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sábado, 1 de diciembre de 2018

Como prepararnos para El Adviento y la Navidad - Padre SANTIAGO MARTIN


Duración 12:06 minutos

Papa Francisco: “no estén ansiosos porque se cierren iglesias”



ENGLISH

Pope Francis: “Don’t Be Anxious About Closing Churches”

The fact that many churches are closed down should be welcomed in the Church "not with anxiety" but as a "sign of the times" that invites us to "reflection" and "requires us to adapt", Pope Francis told a conference at the Pontifical Gregorian University (November 29) in a written message.

It is unclear though what the scope of such a "reflexion" would be.

Francis writes that the churches were necessary "until a few years ago" but are no longer "due to a lack of faithful and clergy".

He suggests that the churches may also be closed because of a different distribution of the population between cities and rural areas. This theory would imply that somewhere else there would be a big need to built new churches. But this is not the case.

There is little doubt that the present downfall of the Catholic Church is the main reason for the closing of the churches. Francis does not mention it with one word.

ESPAÑOL

Papa Francisco: “no estén ansiosos porque se cierren iglesias”

El hecho que muchas iglesias sean cerradas debería ser bienvenido en la Iglesia, “no con ansiedad” sino como “signo de los tiempos” que nos invita a la “reflexión” y “requiere que nos adaptemos”, dijo el papa Francisco en una conferencia brindada el 29 de noviembre en la Pontificia Universidad Gregoriana, a través de un mensaje escrito.

No es claro cuál sería el alcance de tal “reflexión”.
Francisco escribe que las Iglesias fueron necesarias “hasta hace pocos años”, pero ya no lo son “debido a la falta de fieles y clérigos”.

Sugiere que las Iglesias pueden ser cerradas también a causa de una diferente distribución de la población entre las ciudades y las áreas rurales. Esta teoría implicaría que en algún otro lugar sería necesario construir nuevas iglesias. Pero éste no es el caso.

Hay poca duda que el actual hundimiento de la Iglesia Católica es la principal razón para el cierre de las Iglesias. Francisco no dice una sola palabra sobre esto.

Éxito y fracaso del 68 (Roberto de Mattei)



