El cardenal arzobispo de Boston Sean O’Malley, presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, ha emitido una nota saludando la formación del comité organizativo de la reunión episcopal del proximo febrero recordando que la idea fue suya.
“Me siento agradecido por el anuncio realizado esta mañana con respecto al comité organizador de la reunión para la protección de los menores en la Iglesia, que se llevará a cabo en Roma en febrero de 2019”, empieza la nota hecha pública por el cardenal Sean O’Malley, arzobispo de Boston y presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, aparecida en la página online de la Archidiócesis de Boston. “La propuesta de una reunión así partió de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, fue revisada por el Consejo de Cardenales y posteriormente aceptada por el Santo Padre. Me complace que se haya convocado por el Santo Padre y espero participar en él”.
Un resumen de ese primer párrafo podría ser: la reunión no fue una idea que se le ocurriera a Su Santidad, sino a mí, y aunque mi nombre no figure entre los elegidos para organizarla, espero que me dejen tener algún papel.
En los dos párrafos siguientes de túrgida prosa burocrática, que por la total ausencia a cualquier realidad sobrenatural o de fe podría ser perfectamente válida, cambiando “iglesia” y “católica”, para cualquier empresa, ONG o departamente estatal, se desmarca significativamente de la estrategia aparentemente elegida por Roma de dejar al laicado fuera de todo este asunto -al contrario de lo que pretendían los planes vetados de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos- y recuerda que toda solución a esta plaga pasa por “una alianza entre los laicos y el clero para responder a los errores del liderazgo episcopal haciendo a los obispos responsables de los crímenes contra niños y adultos vulnerables”.
O’Malley, que para muchos era la ‘Gran Esperanza Blanca’ para que Roma se tomara realmente en serio el asunto de los abusos, perdió buena parte de su credibilidad con el asunto de la carta de una víctima chilena que había entregado en mano o no había entregado en mano, según la versión que se quiera creer, al Santo Padre, y más aún cuando se supo que había ignorado otra misiva en la que se acusaba a McCarrick de abusos a seminaristas antes de que fuera aceptada como creíble la acusación de que había abusado de un menor.
A continuación, el comunicado en inglés:
I am grateful for the announcement made this morning regarding the organizing committee for the meeting on the protection of minors in the Church, to be held in Rome in February 2019. The proposal for such a meeting was developed by the Pontifical Commission for the Protection of Minors, was reviewed by the Council of Cardinals and subsequently accepted by the Holy Father. I am pleased that this meeting has been convoked by the Holy Father and I look forward to participating.
The role of the Pontifical Commission is to serve as an advisory body to the Holy Father, making recommendations on best practices for the universal Church for education and prevention programs regarding the crime of sexual abuse of minors and vulnerable adults. At the request of the Holy Father the Commission will assist and serve as a resource for the organizing committee.
Among the most important programs of the Commission has been its hosting of meetings between survivors and groups of newly named bishops. These meetings have inspired our view that calling the bishops to Rome for a similar high-impact meeting would be very important in addressing the clergy abuse crisis globally.
This is a critical moment for the universal Church in addressing the sexual abuse crisis. The February meeting will be an important moment for developing a clear path forward for dioceses around the world. We must continue to embrace and practice a commitment to zero tolerance, work for greater transparency including the release of names of clergy accused of abuse and encourage all religious orders to adopt a similar policy and cooperate with civil and legal authorities. Above all else, we must place the support and pastoral care of survivors first. This is a life-long journey that is now part of the fabric of the Catholic family and requires a partnership between the laity and clergy in responding to the failures of episcopal leadership by holding bishops accountable for the crimes against children and vulnerable adults.”
Carlos Esteban