Desde que el Papa volviera de su viaje a Abu Dabi, una frase contenida en un documento firmado allí por él venía preocupando, y mucho, a teólogos y fieles católicos, como ya se ha recogido en Infovaticana. Se trataba de un pacto de paz y hermandad firmado con las autoridades musulmanas, en este caso Al Tayyeb, gran imán de la mezquita de Al Azhar y considerado máximo exponente del islam suní. Su Santidad estaba especialmente satisfecho de ese documento, aunque es legítimo cómo puede aplicarse al mundo real, aparte de las buenas intenciones.
Pero lo que llamó la atención de la prensa especializada fue, sobre todo, una frase del documento firmado: “El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos”.
Los teólogos quedaron perplejos ante la idea de que la ‘diversidad de religiones’ sea algo activamente querido por Dios. Las religiones reales se contradicen, de modo que no pueden ser todas verdaderas; de hecho, solo podría serlo una de ellas. ¿Puede querer Dios que amplios grupos humanos vivan en el error? Una humanidad finalmente convertida a Cristo y formando una sola Iglesia, ¿estaría contradiciendo la Voluntad Divina?
El filósofo Josef Seifert, a quien Francisco despidió junto con el resto de miembros de la Academia Pontificia para la Vida en 2016 y que en la actualidad imparte clases en la Academia Internacional de Filosofía (Instituto de Filosofía Edith Stein), fue uno de los primeros en reaccionar contundentemente: “¿Cómo puede Dios desde la creación haber querido que los hombres caigan en el pecado, en la falsa adoración de dioses, sean víctimas de errores y supersticiones de toda clase, que se adhieran a religiones sutilmente ateas o panteístas, como el budismo, o a las religiones condenadas por el Antiguo Testamento y atribuidas a demonios y al culto demoníaco?”, se preguntaba en una reciente contribución.
Pero el obispo auxiliar de Astaná, Athanasius Schneider, campeón de la ortodoxia católica cuyo nombre de pila le viene como anillo al dedo, ha estado con Su Santidad en audiencia privada junto con el resto del episcopado kazajo, y le ha pedido al Santo Padre que aclare esas palabras.
Francisco, dice Schneider, le ha aclarado que se refería, naturalmente, a la “voluntad permisiva” de Dios, es decir, a lo que Dios no quiere positivamente, pero sí permite. Siendo omnipotente, nada puede suceder que Dios no consienta, de modo que cosas como el Holocausto o el Gulag, sin ser algo positivamente deseado por Dios, sí necesita de algún modo de su voluntad ‘pasiva’ para existir.
La respuesta pareció satisfactoria al obispo kazajo, pero aún le quedaba una inquietud. Si el Papa estaba hablando de la voluntad permisiva de Dios al referirse a la diversidad de religiones, ¿por qué la asocia en una misma frase con el mismo verbo con la diversidad de sexos o razas, que sí es una diversidad activamente deseada por Dios? El Papa se limitó a reconocer que sí, que la redacción puede resultar confusa, que naturalmente un tipo de diversidad la desea y la otra meramente la permite. Pero que su intención era la que acababa de explicar.
Eso dejó tranquilo a Schneider, a quien hay que encomendar por su valor al pedir explicaciones al Papa que otros prelados más cercanos han dejado pasar sin comentario, pero a nosotros no nos deja igual de tranquilos. Por tres razones, fundamentalmente.
La primera es, sencillamente, que la controversia estalló el primer día en que se publicó el documento, y el Papa no hizo nada por aclararla. Tampoco nadie de su entorno, nadie de la jerarquía católica universal, salvo el puñado de ‘sospechosos habituales’ que ni pinchan ni cortan en la Curia romana. Tampoco, que sepamos, se ha reformado el documento ni ha enviado Su Santidad a Gisotti a los medios con una nota refrendando lo que cuenta Schneider.
La segunda es que, si eso es así, si la diversidad de religiones no es, como parece desprenderse de la literalidad del texto, un bien deseado por Dios, que es lo que todos han entendido, incluidos los firmantes, ¿qué es exactamente lo que ha firmado Ahmed El Tayyeb? ¿No sería algo así como una treta, una versión católica de la ‘taqiyya’ musulmana?
Por último, ¿qué sentido tendría poner esa frase? Ya se sabe que todo lo que sucede, sucede porque Dios lo permite: es una tautología. No nos imaginamos al Santo Padre o a líder alguno firmando un documento con los judíos que dijera: “El Holocausto y los pogromos son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos”, aunque sería igual de cierto en el sentido del que ahora habla el Papa, según Schneider.
En cualquier caso, es un alivio relativo lo logrado por Schneider, tanto como es deplorable que se nos haya mantenido tanto tiempo en una ambigüedad doctrinal que ya empieza a hacerse insufrible.
Carlos Esteban