Mientras concluye 2018, hay que decir una última palabra sobre la revolución cultural del 68. Una revolución cuyo éxito y cuyo fracaso podemos evaluar cincuenta años después.
El 68 se conoce también como el Mayo Francés, porque fue una revuelta estudiantil que alcanzó su cenit en la parisina universidad de La Sorbona. Pero sus raíces culturales estaban en las universidades estadounidenses de Harvard, Berkeley y San diego, donde en los años sesenta enseñaban algunos de los más destacados exponentes de la Escuela de Francfort, como Herbert Marcuse, en cuyo pensamiento confluían lo peor de Marx y de Freud. No hay que olvidar tampoco la influencia que tuvo el Concilio Vaticano II en la revolución del 68. En Italia, la primera universidad ocupada por estudiantes fue la Católica de Milán, y el principal centro difusor del movimiento contestatario fue la Facultad de Sociología de la Universidad de Trento, que era un hervidero de alumnos católicos. Mario Capanna, dirigente del movimiento contestatario por aquellos años, recuerda: «Nos pasábamos noches enteras estudiando y comentando a teólogos considerados entonces de vanguardia: Rahner, Schillebeeckx, Bultmann (…) junto a los documentos del Concilio». Renato Curcio, fundador de las Brigadas Rojas, era también un católico de vanguardia que había estudiado en la Universidad de Trento, rebosante de católicos progresistas.
El 68 no fue una revolución política, sino una revolución en las costumbres que tenía por objeto liberar al hombre de todo vínculo con la moral tradicional para construir una civilización no represora en la que la energía vital pudiese expresarse espontáneamente en una nueva creatividad social. Había que superar el marxismo porque reducía su ofensiva revolucionaria al aspecto estrictamente político sin influir en lo más propiamente familiar o personal. Era necesario trasladar la revolución a la vida diaria a fin de alterar la esencia misma del hombre sin limitarse a la apariencia externa y superficial a la que parecía condenada la perspectiva clásica marxista. El lema prohibido prohibir era expresión del rechazo a toda autoridad y toda ley en nombre de la liberación de los instintos, necesidades y deseos. La libertad sexual y la droga fueron dos ingredientes con que afirmar la nueva filosofía vital.
A lo largo de los cincuenta años que nos separan del 68 se ha ido realizando en Occidente el programa de esta revolución. El 68 ha tenido éxito porque ha transformado la mentalidad y la forma de vida del hombre occidental y porque sus artífices han ocupado puestos clave en la política, los medios de difusión y la cultura. Pero la revolución del 68 estaba condenada al fracaso a causa de la dinámica interna que caracteriza a todas las revoluciones.
La esencia del proceso revolucionario no está en lo que afirma, sino en lo que niega; no en lo que crea, sino en lo que destruye. La Revolución siempre propone un mundo nuevo que sustituya al antiguo. Así, la revolución protestante se presenta como una reforma religiosa; la Revolución Francesa, como una radical transformación política; y la del 68, como una revolución moral en la vida diaria. Siempre hay una novedad histórica por la que desenfundar las espadas. La Revolución es tensión hacia un futuro mejor.
La tensión saca fuerzas de ese carácter mesiánico y utópico de la Revolución. Se cree que es posible establecer un paraíso en la Tierra, que está al alcance de la mano. En cierto modo, se trata de una negación radical del pecado original aunque la idea subyacente a la Revolución sea propiamente otra: es la idea, típica de las doctrinas gnósticas, de que un dios malo ha privado injustamente al hombre del paraíso terrenal que por derecho le correspondía. Así pues, con la ayuda del dios bueno, la serpiente, el hombre debe vengarse, reconquistar el paraíso terrenal. En este sentido, la Revolución es reiteración de la antigua mentira de seréis como dioses. Todas las revoluciones, ya sean la protestante, la francesa, la comunista o la sesentayochista, son revoluciones fallidas. O, como dicen los revolucionarios, revoluciones incompletas, revoluciones traicionadas.
