(Ken Foye/1Peter5)- En mis 21 años en Japón, he asistido a tres funerales. El primero, el de la madrina de mi esposa, que era católica, mientras que los otros dos no lo eran.
Como mi esposa es japonesa y es la única católica en su familia (se convirtió mediando sus veinte años de edad), siempre que hay una muerte en su familia, el funeral es invariablemente budista. La última de esas ocasiones fue el mes pasado, cuando su tío de 79 años murió, después de una larga batalla contra un cáncer de pulmón.
Aunque los ritos funerarios no eran de la Única Fe Verdadera, era imposible no darse cuenta de que hay una cosa que los budistas hacen bien: sus sacerdotes no están de frente a las personas que asisten.
Durante el otsuya (velatorio) del tío de mi esposa, y el kokubetsu-shiki(el funeral formal) del día siguiente, cuando el sacerdote budista ofreció sus oraciones, dio la espalda a la gente. Durante cada ceremonia, se volvió hacia los asistentes solo una vez para decir unas breves palabras personales – pero el resto del tiempo, durante las “cosas religiosas”, se colocó de frente al altar. No aprovechó la ocasión para sí mismo, ni siquiera dio inadvertidamente esa impresión por el modo en que se situó.
Una escena similar se ve en las ceremonias budistas en los aniversarios de la muerte de alguien. Durante mi primer año en Japón, antes de mi regreso a la fe católica, me invitaron a asistir a un ju-san-kai-ki, un ritual del 13º aniversario de la muerte que se lleva a cabo en la casa de una familia. El sacerdote budista se situó hacia el altar de la casa, de espaldas a las seis personas que estábamos sentadas detrás de él, todo el tiempo.
A pesar de que la religión involucrada está definitivamente “apagada”, al menos el sacerdote no se colocó de una manera en la que se arriesgara a hacer toda la ceremonia centrada en él.
He estado solo en dos misas ad orientem en mi vida. La primera fue una misa entre semana, hace unos 15 años, en Japón, después de haber estado en el país durante algunos años. Nuestro pastor, un misionero franciscano de Alemania, celebró la misa en japonés en lugar de en latín, pero estuvo de frente al altar en todo momento.
Mi regreso a la Fe aún no había completado su círculo, así que no recuerdo haber pensado mucho en ello en ese momento – pero ahora, mirando hacia atrás, puedo ver que la misa se centró en Cristo, no en el sacerdote.
El pasado octubre transcurrí una semana maravillosa en Naperville, Illinois, donde tuve la bendición de ser el padrino de confirmación de mi sobrino. Mientras estábamos allí, asistimos a una misa solemne en la hermosa Iglesia de los Santos Pedro y Pablo, de Naperville. Esta fue solo mi segunda misa ad orientem y mi primera misa en latín.
En pocas palabras, me sorprendió. Fue algo espiritualmente inspirador y gratificante.
Lo más notorio visualmente fue que el sacerdote, aparte de la homilía, la Pax Domini, y algunas otras palabras que dirigió a la gente, estaba frente al altar de la misma manera que nosotros. Se puso de frente al altar de Dios, de pie, entre Él y nosotros, la única posición física posible para quien lleva su rebaño hacia lo Divino.
Al hacerlo, dejó en claro – no solo en nuestras mentes y corazones, sino también en nuestros ojos, parte integrante de nuestra composición total como seres humanos – que la misa no se centraba en él en absoluto. Se centraba Dios.
Recientemente he llegado a la conclusión (más vale tarde que nunca, desde luego) que la versus populum – la práctica del sacerdote de frente a la gente durante la misa – es una razón de peso para el enfoque excesivo en los sacerdotes, a expensas de Dios, en la vida parroquial moderna. Muy posiblemente, esta es la mayor razón.
El “Catolicismo centrado en el sacerdote” no es en realidad el Catolicismo. Es una fe fuera de lugar; una de las razones es que los sacerdotes son seres humanos que en ocasiones harán algo mal – incluso cometer pecados, a veces de manera grave. Como tales, es muy fácil dejarse decepcionar por ellos, lo que en consecuencia amenaza con convertirnos en ex católicos.
Hace poco recibí un correo electrónico de un ser querido de los Estados Unidos, que resumo a continuación:
Nuestro pastor ha sido retirado del ministerio porque dos mujeres presentaron afirmaciones creíbles de que habían tenido relaciones sexuales consensuales con él, hace varios años.
Estoy enojado porque esto no se acaba nunca. Este era un hombre en el que yo confiaba totalmente. También me cuesta mucho creer que nadie lo supiese en ese momento, o que era la única vez que había hecho algo así.
Sé que los sacerdotes son humanos, pero la Iglesia sigue disparándose en el pie y duele más cuando ocurre tan cerca de casa. Él había estado cargando con esta mentira, y probablemente tiene más esqueletos en el armario que alguien más, en la jerarquía, conoce. ¿Cuántos tipos más como este estarán por ahí, protegidos?
Es difícil mantenerse fiel. Se puede decir que las personas en misa no están muy entusiasmadas de estar ahí después de haber recibido un golpe así. ¿Qué les dices a los niños o a los de tu clase de educación religiosa? Solo hay algunos “bueno, son humanos” que puedes aceptar.
