La Iglesia -ni la universal ni la nacional- no tiene una postura oficial sobre el resultado del referéndum del pasado junio de 2016 en el que el pueblo británico expresó mayoritariamente su voluntad de abandonar la Unión Europea, aunque, a título personal, una mayoría de prelados británicos se ha decantado públicamente o en privado a favor de la permanencia en el club europeo.
Sería un grave error, asegura el parlamentario conservador Jacob Rees-Mogg. Rees-Mogg, diputado por North East Somerset, es uno de los católicos más prominentes en la escena política británica, además de haberse convertido en uno de los favoritos para suceder Theresa May al frente de los ‘tories’ y en incansable adalid de una salida de la Unión que es, al fin, un mandato directo del pueblo británico.
“Creo que hay mucho afecto residual hacia la Unión Europea por sus orígenes”, declara a CNA. “Como proyecto, lo propusieron inicialmente demócratas cristianos de los países fundadores, y pretendía basarse en un ‘ethos’ cristiano y democrático”.
Pero de lo que pretendía ser a aquello en lo que se ha convertido hay un abismo, como puede apreciarse y recuerda Rees-Mogg. “Vale la pena recordar que, contra las firmes objeciones de Papas sucesivos, no se hacía mención a Dios o a la herencia cristiana de Europa en la primera propuesta de Constitución europea”.
Esa Constitución fue rechazada por los votantes holandeses y franceses y se transformó en el actual Tratado de Lisboa, este ya no sometido a votación popular alguna. “Con independencia de sus orígenes, la UE es hoy un Estado profundamente secular”, deplora Rees-Mogg. La Unión, que en 2004 obligó a retirar la candidatura del europarlamentario italiano Rocco Buttiglione por su oposición al matrimonio homosexual, ha sido una defensora a ultranza de extender el aborto en África como parte de la misión y los ‘valores’ europeos.
No es que no sea una organización cristiana, es que ni siquiera es meramente neutral, advierte el parlamentario. Más bien, añade, “está avanzando en la dirección hacia un Estado apóstata, lo que la Iglesia ha considerado históricamente como el peor resultado posible”.
Tampoco es ‘democrático’ en ningún sentido discernible, y aquí recurre el político conservador a la reciente advertencia del Papa contra el ‘clericalismo’, entendido como la fórmula por la que se ejerce y abusa del poder en beneficio de quienes lo controlan y sin referencia al pueblo al que se supone sirven o responsabilidad frente a él. Según Rees-Mogg, algo similar sucede dentro de la UE que, dice, funciona en la práctica como un “estado clericalista” en el que se pierde la soberanía del pueblo en favor de una élite.
“Si uno se fija en cómo llegan al poder en la UE los líderes europeos, verá que se nombran unos a otros y se dan cuentas unos a otros, no al pueblo. La Comisión Europea es el destino último de muchos políticos rechazados por los votantes en sus propios países, incluso por sus propios partidos a veces. Son una élite que cuida de sus miembros”
Carlos Esteban