¿Qué ha sucedido en realidad? Que la familia ha sido trastornada por la oleada pansexualista y el Occidente secularizado está inmerso en el hedonismo relativista. Ahora bien, cuando el relativismo y el hedonismo alcanzan su plenitud pierden tensión hacia el futuro, todo deseo de construir un mundo nuevo: la sociedad es prisionera de sus propios vicios y se vuelve incapaz de pensar nada que trascienda el bienestar egoísta en que está sumida.
La revolución del 68 ha fracasado porque nació como una protesta contra la sociedad unidimensional, la sociedad burguesa del bienestar, pero la sociedad que ha producido el 68 –la sociedad contemporánea– es la sociedad por excelencia del consumo y el hedonismo. Es la sociedad relativista que apaga la llama de todo ideal. La filosofía de la praxis se ha llevado a la práctica en Occidente mediante una secularización absoluta de la vida social. Y cuando la filosofía de la praxis se realiza políticamente deja de ser filosofía y se convierte en pura praxis: el ámbito de los intereses egoístas y materialistas, espacio de las puras relaciones de fuerzas en una sociedad desprovista de todo ideal porque se le han extirpado sus raíces cristianas. Pero en esta sociedad consagrada a la fragmentación y la disgregación social no queda lugar para el mito revolucionario del mundo nuevo, ya que la idea de revolución pierde sentido. Hoy se entiende la realidad como una dinámica, sobre todo de  fuerzas económicas, no de valores. La fuerza, una fuerza sin verdad, es el único valor de nuestro tiempo. El filósofo Augusto del Noce ha señalado que todos los valores están destinados a englobarse en la categoría de la vitalidad. Pero una sociedad que no conozca otro principio que la pura expansión está condenada a disolverse. El resultado es el nihilismo, que no es otra cosa que la autodestrucción de la sociedad.
En Italia hemos sufrido esa inversión de la Revolución con la llegada al poder de los sesentayochistas. La utopía sesentayochista ha dado una vuelta de campana cayendo en la praxis relativista, hedonista, cínica y conformista de la izquierda, a la que no le interesa otra cosa que mantener las posiciones de poder que ha conquistado.
La revolución del 68 ha fallado porque su lema era prohibido prohibir, pero la sociedad contemporánea es una dictadura sin precedentes en la historia: la dictadura del relativismo, una dictadura psicológica y moral que no destruye los cuerpos sino que aísla, discrimina y mata el alma de quien le hace frente. Sin embargo, actualmente se está dando una resistencia. Los profetas del 68 anunciaban la muerte de la familia, y hoy en día la familia está en crisis, pero no han conseguido extirpar el deseo natural que hay en el corazón del hombre de formar una familia que dure para siempre, que se caracterice por la permanencia y la fecundidad. Hoy en día surgen en Italia y por todo el mundo movimientos de defensa de la vida y de la familia.
Los profetas del 68 anunciaban la muerte del Estado y el Estado está en crisis, pero no han conseguido terminar con el deseo, innato en el hombre, de identidad nacional, de una identidad cultural arraigada en una nación y un Estado. Hoy en día empiezan a destacar en Italia y otros países de Europa partidos políticos que defienden la identidad y la soberanía de los estados nacionales.
Los profetas del 68 anunciaban la muerte de la religión, pero Dios no ha muerto, ha regresado. Mejor dicho, jamás se fue; somos nosotros los que estamos volviendo a Él. Y actualmente la cultura progresista está en crisis y los jóvenes encuentran su futuro en la Tradición perenne de la Iglesia.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe)
Roberto de Mattei

