documentos Pontificios. Lo copio a continuación:

Cartas Encíclicas

Del Latín Literae encyclicae, que literalmente significa "cartas circulares". Las encíclicas son cartas públicas y formales del Sumo Pontífice que expresan su enseñanza en materia de gran importancia. Pablo VI definió la encíclica como "un documento, en la forma de carta, enviado por el Papa a los obispos del mundo entero».


Las encíclicas se proponen:


- Enseñar sobre algún tema doctrinal o moral
- Avivar la devoción
- Condenar errores
- Informar a los fieles sobre peligros para la fe procedentes de corrientes culturales, amenazas del gobierno, etc.

Por definición, las cartas encíclicas formalmente tienen el valor de enseñanza dirigida a la Iglesia Universal. Sin embargo, cuando tratan con cuestiones sociales, económicas o políticas, son dirigidas comúnmente no solo a los católicos, sino a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Esta práctica la inició el Papa Juan XXIII con su encíclica Pacem in terris (1963). En algunos casos, como el de la encíclica Veritatis splendor (1993) de Juan Pablo II, el Papa sólo incluye en su saludo de apertura, a los Obispos, aunque él pretenda la doctrina de la encíclica para la instrucción de todos los fieles. Esto tiene su razón de ser en el hecho de que los Obispos son los Pastores que deben enseñar a los fieles la doctrina.

Debido al peso y la verdad que contienen, todo fiel debe concederle a las encíclicas asentimiento, obediencia y respeto. El Papa Pío XII observó que las encíclicas, aunque no son la forma usual de promulgar pronunciamientos infalibles, sí reflejan el Magisterio Ordinario de la Iglesia y merecen ese respeto de parte de los fieles (Humani generis, 1950)

El título que se le da a la encíclica se deriva de sus primeras palabras en latín. Por ejemplo la encíclica del Papa Pablo VI sobre la inmoralidad de la contracepción, se tituló Humanae vitae, (Vida Humana).

Constitución Apostólica

Estos documentos son la forma más común en la que el Papa ejerce su autoridad "Petrina". A través de éstas, el Papa promulga leyes concernientes a los fieles. Tratan de la mayoría de los asuntos doctrinales, disciplinares y administrativos. La erección de una nueva diócesis, por ejemplo, se hace por medio de una Constitución Apostólica.

Mientras que al principio, dichas constituciones enunciaban normas legales (y continúan siendo principalmente documentos legislativos) tienen ahora frecuentemente un fuerte componente doctrinal. Pertenecen al magisterio ordinario del Papa.

Ejemplos:

- Sacrae disciplinae (1983), del Papa Juan Pablo II, en la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico.
- Pastor bonus (1988), del Papa Juan Pablo II sobre el ministerio y organización de la curia romana.
- Fidei depositum (1992), del Papa Juan Pablo II, en la promulgación del Catecismo Universal de la Iglesia Católica.

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Noticias varias 21 a 23 de octubre de 2018 (Sinodo jóvenes-2018, beatificación de Angelelli, Aborto en Colombia, Sustituto de la secretaria de Estado, Concilio Vaticano II (antisyllabus) y Pablo VI, etc.




INFOCATÓLICA

La diócesis de Granada promueve junto con la de Valladolid la causa de beatificación de Isabel La Católica

Obispo emérito castrense de Argentina también abriga dudas sobre la beatificación de Angelelli

200 Jóvenes católicos australianos se pronuncian en relación al Sínodo Juvenil


Colombia aprueba el aborto hasta el momento de nacer

GLORIA TV

¿Esto es “renovación”? Cientos de órdenes religiosas en su lecho de muerte

Cardenal Burke: no le está permitido a Francisco contradecir a sus predecesores

Las acusaciones contra el sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano

ADELANTE LA FE

Iglesia y Estado: asunto abominado (Antonio Caponnetto)

El lenguaje del enemigo (Germán Mazuelo-Leytón) (Relativo al Sínodo de los jóvenes-2018)

LMM Magazine

IOTA UNUM

El Vaticano II fue un “Antisyllabus”. (Ratzinger)  Explica que hay una clara ruptura con el Magisterio anterior al Concilio Vaticano II y lo argumenta. De lectura casi obligada para aclarar ideas a muchos que se consideran católicos