Sí, es difícil mantenerse fiel – siempre lo ha sido. Pero la presencia real de Cristo en la Eucaristía en cada misa es razón más que suficiente para sentirse entusiasmados por estar allí. De hecho, es – o al menos debería serlo – la única razón. Para aquellos con una mentalidad centrada en Cristo en la misa, debería ser la única razón.
En cuanto a qué decirles a los niños en educación religiosa, la respuesta sería sencilla en una parroquia centrada en Cristo (no centrada en el sacerdote). Les decimos que, independientemente del mal comportamiento de cualquier católico individual – incluidos los sacerdotes -, las doctrinas y enseñanzas morales de la Iglesia establecidas por Dios Hijo son eternamente ciertas – al igual que la Constitución y el sistema de gobierno de los Estados Unidos resistieron, incluso después del caso Watergate y de todos y cada uno de los grandes escándalos políticos.
Por desgracia, en las parroquias modernas y en las misas modernas, no está claro, en el mejor de los casos, que exista una atmósfera centrada en Cristo. Los sacerdotes parecen ser las “estrellas del espectáculo”, por así decirlo.
Cada misa a la que he asistido en mi vida, aparte de las dos excepciones que mencioné anteriormente, ha sido de la variedad versus populum. Muchas de estas misas se celebran con piedad y reverencia – pero incluso allí existe una sensación de estar “centrados en el sacerdote”.
Luego están las misas – todos las hemos experimentado – que se han deteriorado hasta convertirse en unas actuaciones sensibleras con los sacerdotes como principales protagonistas.
Sin duda, todos hemos visto y escuchado sacerdotes haciendo chistes, ofreciendo homilías endebles llenas de anécdotas personales, pero muy poco sobre la Fe o los temas de las lecturas de la misa, poniendo sus propios “toques personales” en la liturgia en lugar de limitarse a las rúbricas, y así sucesivamente.
Todo esto, invariablemente, lleva a un gran número de fieles, que probablemente ni siquiera son conscientes de ello, a ver al sacerdote como la figura principal en sus vidas como católicos – y a Dios se le da una “mención honorífica” en las oraciones de la misa, pero poco más.
Y a su vez, cuando esos sacerdotes nos decepcionan – al no ser lo suficientemente amistosos; diciendo algo que no nos gusta; no pasando a través de nuestros aros; o, lo peor de todo, al cometer algún acto gravemente inmoral – hace que, invariablemente, algunas personas abandonen la Iglesia.
Como escribí hace un tiempo, en septiembre, “nuestra fe no debe basarse en los obispos y sacerdotes, sino en Cristo y Sus sacramentos. Nuestro obispo o párroco puede ser el hombre más santo de la Tierra, lo que sería una gran bendición – pero, aun así, él no es el centro del católico. el centro es Él”.
Existe también el caso contrario. Es posible que tengamos un pastor terco, malhumorado, hostil, polémico o que se queje crónicamente – pero no deberíamos dejar de ir a misa o practicar la fe por sus rasgos indeseables.
Nuestra devoción y, de hecho, toda nuestra catolicidad, debería estar centrada en Cristo – y cuando recibimos Su Cuerpo en la misa, el comportamiento y la personalidad del sacerdote no deberían importar. Solo debe importar Él, a Quien recibimos de manos del sacerdote.
Por tanto, es hora de deshacerse del pensamiento centrado en el sacerdote junto con cualquier cosa que lleve a esa mentalidad errónea – comenzando por el sacerdote vuelto hacia la gente.
Es hora de comenzar a hacer la misa con Cristo en el centro, y solo Cristo, nuevamente. Hacer que los sacerdotes se vuelvan y estén frente a Él, para que nos guíen a adorarlo, no solo en espíritu y palabra, sino también con la postura física; es un primer paso importante y necesario. Ese sería el primer paso para establecer una señal que diga: “esta parroquia y sus misas son para adorar a Dios. Los eventos sociales, los shows en el escenario y los sacerdotes carismáticos no son nuestro centro”.
No hay muchos sacerdotes que hablen latín en estos días – pero no hay nada que les impida al menos ofrecer la misa ad orientem, incluso si debe hacerse en la lengua vernácula local. La misa en latín sería lo mejor, pero si esa lengua no se puede usar, al menos debería haber un enfoque total en Cristo espiritual y físico, haciendo que los sacerdotes se vuelvan hacia Él en la adoración. La unión de nuestras almas y nuestros cuerpos, después de todo, es lo que nos hace completamente humanos.
Nadie, al menos no idealmente, abandonaría la Fe si se enfatizara que el catolicismo, con la exclusión de todas las demás religiones y filosofías, contiene la plenitud de la verdad moral y religiosa – independientemente de los pecados de cada católico. En contraste, una mentalidad centrada en el sacerdote aumenta enormemente las probabilidades de que la fe de una persona pueda ser dañada, más allá de la reparación, cuando ese sacerdote se desvíe moralmente – algo que Cristo nunca hace.
Así que vamos a dar la vuelta a las cosas, literalmente. Es hora de traer de nuevo la celebración ad orientem a cada misa e indicar la salida a la celebración versus populum – junto con el “culto al sacerdote”, al cual hemos sido arrastrados muchos de nosotros.
Publicado por Ken Foye en 1Peter5;
Traducido por Pablo Rostán para InfoVaticana.