Por qué el latín es la lengua correcta y apropiada para la liturgia católica (Peter Kwasniewski)



Para entender mejor por qué el latín es la lengua correcta y apropiada de la liturgia católica romana, partiremos de una verdad que todos conocemos por experiencia. Del mismo modo que una persona puede emplear su lengua materna en diversos registros o niveles, podemos decir análogamente que los idiomas en sí se presentan en diversos niveles.
En el nivel más bajo están las jergas y los pidgins. Estos últimos son lenguas simplificadas que surgen entre dos o más grupos de personas que carecen de una lengua común; lo usual es que el vocabulario y la gramática sean muy limitados y estén tomados de varios idiomas.
Un poco por encima están las lenguas vernáculas comunes. Una diferencia importante a este nivel está en que se exige mucho más en el aspecto lingüístico en cuanto a uso, pronunciación, gramática, estilo y demás. Cosas que se pueden decir impunemente en una jerga no se permiten en muchos contextos de todos los días.
Algo más arriba están las lenguas de prestigio. Para algunos son desde luego sus lenguas maternas, pero su prestigio hace que otros las escojan como segunda o tercera lengua de comunicación. El francés es lengua de prestigio desde hace más de mil años. Durante muchos siglos el latín fue lengua de prestigio en Europa, así como lo fue el griego para los romanos. Es de destacar que en este caso las exigencias son más altas, ya que se trata de idiomas que denotan cultura y refinamiento. Un ruso del siglo XIX hablaba francés para demostrar que era de clase alta y había viajado.
Y a un nivel aún más por encima hay lenguas reservadas para un uso especial. Los ejemplos que se nos ocurren fueron en su día lenguas de prestigio, y en la actualidad se emplean casi exclusivamente con fines religiosos:el hebreo, el griego clásico, el latín, el siriaco o caldeo, el antiguo eslavo eclesiástico y, fuera del cristianismo, el sánscrito y el árabe clásico del Corán. Son lenguas venerables porque con ellas se reverencia a Dios; han quedado reservadas a contextos sagrados, o al menos están estrechamente relacionadas con ellos.
También se puede distinguir entre lenguas francas y lenguas de prestigio. Lengua franca es la que adoptan los hablantes de otras como medio de comunicación por motivos prácticos, como por ejemplo un italiano y un japonés que realizan una transacción comercial en inglés. Pero una lengua de prestigio se estudia además por motivos culturales. Es decir, que es posible estudiar una lengua de prestigio aunque no haya una necesidad práctica para ello. Como las lenguas reservadas para uso religioso siempre han sido con anterioridad lenguas de prestigio, no se utilizan por razones meramente prácticas. En resumidas cuentas: los niveles idiomáticos inferiores tienden a ser más prácticos por naturaleza, mientras que los más elevados son más ceremoniosos y propios de lo cultural y religioso.
El lenguaje es algo más que un medio práctico de comunicación; es también expresión del pensamiento y una obra de arte, una expresión sumamente elevada de nuestro carácter racional, espiritual y trascendente. Por ejemplo, nadie escribe poesía por motivos prácticos. En parte, lo que hace que una lengua tenga prestigio es su profundidad, riqueza y capacidad de expresión, fruto de su rica historia. Y esto pasa todavía más con las lenguas religiosas, que al cabo de siglos o milenios de emplearse en la oración se han fusionado en cierto modo con la acción, los ritos, los contenidos. Se han convertido en símbolos que sostienen y embellecen otros símbolos.
Una vez entendidas estas distinciones, nos damos cuenta de que si el latín pasó de ser una lengua vernácula a ser una lengua de prestigio, y después a una lengua religiosa, siguió un proceso natural que tiene paralelo en otros idiomas. Es un fenómeno que se ha observado en todo el mundo a lo largo de la historia.
Pues bien, cuando la sagrada liturgia ya se celebra en una de las lenguas reservadas para uso religioso, es probable que cualquier alteración que se le haga suponga un retroceso en el aspecto lingüístico. Podría ser un gran paso atrás, ya que sería volver a lo vernáculo, que por definición es un nivel inferior.
El latín es parte esencial de la Tradición católica; no es algo paralelo a ella, sino que es parte constituyente de ella. Era precisamente el vehículo mediante el cual se transmitía la Tradición en Occidente. Aunque todos los modernos estuvieran de acuerdo en que había que suprimir definitivamente el latín, no dejaría de ser parte de la Tradición: es una realidad innegable y perenne. La ley eclesiástica que prohíbe casarse a los sacerdotes procede de la Tradición. Hoy en día, muchos que se la dan de expertos afirman saber que el celibato tiene la culpa de la escasez de sacerdotes. Junto con la promoción del sacerdocio femenino, el celibato es uno de los blancos preferidos de los modernistas, y todo católico tiene que oponerse a él si no quiere quedar como un anticuado. Pero es parte de la Tradición, y por tanto es irreversible. Con el latín pasa algo muy parecido: aunque su uso litúrgico no obedece a un mandato divino sino al derecho canónico, no deja de ser parte de la Tradición (al igual que el griego antiguo, el antiguo eslavo eclesiástico, el siríaco, el armenio, etc. en las iglesias de rito oriental), y debe por tanto mantenerse independientemente de las opiniones modernistas.
El error que condujo a la eliminación del latín fue de naturaleza neoescolástica y cartesiana: se creyó que el contenido de la Fe católica no estaba encarnado, sino que era algo abstraído de la materia. Por eso, muchos católicos piensan que la Tradición no es más que cierto contenido conceptual que se transmite de generación en generación, y que la manera en que se transmita es lo de menos. Pero no es así. El propio latín es uno de los bienes transmitidos, junto con el contenido de lo que se escribe o canta en dicha lengua. No sólo eso; la propia Iglesia lo ha reconocido en numerosas ocasiones al escoger el latín para alabar a Dios con solemnidad y al reconocerlo como signo eficaz de la unidad, catolicidad, antigüedad y permanencia de la Iglesia latina.
Por tanto, el latín posee una función casi sacramental: así como el canto gregoriano es «el icono musical del catolicismo romano», como lo llamó Joseph Swain, el latín es su icono lingüístico. Reformadores imbuidos de racionalismo trataron al latín como un mero accidente, como si fuera un envoltorio desechable. En realidad, es mucho más que la piel en el ser humano. Aunque la piel sea superficial, arrancarla tiene unas consecuencias desastrosas.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe. Artículo original)
Peter Kwasniewski