IPSI GLORIA


Apuntes 3: Incontinencia Verbal (Se refiere al papa Francisco y sus ocurrencias «espontáneas» en las que se manifiesta lo que realmente piensa)

SECRETUM MEUM MIHI

VATICANO

Synod18 – Discurso del Santo Padre Francisco en la 1ª Congregación General de la XV Asamblea del Sínodo de los Obispos , 03.10.2018

Mensaje del Santo Padre Francisco con motivo de la apertura del Encuentro interreligioso anual de Oración por la paz "Puentes de Paz" (Bolonia, 14-16 de octubre de 2018), 14.10.2018

La ‘corazonada’ del cardenal Tagle (Carlos Esteban)



El cardenal Chito Tagle aseguraba hoy en la rueda de prensa tras la jornada sinodal tener el “presentimiento” de que las siglas LGTBI se citarán en el texto final del sínodo. Nosotros, también. Aún más: tenemos el presentimiento de que están ya escritas desde el principio.

Hoy hemos tenido una rueda de prensa colorida o, por emplear una palabra más a la moda, ‘diversa’, con el arzobispo de Manila, cardenal Chito Tagle, el cardenal birmano Charles Maung Bo, de Yangon, el obispo de Dolisie, en el Congo, Bienvenu Manamika Bafouakouahou, el delegado de la juventud Joseph Sapati Moeono-Kolio, de los Pacific Climate Warriors, y nuestro segundo jesuita favorito, Antonio Spadaro.

La noticia, ya sabida, la ha dado el responsable de las comunicaciones vaticanas, el laico Paolo Ruffini: el Documento Final ya está en manos de los obispos, y mañana podrán introducir enmiendas.

Lo demás ha sido una orgía de sentimentalismo y buenas vibraciones, de las que Tagle es el consumado maestro, a la que ha puesto el severo contrapunto Edward Pentin, del National Catholic Register, al hacer notar que la doctrina moral de la Iglesia parece haber estado conspicuamente ausente de este sínodo. Su comentario ha tenido la virtud de suscitar la respuesta más breve de la rueda de prensa y, juraríamos, la intervención más corta que jamás haya tenido Tagle: “En mi círculo lo hemos tratado”. Fin.

Joseph Sapati Moeono-Kolio nos ha informado de que Jesús es “lo que nos diferencia de cualquier otra ONG”. OTRA ONG. Las demás ONG, aparte de la Iglesia. Vaya.

También ha tenido a bien compartir con nosotros su noción de que “Jesús era el humanitarista definitivo, el campeón de los pobres, los vulnerables, el campeón definitivo contra la injusticia”, lo que me ha hecho recordar la anécdota de la escritora Flannery O’Connor sobre la Eucaristía en una cena de intelectuales. La resumo: O’Connor había sido invitada a una velada de escritores, todos educadamente agnósticos, uno de los cuales, probablemente en deferencia al catolicismo de la novelista sureña, empezó a recordar con lírica emoción su Primera Comunión y cómo seguía valorando la Eucaristía como un símbolo de… En ese momento, O’Connor, que se había mantenido callada toda la noche, saltó: “Pues si la Eucaristía es un símbolo, al infierno con él”.

Que es exactamente lo que se me ocurre cuando alguien presenta a Jesús como cualquier otra cosa que no sea como el Redentor, Dios hecho hombre. Si era sólo un rabino humanitario de hace dos mil años, con ideas muy interesantes sobre la conveniencia de amar al prójimo y, presumiblemente, salvar al medio ambiente, ejecutado de modo trágico por un malentendido con las autoridades, sinceramente, no me interesa lo más mínimo. Y, creo, tampoco a mis lectores. En cuanto a “campeón de los pobres y adalid contra la injusticia”, apenas ha habido en el último siglo sinvergüenza o genocida que no se haya presentado con esos títulos.

Bienvenu Manamika Bafouakouahou nos cuenta que la explotación de los recursos naturales de África por parte de las multinacionales es la causa raíz de la emigración: “Los jóvenes abandonan la tierra porque la tierra ya no les da sustento”. Me cuesta creerlo pero, aunque fuera cierto hasta la última coma, no es una opinión que un obispo esté más autorizado a ofrecer que cualquier otro mortal.

