A pocos días de aplicarse la nueva y feroz ley abortista en Irlanda, lo que preocupa al Arzobispo de Dublín son las protestas provida.
Lo malo de pedir a los católicos que no “nos obsesionemos” con las cuestiones de familia y vida es que se suele acabar como el Arzobispo de Dublín, que nada más aprobarse una de las leyes abortistas más atroces tras el referéndum que selló la apostasía masiva en Irlanda está ya pidiendo a los provida “cautela” a la hora de manifestarse ante los abortorios.
“Aconsejaría especial cautela a la hora de protestar ante las clínicas porque ahí va todo el mundo por todo tipo de motivos”, declaró en la cadena de radio irlandesa RTÉ Diarmuid Martin, Arzobispo de Dublín. El prelado hacía referencia a las primeras protestas contra el aborto, concretamente una manifestación ante el Galvia West Medical Centre de Galway, solo tres días después de aprobarse la ley que permite el aborto libre.
“Personalmente no soy una persona a la que le vayan las protestas; lo que la Iglesia debe hacer es afianzar su determinación de ayudar a las personas en crisis y educar a la gente”, y añadió: “Las protestas pueden ser legítimas, pero no se puede absolutizar. Corresponde al gobierno ofrecer medios para proteger los derechos de las personas”.
Uno podría asombrarse de que una persona a la que no le va eso de protestar entre en el sacerdocio en nuestros tiempos y, aún más, acepte una posición de liderazgo tan crucial como es la de sucesor de los apóstoles. Pero sólo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor, a los pastores de la Iglesia Universal, para advertir que el caso Martin es cualquier cosa menos excepcional.
Lo hemos dicho otras veces: en abstracto, ‘sub specie aeternitatis’, el Papa no dijo nada erróneo cuando, en los inicios de su pontificado, nos advirtió a los católicos que no “nos obsesionáramos” con lo que han sido los dos grandes campos de batalla de la Iglesia en la guerra cultural de nuestros días, vida y familia. Pero no vivimos en abstracto, fuera del tiempo, y lo que Francisco calificó de ‘obsesión’ católica no es más que la reacción natural a una verdadera ‘obsesión’ secular en sus apabullantes ataques contra esas dos realidades centrales.
Dicho de otra manera: no son los católicos los que han elegido la cuestión en la que más esfuerzo social están poniendo, sino el siglo. Son ellos los que están llevando a cabo una ofensiva contra la familia y contra la vida en todos los frentes.
Quizá el Papa no podía saber que el efecto inmediato, automático, de sus palabras sería debilitar el movimiento provida. Se argumenta a menudo que se trata de una causa ideológicamente transversal, que no tiene nada que ver específicamente con nuestra fe, y es cierto, una vez más, en estricta teoría. En la práctica, si el común identifica ‘provida’ con la fe es porque, en la abrumadora mayoría de los casos, es la fe la que proporciona el impulso para combatir en una causa tan poco simpática para las élites culturales.
Otro efecto, como vemos, ha sido que los prelados hayan aplicado -con alivio, nos tememos- sordina en este crucial debate de nuestros días que interfiere en sus luchas de poder. Por otra parte, resulta sorprendente que quienes ya no pueden apenas protestar contra los abusos más elementales, como lo es el espantoso genocidio de niños por nacer, lo hagan a diario en cuestiones no menos marginales a nuestra fe y bastante más cuestionables, como la inmigración masiva o materias medioambientales.
Carlos Esteban