Catholic historian explains the right way for Catholics to resist Pope Francis’ ‘paradigm shift’ (Diane Montagna)



ROME, November 30, 2018 (LifeSiteNews) — The discontinuity of Pope Francis’ “disastrous” pontificate with the Church’s Tradition is the “ripe fruit” of Vatican II’s emphasis of praxis over doctrine, a noted Catholic historian has said. 
In a Nov. 29 speech in Rome, Professor Roberto de Mattei also explained what he believes to be the right way for Catholics to resist Pope Francis’ “paradigm shift.”
De Mattei is an Italian historian and president of the Lepanto Foundation. He has taught at various universities and has served as vice-president of the National Research Council, Italy’s leading scientific institution.
The conference, titled “Pope Francis, five years after: continuity or rupture in the Church?,” was co-hosted by the Lepanto Foundation and Tradition, Family, and Property. It featured Msgr. Nicola Bux, the theologian consultor to the Congregation for the Causes of Saints whose recent interview with Aldo Maria Valli gained considerable attention, and José Antonio Ureta, author of Pope Francis’s “Paradigm Shift,” an analysis of the first five years of the current pontificate.

Need for balance

The Catholic historian began his talk by noting that “balance” is one of the most important virtues in the current crisis in the Church.
“Balance, along with patience, is the virtue of the strong,” he said. “Balance is prudent strength, or strong prudence. Those who say, ‘I prefer to deceive myself about the Pope rather than to be right about him’ manifest an imbalance,” he noted. “But there is also an imbalance in those who say: ‘Since the Pope deceives himself and deceives me, it means that he is not the Pope.’”
Prof. de Mattei said a balanced position rests on the “fundamental distinction” between the Church, which is “holy and immune from all error,” and the men of the Church, “who can sin and err.” If the shepherds of the Church teach error, he said, it is not only “lawful” to resist them, but even a “duty” when the common good is at stake (Gal. 2:11).
“But resistance is not always enough,” de Mattei argued. He said situations may arise when the laity must separate themselves from errant shepherds, and here balance is also needed.
“We are talking about a spiritual and moral separation, which does not question, on the juridical level, the legitimacy of those who govern the Church,” he explained, comparing it to that lawful parting of spouses who cease living together but without divorcing or saying their marriage is invalid.
“If the ecclesiastical authority were then to impose canonical sanctions against those who remain faithful to Tradition, it would provoke a formal division in the Church,” he explained. In such cases, “the responsibility for rupture” would fall to the authorities “who exercised their power illegitimately,” and not on those who, respecting canon law, only remained faithful to their baptism.
The Catholic historian also warned the laity not to rashly reject the validity of Pope Francis’ papacy should such sanctions be imposed. He said the correct response would be: “These sanctions are unjust and illegitimate, even if you are, until proven otherwise, the legitimate Pope.” 
“Until proven otherwise” means that a pope can lose his pontificate for a variety of reasons, including heresy, but these reasons must be “incontrovertible,” he said. 
Heresy or the invalidity of a papal election must be “manifest” and “widely known to the whole Church,” he explained, because the Church is a visible society and not an invisible sect. It is therefore not enough that the Pope “professes or publicly favors heresy; it must be perceived as such by Catholic public opinion,” he added. 
De Mattei noted that bishops, but especially cardinals (as electors and counsellors to the Pope) must see the heresy or invalidity of an election, and see its consequences. “Until then,” he said, “a Pope must be considered legitimate.” 
To date, none of the cardinal electors who participated in the 2013 conclave have publicly questioned the validity of Pope Francis’ papacy.