También le han preguntado por el tema estrella del sínodo, las siglas de las que hablábamos antes y de las que, me temo, tendremos que seguir hablando una buena temporada. El desventurado monseñor no sabía por dónde salir porque, como ha empezado por reconocer, eso no es “una prioridad” en África. Más bien. Cuando uno vive bajo regímenes insondablemente corruptos y violentos y en medio de la pobreza, el “acompañamiento” de los católicos gays no suele ser una prioridad de la Iglesia local. Por ahí son más de hablar de Cristo.

Tagle ha puesto la nota emotiva… Tachen eso: Tagle ha puesto la nota más emotiva, al quedar ahogado por la emoción en mitad de su intervención explicando cuánto ha aprendido personalmente en este sínodo con las experiencias de los jóvenes. De hecho, ahora que caigo, he oído tantas veces, durante la preparación de este sínodo y en su desarrollo, hablar de cómo van a escuchar a los jóvenes y aprender de ellos, de cómo los jóvenes tienen tantísimo que enseñar a la Iglesia, que me sorprende que un solo joven pueda acercarse a la Iglesia en busca de enseñanza y no de un púlpito donde adoctrinar a los prelados.

Ha acabado Tagle por decir que “el sínodo no pretende dar respuestas y soluciones claras, porque la vida no es clara”. Acabáramos. Pero para eso quizá hubiera sido mejor no montar todo este jaleo, que habrá costado lo suyo. Si ni siquiera la Iglesia tiene respuestas claras, el Esplendor de la Verdad, todo este ‘show’ resulta un tanto obsceno y fraudulento. Otra opción es que sea la mente de Su Eminencia la que no se aclare.

Spadaro ha empezado al modo Umbral, hablando de su libro ‘La Saggezza del Tempo’, que ha presentado mostrándolo a las cámaras. Bueno, en realidad el autor es el Papa Francisco, pero ustedes me entienden, ¿verdad? También sale Martin Scorsesse.

El director del órgano de los jesuitas, La Civiltà Cattolica, ha pasado luego a hablar de sí mismo -otra vez-, al recordar la primera entrevista que le hizo al Papa en 2013 y cómo sólo ahora, cinco años después, empieza a vislumbrar a qué se refería con una respuesta que le dio el Santo Padre sobre su visión sinodal, cómo veía el funcionamiento de los sínodos como algo indeseablemente ‘estático’ y cómo lo quería él, como “el pueblo, los obispos y el Papa” caminando juntos.

Los más cercanos al Papa, al menos los de segunda fila, tienen a veces una tendencia a hablar de él como si lo hicieran de un oráculo o una aparición que pone los pelos de punta, como cuando el padre Thomas Rosica dijo aquello de que con Francisco se abre una etapa totalmente nueva de la Iglesia y de cómo él está por encima de la Tradición y la Escritura. O el propio Spadaro en la rueda de prensa de la que hablamos, cuando ha dicho que “este sínodo es un milagro”. Claro que, a juzgar por el nivel de los milagros que ahora se exigen en las canonizaciones modernas, quizá podría colar como uno.

Christopher Lamb, del británico The Tablet, preguntó al fin a Tagle que si las siglas, esas siglas, aparecerán en el documento final, y el filipino respondió que tiene “la corazonada” de que sí, que estará. Nosotros, sin ser cardenales ni obispos, ni siquiera diáconos, pensamos que también.

Se hace tedioso: se discutió si el sínodo era demasiado ‘eurocéntrico’, se habló de ‘diversidad’. En fin, menos de la salvación de las almas -única razón de ser de toda la estructura eclesial- se habló de casi todo. De casi todo lo políticamente correcto, al menos.

El único alivio cómico de la jornada lo ha puesto un periodista en respuesta a la tirada lírica del padre Spadaro sobre el regreso a la Iglesia Sinodal de los primeros siglos, al plantear la siguiente pregunta retórica: “¿Me permite recordarle que los sínodos diocesanos en la Roma de la Era Patrística eran un caos, en los que los padres sinodales se mataban literalmente unos a otros?”.

