Aunque, desde el estallido del escándalo en torno al defenestrado cardenal Theodore McCarrick, aún arzobispo emérito de Washington, su sucesor y aún administrador apostólico de la Archidiócesis de Washington, Donald Wuerl, ha insistido en que los cargos contra su predecesor fueron una absoluta sorpresa, ayer se supo que había recibido denuncias contra el prelado pederasta al menos desde 2004.
La diócesis de Pittsburgh ha confirmado que su entonces obispo Wuerl reenvió al nuncio apostólico en Washington una denuncia que implicaba a McCarrick por el sacerdote secularizado Robert Ciolek, extremo que ha confirmado la archidiócesis de la capital estadounidense, informa CNA.
La nota de la diócesis de Pittsburgh señala que Ciolek se presentó el noviembre de 2004 ante la oficina de supervisión diocesana para declarar sobre una denuncia por abuso contra un sacerdote de Pittsburgh. En ese encuentro, “Ciolek también habló de los abusos que había sufrido por parte del entonces cardenal Theodore McCarrick. Esta fue la primera vez que la Diócesis de Pittsburgh tuvo noticia de esta denuncia”, dice la nota, que añade: “Unos días más tarde, el entonces obispo Donald Wuerl elaboró un informe con la denuncia y lo envió al nuncio apostólico en Estados Unidos”.
Desde la archidiócesis capitalina confirman que Ciolek había pedido expresamente que su testimonio se reenviara al nuncio, solicitando quedar en el anonimato, como así se hizo. Posteriormente, sin embargo, el sacerdote secularizado ha dado su permiso a Pittsburgh para que se incluya su nombre en la nota.
En el verano pasado, primero con el estallido del escándalo del ex cardenal y luego con la aparición del Testimonio Viganò, en el que se aseguraba que Wuerl conocía las andanzas de McCarrick, Wuerl declaró en repetidas ocasiones que no le habían llegado ni tan siquiera “rumores” sobre la conducta homosexual predatoria del todopoderoso prelado.
En 2005, Ciolek había alcanzado un acuerdo extrajudicial de 80.000 dólares con tres diócesis de Nueva Jersey en conexión con denuncias por abusos sexuales que implicaban al arzobispo McCarrick y a un maestro de un colegio católico. Aunque se desconocen los cargos precisos contra el arzobispo emérito, parecen referirse a abusos que tuvieron lugar en la ya infame casa de la playa que poseía McCarrick en Nueva Jersey y en la que compartía cama con seminaristas ocasionales. En la documentación de los acuerdos extrajudiciales, por lo demás, se incluían referencias al obispo Wuerl y a la diócesis de Pittsburgh.
Todo esto es un desmentido directo de lo que ha sostenido hasta ahora Wuerl sobre el caso McCarrick. En una carta hecha pública el 21 de junio pasado, Wuerl se mostraba “conmocionado y entristecido” por las revelaciones sobre su predecesor y mentor. En ella subraya que “durante su mandato en Washington no se ha presentado alegación alguna -creíble o no- contra el Cardenal McCarrick”. Una nota recién publicada por la archidiócesis para salir al paso de las nuevas revelaciones se agarra como a un clavo ardiendo a ese “durante su mandato en Washington”, asegurando que Wuerl trataba de ser puntillosamente preciso.
El demoledor informe del gran jurado de Pensilvania, también este pasado verano de escándalos, citaba hasta 68 veces a Wuerl implicándole en encubrimiento de abusos clericales durante su mandato al frente de la diócesis de Pittsburgh, generando una presión sobre el cardenal que llevó a que el Papa Francisco aceptara su renuncia, presentada por edad tres años antes, si bien alabando su conducta y confirmándole como administrador apostólico de la archidiócesis capitalina en tanto se encuentra un sucesor.
Carlos Esteban