The bigger question

But Prof. de Mattei said the “bigger question” we need to look at is how we got here. “How did we arrive at having to imagine our own spiritual and moral separation “even from the Supreme Pastor, who at the moment is Jorge Mario Bergoglio?” 
Looking back at recent history, he said the “leitmotif” of Benedict XVI’s pontificate was the “hermeutic of continuity,” i.e. the correct interpretation of the texts of Vatican II that is in accord with the Church’s constant tradition. 
The Italian historian noted that, in two key addresses, delivered at the beginning and end of his pontificate, Pope Benedict “admits there is a link between the current crisis of faith and the Second Vatican Council, but he maintains that this crisis is due not to the Council itself, but to a bad hermeneutic, to an incorrect interpretation of its texts.” 
Why, despite the efforts of John Paul II, Benedict XVI and like-minded bishops, did the hermeneutic of continuity not stop the process of the Church’s self-demolition?
“It didn’t succeed in stopping it, because one doesn’t stop a historical process with a debate over hermeneutics,” Prof. de Mattei insisted. The proponents of the hermeneutic of continuity “deluded themselves,” he said, into thinking they could “limit the discussion” to the interpretation of documents, while the proponents of a “hermeneutic of discontinuity” — or rupture with Tradition — “advanced on the field of praxis,” in keeping with “the spirit of Vatican II.”
This spirit, he said, affirmed the primacy of pastoral care, i.e. praxis, over doctrine.
“The essence of the Second Vatican Council was the triumph of pastoral care over doctrine, the transformation of pastoral care into a theology of practice, and the application of the philosophy of Marxist praxis to the life of the Church,” de Mattei argued.
“Pope Francis embodies the thesis opposing Ratzinger’s. He is not interested in theological debate, nor in the hermeneutical one. Pope Francis represents the playing out of Vatican II, and the triumph, in his person, of pastoral care over theology.” 
The historian therefore concluded that “there is no rupture between the Second Vatican Council and Pope Francis but rather historical continuity. Pope Francis represents the ripe fruit of Vatican II.”

The turning point

Prof. de Mattei said he believes that, while Pope Francis’ pontificate has represented a “paradigm shift,” the “true great turning point”of the last five years has been “the reaction this pontificate has provoked among Catholics around the world.”
“Pope Francis’ pontificate, precisely because it is disastrous, has highlighted the existence of a crisis in the Church that would otherwise have been ignored,” he said.
He said this reaction has been manifested through several important initiatives: the 2015 Supplica Filiale which collected 900,000 signatures of the faithful; the 2016 dubia on Chapter 8 of Amoris Laetitia, sent to Pope Francis by four cardinals; the 2017 filial correction, whose initial 40 signatures of clergy and scholars quickly grew to 250; and most recently, Archbishop Carlo Maria Viganò’s testimonies implicating several high-ranking prelates, and Pope Francis himself, in the Theodore McCarrick abuse cover-up.
“All of these initiatives have had immense repercussions, but the answer has only been silence. A silence that constitutes a dramatic confirmation of the truth of the accusations,” Prof. de Mattei said. 
He added: “The ‘listening Church’ of Pope Francis listens to everyone except those who are entirely faithful to the Gospel and to the perennial magisterium of the Church,” he said. “Pope Francis uses the same fierce language towards his critics that Lenin used against his opponents.”

