Entrevista de Rorate al profesor Roberto de Mattei
Viernes 22 de marzo de 2019
–Profesor De Mattei, ¿nos podría dar su opinión sobre el estudio realizado por Su Excelencia monseñor Scheneider sobre el tema del papa herético?
–Lo considero un documento importante. En primer lugar, monseñor Schneider es uno de los prelados que gozan de más estima en la actualidad por su cultura patrística y su piedad personal. En segundo lugar, el tema suscita enorme interés y monseñor Schneider ha tenido el valor de abordar el tema sin vaguedades ni concesiones.
–¿Con qué puntos de su documento está más de acuerdo?
–Para empezar, estoy totalmente de acuerdo con monseñor Schneider cuando admite la posibilidad de que un pontífice pueda difundir errores doctrinales o herejías, aunque jamás lo haga ex cathedra. La hipótesis del papa herético no sólo está sustentada por casi todos los teólogos y canonistas, sino que es también un hecho histórico que se dio, por ejemplo, con el papa Honorio, y que puede trágicamente repetirse. Otro aspecto que aclara bien monseñor Schneider a la luz de las enseñanzas de la Iglesia es la postura que se debe adoptar cuando un pontífice incurre en herejía: «Al lidiar con el trágico caso de un Papa herético, todos los miembros de la Iglesia, comenzando con los obispos, hasta los simples fieles, tienen que usar todos los medios legítimos, como las correcciones privadas y públicas del Papa errante, constantes y ardientes oraciones y profesiones públicas de la verdad para que la Sede apostólica pueda nuevamente profesar con claridad las verdades divinas, que el Señor confió a Pedro y a todos sus sucesores». No basta con rezar en silencio como si no hubiera pasado nada.
Hay que resistir y reaccionar. Y la mejor manera de hacerlo es la corrección fraterna, que corresponde principalmente a los obispos y cardenales, pero que también pueden hacer llegar al Sumo Pontífice los simples laicos, como se hizo con la Correctio filialis. «En este tema el factor numérico no es decisivo. Es suficiente que incluso un par de obispos proclamen la integridad de la fe y corrijan así los errores de un Papa herético. Es suficiente que los obispos instruyan y protejan a su rebaño de los errores de un Papa herético y sus sacerdotes y los padres de las familias católicas harán lo mismo». Concuerdo totalmente con monseñor Schneider cuando dice: «Incluso si un Papa está difundiendo errores teológicos y herejías, la Fe de la Iglesia en su conjunto permanecerá intacta debido a la promesa de Cristo con respecto a la asistencia especial y la presencia permanente del Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, en Su Iglesia» (ver Juan 14: 17; 1 Juan 2: 27).
–¿Hay algún punto del análisis de monseñor Schneider con el que no esté de acuerdo?
–Esta afirmación me deja algo perplejo: «Un Papa no puede ser depuesto en ninguna forma y por cualquier razón, ni siquiera por herejía». Monseñor Schneider niega la posibilidad de que un pontífice sea depuesto, si bien reconoce que dicha tesis ha sido expresada por grandes canonistas y teólogos, como el cardenal Cayetano y San Roberto Belarmino, que son partidarios de ella. La postura que a mi juicio es más convincente es la del recientemente fallecido teólogo brasileño Arnaldo Xavier da Silveira, la cual resume en el capítulo VII de su libro Ipotese teologica de un papa eretico (Solfanelli, Chieti 2016).
Arnaldo da Xilveira sostiene que existe una profunda incompatibilidad entre la herejía y la jurisdicción eclesiástica. Ahora bien, la pérdida del cargo no es automática. Teniendo en cuenta que por la Iglesia una sociedad visible sus actos oficiales deben ser igualmente visibles, el Papa hereje sigue siendo pontífice hasta que se manifieste plena y abiertamente su herejía. San Roberto Belarmino enseña que el papa hereje deja de ser papa cuando se hace patente su herejía. Esto debe entenderse como una manifestación plena, es decir, cuando la herejía se impone obligando a la sana pars de la Iglesia Católica. Si un sector de los católicos considera dudosa o insuficiente dicha manifestación, ello se debe a que la manifestación no es plena o a que no constituyen la parte sana del catolicismo. En ese caso será inevitable el choque, y todo dependerá del sensus fidei de los católicos y de los movimientos de la gracia. En tanto que sea tolerado y aceptado por la Iglesia universal, el hereje será legítimo papa, y en principio sus actos serán válidos. La pérdida del pontificado no será, por tanto, consecuencia de haber sido depuesto por nadie, sino un acto del propio pontífice, que al convertirse en hereje formal y notorio se habrá excluido a sí mismo de la Iglesia visible, renunciando con ello tácitamente al pontificado.
–¿Cuál es su consideración final?
–Si bien no concuerdo con la tesis de que el papa hereje jamás puede perder el pontificado, la postura de monseñor Schneider me parece relativamente aceptable en este momento, a fin de vitar el criptosedevacantismo al que tienden algunos tradicionalistas. En cuanto a este punto, mi postura coincide con la de monseñor Schneider, no a nivel de tesis sino a nivel práctico. Me parece que los errores o herejías del papa Francisco, aunque los profese públicamente, no conllevan la pérdida del cargo, ya que no son conocidos y manifiestos para todos los católicos. Al decir católicos no me refiero a la opinión pública católica en el más amplio sentido del término, sino al reducido grupo de bautizados que conservan actualmente la fe católica en su integridad. Muchos de ellos siguen interpretando pro bono las palabras y actos de Francisco sin percibir malicia alguna. No se puede decir que la pérdida de fe del Papa sea evidente y manifiesta.
Cuando San Roberto Belarmino y el cardenal Cayetano escribieron sus libros la sociedad era plenamente católica, el sensus fidei estaba desarrollado y era muy fácil percibir la herejía en un sacerdote, un obispo o incluso un papa. Hoy en día la gran mayoría de los bautizados, los sacerdotes, los obispos e incluso el Papa están inmersos en la herejía y son muy pocos los que pueden reconocer la verdadera fe. Por eso, las correctas indicaciones de los grandes teólogos clásicos son difíciles de seguir en la práctica. El célebre canonista Francisco Javier Wenz establece una distinción importante en su Jus Decretalium (tomo VI, 1913, pp. 19-23) entre delitos públicos y notorios. Publicum no equivale a notorio: «Publicum est vocabulum genericum quod sub se complectitur notorium, manifestum et public simpliciter” (p. 21). Un delito es público cuando está difundido pero no todo el mundo lo entiende como delito. En cambio, notorio quiere decir que es conocido de todos: “Los hechos notorios no tienen necesidad de prueba » (can. 1747, 1).
En mi opinión, la promoción y difusión de herejía por parte de Francisco es pública, pero no es notoria en el sentido canónico del término. Por esta razón, debemos reconocerlo como Jefe Supremo de la Iglesia Católica. Para mí, no es factible deponerlo; no en tesis, sino en este momento concreto de la historia. Eso sí, todo podría cambiar de un día para otro. En este sentido, yo también, como monseñor Schneider, confío en la Divina Providencia pero sin excluir posible situaciones futuras como la de un papa hereje que deje de ser papa.
Roberto De Mattei
(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)