Buen punto.
Carlos Esteban

La ‘papolatría’ y la trampa de la ‘tentación ortodoxa’ (Carlos Esteban)



Suceden tantas cosas y tan serias en la jerarquía de la Iglesia Católica que hemos dejado pasar sin comentario el cisma de los ortodoxos, el más grave de la Iglesia Oriental, probablemente, desde su ruptura con Roma.

Se lo resumo de forma harto grosera, porque no es el asunto del que quiero ocuparme. La Iglesia Oriental es una ‘Iglesia de Iglesias’, como la España de Sánchez es una ‘nación de naciones’. Estas iglesias son autónomas y autocéfalas, es decir, tienen su propia autoridad independiente, y se agrupan más o menos por naciones, aunque todas ellas reconocen vagamente el primado de Constantinopla.

Los ortodoxos ucranianos, en su mayoría, dependían hasta hace poco del Patriarca de Moscú, pero con el reciente enfrentamiento entre Rusia y Ucrania -anexión de Crimea e intervención rusa en el Donbás-, esto no acababa de gustar a los ucranianos que, a través del primer ministro Poroshenko, solicitaron a Constantinopla la autocefalia. Bartolomé, patriarca de Constantinopla, se lo ha concedido, y Moscú, en represalia, ha roto con la Iglesia madre.

Es, ya digo, un resumen grosero, pero lo traigo a colación por lo que tiene de relato didáctico para muchos católicos en el tiempo presente. Lo que ha sucedido con las iglesias ucraniana y rusa es una consecuencia lógica de dos rasgos de la Iglesia Oriental: el cesaropapismo -la dependencia del poder político- y la ausencia de unidad orgánica e institucional.

Y, sin embargo, vengo observando cómo algunos católicos tradicionales, escandalizados con las últimas innovaciones en la Iglesia Católica, miran hacia la Ortodoxia como una tentación. Envidian la reverencia de sus ritos, su tradicionalismo formal. Y la cosa no puede ser más absurda, naturalmente.

Los católicos de nuestro tiempo estamos muy mal acostumbrados, por no hablar de que, por lo común, desconocemos nuestra propia doctrina y nuestra propia historia. Hablo, naturalmente, de quienes miramos con alarma la llamada ‘renovación’ que quiere llevar a cabo en la Iglesia Francisco; hay un grupo genuinamente entusiasmado con ella, pero me perdonarán que les ignore en este texto: son quienes se han permitido oponerse abiertamente a los papados anteriores y hoy quieren pasar por entusiastas y estrictos partidarios del ministerio petrino.

En cuanto a los demás, parecen debatirse en el siguiente dilema

- si Francisco es el Papa, todo lo que diga y haga nos debe parecer genial y tenemos que dar gracias a Dios por el magnífico pontífice que nos ha concedido e ir repitiendo constantemente qué gran bendición es su presencia para la Iglesia;
- y si no podemos dejar de advertir que hace disparates o dice tonterías, entonces tenemos que concluir que no es el verdadero Papa o, como poco, que debe ‘dimitir’.

Este dilema es más falso que un euro de madera, y es consecuencia de una pésima formación doctrinal y de una absoluta ignorancia histórica

Se podría resumir diciendo que al católico practicante le resulta imposible decir, a la vez, que Francisco es el Papa y juzgar que es un mal Papa. No sé qué hubieran pensado durante la Edad de Hierro del Papado, o de un pontífice como Alejandro VI.

La Iglesia católica -la única Iglesia fundada por Cristo- no es un club social ni una empresa de la que el Papa sea el CEO, ni tampoco un gobierno de cuyo presidente pueda pedirse la dimisión cuando no nos gusta. Por otra parte, la Iglesia no es el Papa. De hecho, nunca como en esta época, con el ‘empequeñecimiento’ del mundo debido a los avances en los transportes y las comunicaciones, había tenido el Pontificado tanto peso en la práctica diaria de los católicos.

La novedad no es en sí misma una virtud, ni tenemos los católicos meramente las palabras del último Papa -el que sea- como fuente de nuestra vida espiritual. Tenemos dos mil años de doctrina estructurada y clara y una fuente inagotable de doctores y santos.

El Papa que tenemos hoy no es ni más ni menos Papa que todos sus predecesores y que todos los que vengan después, ni es su función cambiar una iota de la doctrina perenne de la Iglesia.

Carlos Esteban