Wild and dumb dogs

The Italian historian said that one example of such Leninist language came in the Pope’s daily homily on September 3, 2018 when he called those who criticize him “a pack of wild dogs.” 
De Mattei noted that two days later, on Sept. 5, 2018, the Italian author Marcello Veneziani responded in Il Tempo, saying: 
No, Your Holiness, a Pope cannot call his neighbors ‘wild dogs,’ and especially when it comes to Catholics, Christians, believers. Dogs is the derogatory term that Muslims use for infidels and Christians. The popes who preceded Francis called even the most ruthless terrorists ‘men of the Red Brigades,’ or men of ISIS. Never dogs. Descending to such spiteful levels is unworthy of a Holy Father.
But “being named ‘dogs’ does not bother us,” de Mattei said. “In Holy Scripture, unfaithful shepherds are called “dumb dogs” who have stopped barking and fall asleep (Isaiah 56:10-11). We glory in being domini canes, dogs of the Lord, who bark in the night to break through the silence.”
“Today’s dumb shepherds threaten the dogs who bark,” he said. The Italian Vaticanist, Andrea Tornielli, tries to suggest that if Pope Francis is responsible for McCarrick, more responsible are his predecessors, Benedict XVI and John Paul II. But if this were to be proven, “we would not be afraid to admit it,” de Mattei said, “because first and foremost we are seeking the truth.”

Time for truth

The Catholic historian and president of the Lepanto Foundation continued: 
The Church does not fear the Truth, because the Church is the Truth. The Church is the Truth because she is divine and because she proclaims to the world the Truth of her Head and founder, Jesus Christ, who said of himself, “Ego sum via, veritas et vita” (Jn. 14:6). Therefore, we are not afraid to tell the truth about the deep doctrinal and moral crisis that the Church is experiencing today.
“Love for truth” moves us to say it’s hypocrisy to categorize the sexual abuse crisis only as pedophilia, while ignoring the “scourge of homosexuality” — which is both a “vice against nature” and a “power-structure within the Church,” de Mattei said. It is also hypocrisy to limit oneself to “denouncing moral scandals,” without dealing with their “doctrinal roots,” he added. 
“The time for truth has come,” and the truth is that the pastoral project of Pope Francis and Vatican II has failed, he said.
“That Council heralded a great pastoral reform to purify the Church, and instead resulted in an historically unprecedented corruption of faith and morals, for it has reached the point of not only enthroning homosexuality among the highest ecclesiastical hierarchies, but also of allowing it to be publicly defended and theorized,” de Mattei argued.
“The final tally of the last five years of Pope Francis’s pontificate reveals the failure of a paradigm shift, which is the failure of a pastoral project.” 
Now, he said, the watchwords have become “synodality” and “the peripheries.” In reality, he said, synodality is “the transfer of power from top to bottom: a Revolution that de-verticalizes the Church,” while the peripheries “represent a horizontal Revolution that decentralizes and de-territorializes the Church.” 
Ironically, he added, the Vatican has denied the primacy of both, in preventing the American bishops from voting on measures to prevent abuse and coverup, at their November assembly in Baltimore.

Voice of fidelity

Prof. de Mattei had special praise for Catholics in America, saying it is there that the “voice of fidelity to the law of the Gospel” is loudest.
He also encouraged the laity not to become disheartened amid the current crisis, noting that although Catholics seeking to be faithful may often be accused of pharisaism, of fixism, of legalism, the proponents of discontinuity “have not extinguished the flame of the Church’s Tradition.”
In fact, he said, “never before as in these last five years — at the center and in the peripheries, in seminaries and on blogs — does Tradition seem to be reviving in young and old, laymen and clergy, who every day rediscover the perennial truth of the faith and traditional rites of the Church and, with the help of God, are determined to defend them.” 
Prof. de Mattei reminded the faithful that on approaching the feast of the Immaculate Conception, Catholics proclaim: Tota pulchra es Maria et macula originalis non est in te. Similarly, he said, the children of the Church, who is “wounded in her human element and disfigured by the errors and sins of the men who govern her,” are called to believe and proclaim: Tota pulchra es Ecclesia et nulla macula est in te. 
The Catholic historian concluded: “The Church is all beautiful and there is in her no sin, no error. The Holy Roman Church — one, holy, catholic and apostolic — is our Mother who continues to nourish us with her Sacraments and protect us with the shield of her doctrine, as we, with God’s help, strive to defend her against all external and internal enemies that threaten her. The Immaculate Heart of Mary will triumph.”
Read the full official English text of Professor de Mattei’s talk here.
Diane Montagna